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MSF: Pastores nómadas son obligados a huír en el norte del Congo

La organización Médicos Sin Fronteras (MSF) atendió durante tres semanas a un grupo de 600 mujeres, niños y ancianos nómadas que se habían reunido en un campamento provisional para evitar ser víctimas de violaciones y secuestros. El grupo abandonó el lugar, obligado por las autoridades. MSF manifiesta su preocupación por sus condiciones de salud y seguridad.


“Cuando ves que 600 mujeres y niños llegan de repente e instalan un campamento al lado de una ciudad, una señal de alarma parpadea en tu cerebro”, dice Azaad Alocco, coordinador del proyecto de MSF en la ciudad de Niangara, al noreste de la República Democrática del Congo (RDC). “Lo más terrible del área en la que estamos trabajando –agrega- es que la población se ve obligada frecuentemente a huir de sus pueblos para salvar su vida, ya que los rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por su sigla en inglés) operan en la zona. Pero este nuevo grupo de desplazados que llegó a principios de diciembre era claramente diferente”.

Se trataba de 600 mujeres, niños y ancianos, pertenecientes a un grupo de pastores nómadas -conocidos como mbororos-, que durante años se han desplazado a través de muchos países de África Central.

“Nos dijeron que habían sido expulsados del distrito vecino y que temían ser blanco de los soldados de las fuerzas armadas congoleñas aquí en Niangara”, explica Azaad. “Dijeron que habían venido a Niangara para evitar ser violados o secuestrados en el bosque. Incluso para los nómadas, acostumbrados a la dureza de la vida a la intemperie, las condiciones del campamento eran malas, sin agua, ni instalaciones higiénicas. Además, las pocas lonas de plástico de que disponían para construir sus refugios fueron robadas”.

Desde mayo de 2009 un equipo de MSF con base en la ciudad de Niangara, en el distrito de Haut-Uélé, colabora con el Ministerio de Salud en el hospital de referencia y lleva a cabo actividades médicas en dos pueblos cercanos. Se trata de zonas boscosas y relativamente remotas, no muy lejos de las fronteras con Sur Sudán y la República Centroafricana. “Muchos de los pueblos de los alrededores están vacíos, con casas y campos cubiertos de maleza; la única señal de vida es la presencia de unas escasas plantas de yuca que un agricultor sembró para intentar dar un poco de alimento a su familia”, dice Azaad. “Prácticamente todos han venido a la ciudad de Niangara y tienen mucho miedo de volver a casa”.



Consultas médicas

Durante las últimas tres semanas, el equipo de MSF atendió en consulta a 541 mbororos tanto en el campo improvisado de desplazados, como en el hospital. “Es un número de consultas demasiado alto para un grupo de 600 personas y en apenas tres semanas. Además, demuestra claramente que estas personas necesitan acceso a la atención médica”, dice Morten Havdal, médico de MSF en Niangara. “Tratamos muchos casos graves de malaria, infecciones respiratorias, parasitosis intestinal, infecciones cutáneas y otras patologías”, añade.

La mañana del 21 de diciembre, habitantes locales informaron a los equipos de MSF haber escuchado disparos cerca del campamento mbororo. Un adolescente del grupo recibió un impacto en la ingle. “Estabilizamos al paciente y lo dirigimos al hospital para que fuera intervenido quirúrgicamente”, dice el doctor Havdal. “La cirugía fue exitosa, por suerte la bala que atravesó su pelvis no ocasionó mucho daño. Dos semanas después de la operación, el paciente pudo levantarse y salir del hospital por su propio pie”.



Forzados a abandonar el campamento

La tarde del 5 de enero, el equipo de MSF fue al campamento improvisado para preparar la instalación de una clínica que se pondría en marcha al día siguiente. “Lo encontramos casi vacío, de repente cerca de 600 personas se habían ido”, dice Azaad. “Las fuerzas armadas ordenaron a los pocos mbororos que quedaban que abandonaran el campamento inmediatamente. Todo ocurrió muy repentina e inesperadamente”.

La mañana de ese mismo día, varias personas vieron a un grupo de soldados de las fuerzas armadas congoleñas cuando entraban en el campamento y ordenaban a los nómadas que abandonaran el lugar antes del mediodía. Los militares se apropiaron de sus animales y de todas sus pertenencias, dejándoles sólo los burros para que les transportaran.

En la noche, un equipo de MSF encontró un grupo de unas cien personas -entre ellas varias mujeres y niños- al borde del camino, justo al norte del río Uélé, sin refugio ni alimento. MSF apenas tuvo tiempo, antes de que cayera la noche, para distribuir entre ellos algunos alimentos y ayuda de emergencia.

Actualmente, tanto ellos como otros cientos de mbororos, viven en el bosque, en los alrededores de Nambia, donde MSF lleva a cabo actividades médicas en una clínica, cuando las condiciones de seguridad lo permiten. “Nos preocupa que duermen en el bosque sin refugio, sin alimentos, sin posibilidad de recibir atención médica, y que están mucho más vulnerables a los ataques y acosos que cuando estaban en el campamento en Niangara”, dice Azaad. “Al parecer, estas personas son recibidas con hostilidad tanto por las autoridades como por los civiles dondequiera que vayan. A menudo se esconden en lugares donde no podemos acceder a ellos. Esperamos que aquellos que necesiten atención médica puedan llegar a nuestras clínicas móviles en el centro de salud de Nambia”.




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