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Juan Carlos Monedero: Ante la crisis del modelo de acumulación, la respuesta del capitalismo es la guerra

Fernando Arellano Ortiz.- Para el politólogo y sociólogo español Juan Carlos Monedero, la coyuntura mundial está signada por una crisis del sistema capitalista que está llevando a ahondar los mecanismos de explotación de la gente con el fin de mantener a como dé lugar este modelo de acumulación que ha generado un clima planetario de estallido social.

“En el momento actual -dice- no hay espacios para el optimismo: no hay sujeto, no hay teoría, en cambio sigue habiendo la voracidad extrema de un sistema que solamente funciona sobre la base de aquello que decía Marx, acumular, acumular, y con una perspectiva de un incremento fuerte de la represión”.

Monedero es licenciado en Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Complutense de Madrid. Hizo sus estudios de posgrado en la Universidad de Heidelberg (Alemania), y ha sido profesor invitado en el Instituto de Estudios Políticos de la Universidad Humboldt de Berlín, de la Universidad Nacional de Quilmes (Argentina), la Universidad Nacional de Medellín (Colombia), la Universidad Iberoamericana de Puebla (México), así como la Universidad Bolivariana y la Universidad Central de Venezuela. Su tesis doctoral sobre el hundimiento de la República Democrática Alemana recibió la calificación de sobresaliente cum laude.

Actualmente es profesor titular de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid. Es el coordinador de la Escuela Latinoamericana de Gobierno, Políticas Públicas y Ciudadanía y responsable de formación del Centro Internacional Miranda de Caracas (Venezuela). En este marco ha sido el responsable del Diploma de Gobierno y Poder Ciudadano de formación de cuadros técnicos y políticos, con vistas a aumentar la capacidad institucional y política de los servidores públicos en Venezuela y Ecuador.

Por una nueva definición de democracia

Para este científico social español es imperativo recrear el término democracia antela irrupción de nuevos conflictos en el mundo y la activación también de nuevos actores en la vida social y política de los pueblos que antaño estaban relegados o marginados.

En ese sentido, muy elocuentes fueron sus palabras durante el discurso que pronunció ante la ONU el 15 de septiembre de 2010 con motivo del Día Internacional de la Democracia. Algunos apartes son los siguientes:

“La academia tiene que revisar sus conceptos, y entender que el discurso sobre la modernización desarraigó a los pueblos del Sur y los sometió al modelo de valorización del Norte; que el discurso sobre las transiciones a la democracia se hizo sobre la ausencia de participación popular y la renuncia a las reparaciones (valga el ejemplo de la democracia española, presentada como ejemplar, y a la que no le importó llamarse así pese a asentarse sobre 150.000 cadáveres asesinados por la dictadura de Franco y que aún hoy, siguen en cunetas, campos y caminos; junto a cosas parecidas podíamos decir de Indonesia, Brasil, Chile, Guatemala, El Salvador, Colombia, etc.); debe la ciencia política entender que la gobernabilidad puso la sospecha en la arena popular en un momento donde la crisis de legitimidad ponía la responsabilidad en el lado de los gobiernos, al igual que la gobernanza, más cerca de la plutocracia que de la democracia, niega el conflicto en un momento de la humanidad en donde nunca las desigualdades fueron tan grandes”.

“La teoría política democrática tiene grandes retos ante sí. Una democracia que corriera con los tiempos podría atreverse a presentar el consumo que excede el propio territorio como una invasión de otros países, reservándole el mismo trato que el de una guerra de conquista. Si un país con el 5% de la población mundial es responsable del 25% de la emisión de CO2, ese exceso está poniendo una suerte de bota militar ecológica sobre otros países. La teoría democrática puede pensar en nuevos indicadores que incorporen nuevas miradas para salir de su parálisis. Recuperaría así una presencia social que hoy no tiene y sería más fácil ver a politólogos acompañando a movimientos sociales que asesorando a estructuras de decisión incapaces de generar cambios. ¿Se atreve el pensamiento social a devolver a la sociedad el esfuerzo que ésta hace para que nos dediquemos a nuestra labor?”

“En nombre de la democracia se estaría excluyendo, como hizo la Grecia clásica con los esclavos. Una nueva definición de democracia que entienda que hay un nuevo demos, un nuevo pueblo, debido a las migraciones: que explique que todo el que vive en un lugar debe ser considerado de ese lugar. Porque, de lo contrario, en nombre de la democracia se estaría excluyendo, como hizo la Grecia clásica con los esclavos, a parte importante de los que sostienen laboralmente a los países. E igualmente reflexionar que hay un demos en el futuro, con derechos pero sin deberes, que son las nuevas generaciones, lo que obliga a incorporar al nuevo demos a la naturaleza y hace de la idea de decrecimiento, especialmente en el Norte, una idea sin la cual ya no es posible pensar la democracia”.

Venezuela: proceso de transformación de largo aliento

Por su vinculación con el Centro Internacional Miranda, el tanque de pensamiento e investigación encargado de formular líneas de acción para el impulso del proceso revolucionario de Venezuela, Monedero asevera que las transformaciones que tiene que vivir este país latinoamericano son de largo aliento. “Es mentira que Venezuela quiera ser Cuba”, asegura.

Explica que el presidente Hugo Chávez ha planteado con estricta nitidez que el error del socialismo del siglo XX fue acabar con la propiedad privada.

“Hay una diferencia clara entre la propiedad privada, los medios de trabajo y los medios de producción”, explica.

“Hay bienes que son públicos: la electricidad, el agua, el alimento, la salud, una educación básica, la banca. Creo que esos son bienes públicos que no tienen que entenderse como mercancías. Es un disparate que sembró el capitalismo. El Estado tiene que regular los bienes públicos. El propio sentido común nos dice que el derecho a comer está por encima del derecho a la propiedad privada. Hemos entendido que la nacionalización de los medios de producción no garantiza la satisfacción de las necesidades públicas, tiene que ser la propia comunidad organizada la que se corresponsabilice, con la ayuda del Estado central”.

“Los bienes públicos tienen que suministrarse públicamente, que no estatalmente, porque una de las cosas que presenta esta reforma es la construcción de un sector público no estatal. Si sólo fuera estatal estaríamos ante un socialismo del siglo XX que fracasó”, señala.

Hay una crisis capitalista profunda, pero no hay modelo alternativo

En su último viaje a Colombia, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano www.cronicon.net realizó la siguiente entrevista con Juan Carlos Monedero.

- La crisis capitalista es sistémica, no obstante que los analistas consideran que no hay un sujeto político que jalone un cambio fundamental de modelo económico. ¿Está de acuerdo con esa visión?

- De las crisis económicas se han salido a través de un modelo de Estado. En los años 20 con el fordismo que sienta las bases de lo que fue después el keynesianismo; en la crisis de los años 70 con el neoliberalismo y el posfodismo; hoy hay una nueva crisis, evidente, profunda, pero no hay modelo alternativo. Falta el sujeto, la clase obrera no construye ese imaginario capaz de portar esa posibilidad de una nueva alternativa pero tampoco existe el marco teórico de cómo podría ser esa alternativa. Ello presenta un panorama gris porque en otros momentos históricos donde no ha habido una hegemonía mundial y hay intereses en conflicto la respuesta ha sido la guerra. Con esto no quiero ser en exceso pesimista, porque un pesimista es un idiota antipático, pero tampoco optimista, porque un optimista es un idiota simpático, y de alguna manera hay que sobreponerse a esos dos tipos de idiotez. Pero el panorama no es nada halagüeño. Yo creo que los elementos que permitieron rearmar un modelo en los años 70, eso que llamamos neoliberalismo, que fue un acuerdo general, que años después se le denominó también Consenso de Washington, se asentaba en cuatro grandes patas: una era el incremento del déficit público, es decir, diferir hacia las generaciones futuras la solución del problema; la segunda era insistir en la explotación de los países del sur, algo que hoy no es posible por la nuevas rearticulaciones como el G-20 o también la propia emergencia de gobiernos que hacen de la soberanía una bandera como el caso de América Latina; la tercera solución tiene que ver con la explotación de la naturaleza y ésta ya ha dicho basta. Queda el cuarto elemento, el más tradicional, que es el de incrementar los niveles de explotación a la clase obrera, pero eso genera a su vez un problema que se está agravando y que es una crisis de legitimidad, de confianza y de acumulación. Es decir, el ahondar en la explotación de la gente para solventar el modelo de acumulación capitalista va agravando paulatinamente el problema y va generando un clima de estallido social. Por eso digo que en el momento actual no hay espacios para el optimismo: no hay sujeto, no hay teoría, en cambio sigue habiendo la voracidad extrema de un sistema que solamente funciona sobre la base de aquello que decía Marx, acumular, acumular, y con una perspectiva de un incremento fuerte de la represión en el inmediato futuro.


- En el ámbito mundial, América Latina es donde se da una ebullición social permanente. ¿Qué le hace falta a la izquierda de los países latinoamericanos para generar ese sujeto y ese marco teórico a los cuales usted se refiere?

- El sujeto político de las transformaciones en América Latina no es el proletariado sino el “pobretariado”. Y el “pobretariado” tiene unas cualidades muy altas para terminar con la depredación neoliberal pero tiene muchas más dificultades para armar el modelo alternativo, sobre todo porque tiene que enfrentar con unos liderazgos fuertes, que son muy útiles para el modelo neoliberal que se apoyan en el Estado y sobre todo el ejército. Yo tengo mis dudas de que este sujeto sirva para consolidar una alternativa, porque está aún en una posición reactiva, eso no quita que sea lo más fecundo que hay ahora mismo en el mundo y es de donde están surgiendo propuestas que creo que van en la dirección correcta. En primer lugar, desconexión de los mecanismos financieros globales que son el corazón del mal; en segundo lugar, una relocalización de la economía, lo que implica desarrollos endógenos y dejar de seguir funcionando en un modelo exportador que deja desabastecidos los mercados internos; en tercer lugar y lo más esencial, construir una nueva globalización contrahegemónica. Es decir, que asuma y entienda que la globalización llegó para quedarse, porque es inimaginable ahora pensar en modelos de autarquía, que se cierren en sí mismo, sino que hay que buscar una globalización basada no en elementos de competitividad sino de complementación, como por ejemplo la Alianza Bolivariana para los Pueblos (ALBA).

- Desde el Centro Internacional Miranda se hizo un ejercicio tanto de evaluación como de prospectiva de la primera década de la Revolución Bolivariana en Venezuela y su exposición en ese sentido generó revuelo por sacar a relucir aspectos como el hiperliderazgo político, la mentalidad rentística de la población en ese país, entre otros. ¿Cuál es la lectura que hizo respecto del futuro del proceso político liderado por el presidente Hugo Chávez

- Ahí lo que hicimos fue una evaluación de la primera década del proceso revolucionario en Venezuela y los elementos que requieren ser revisados. En un balance que yo hice de los fantasmas históricos de Venezuela donde están la mentalidad rentística, el militarismo, el centralismo, la corrupción, el clientelismo partidista, uno de los elementos que también mencioné fue el hiperliderazgo histórico que es muy propio de países que no han terminado de armar un Estado moderno y que tampoco ha articulado un sistema de partidos que dé respuestas a las diferentes sensibilidades populares. Ahí el papel del hiperliderazgo venezolano lo hemos equiparado a lo que llamaba Gramsci un cesarismo progresista. Es decir, hay un proceso de cambio, hay vacíos populares y el líder ocupa un lugar importante para seguir ayudando a que el proceso de emancipación siga su rumbo. Pero esto yo lo considero bueno, en los momentos de freno del modelo neoliberal, se requiere una pluralización para la consolidación, ese es uno de los ejes que nosotros planteamos. Los liderazgos en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba tienen que hacerse más colectivos porque sino caen en una suerte de facilitación popular y al final ese líder que va acumulando tanta responsabilidad tiene también una información que no la tiene nadie en el país y eso va dificultando las posibilidades objetivas de dialogar. En ese sentido creo que es un momento muy bueno para decir que este liderazgo tan útil y muy necesario como el de Chávez en Venezuela, tiene que abrirse a elementos más plurales que permitan esa consolidación. No es en absoluto una crítica al liderazgo de Chávez que lo consideramos todos los que asistimos a ese seminario como indispensable. Se trató de una llamada de atención para que ese liderazgo no se debilite al no tener la posibilidad de delegar funciones en un liderazgo más colectivo.

- ¿Como español, que elementos destacaría de este bicentenario de la emancipación de América Latina, cuando desde le península Ibérica ya no vienen con carabelas, espada, sífilis y con Biblia sino que mediante grandes inversiones tratan de lograr una nueva recolonización?

- Es una pregunta difícil de responder, porque yo te contestaría que mi abuelo se quedó en España y los que vinieron son tus abuelos más que los míos. Yo creo que España se ha curado de esa mirada tan terrible del descubrimiento, todavía no se atreve ni hablar de conquistar ni de asumir con contundencia lo que significó aquel proceso pero también hay que ayudarla y ella tiene que ayudarse a sí misma a entender que un español del siglo XXI no tiene la responsabilidad de la conquista, en cambio si tiene la responsabilidad de que las empresas trasnacionales españolas no dificulten la posibilidad de desarrollo de este continente. En ese sentido creo que esta celebración del bicentenario debe servir para alertar sobre estos 500 años de soledad provocados por el imperio de aquel momento y después por imperios sucesivos. Y debe servir también para una toma de conciencia de reencuentro. Yo estoy más cerca de muchos latinoamericanos que de la derecha española…

- ¿Cuándo habla de la derecha española incluye al PSOE?

- No, no, las tesis de las dos orillas no son productivas intelectualmente, pero Obama no es igual que Bush, aunque estructuralmente vaya a repetir muchas políticas; Aznar no es igual que Zapatero, aunque los dos sostengan el modelo capitalista. Creo que para cada problema complejo hay una respuesta simple pero equivocada y es una misión de los que nos podemos permitir el lujo de dedicarnos a pensar, complejizar y no simplificar.

- Y hablando de José María Aznar, ¿está de acuerdo con que se lo juzgué internacionalmente como criminal de guerra por haber involucrado a España en la invasión a Irak?

- Sí, sí, además por razones muy personales porque él quiso encarcelarme a mí por oponerme a la invasión de Irak. Me encantaría que ahora confrontáramos quién era el criminal, si yo por haberme opuesto a esa agresión o él por haber colaborado activamente en esa masacre.




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