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¿No hay mal que dure 100 años?

Por Franco Gamboa Rocabado  

Si bien el refrán “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista” es muy conocido, tiene que reformularse para analizar el conflicto entre Bolivia y Chile sobre el problema marítimo. Desde que Bolivia perdió la Guerra del Pacífico en 1879, el conjunto de diversos tratados para recuperar un acceso al mar, ha caído en un sinfín de callejones sin salida. La invasión chilena fue injusta, sangrienta y arrastró una cadena de animadversiones sin sentido que se prolongan hasta el siglo XXI.

La efectividad de una negociación internacional, siempre se mide sobre la base de los resultados logrados con miras hacia una solución aceptable para las partes en disputa. En el caso de Bolivia y Chile, los problemas se complejizaron demasiado con los resultados del Referéndum sobre el Gas del año 2004. Este hecho marcó una señal muy fuerte en la mentalidad chilena, en términos de un nacionalismo boliviano que se negaba a considerarlos como opción bilateral confiable. Bolivia se negó a la exportación de gas por Chile, creando una resistencia inmediata que despertó mayores susceptibilidades mutuas.

¿Cuál fue la respuesta chilena? No se sabe a ciencia cierta porque las autoridades fueron muy cautas, aunque algunos discursos del ex presidente Ricardo Lagos y la prensa chilena, poco a poco reforzaron también una actitud nacional-defensiva al estilo de los Estados fuertes que no deberían dejarse intimidar ante nada. Chile se sabe fuerte, protegerá su soberanía y considera a Bolivia como un enemigo “latente” que le cierra las puertas por medio de presiones con la venta del gas y el acceso a otras fuentes de energía como el agua.

Las negociaciones bilaterales entre Chile y Bolivia no se agotaron, a pesar de estos sutiles choques. Sin embargo, una reorientación útil y estratégica para las reivindicaciones bolivianas es precisamente, investigar los impactos y las recomendaciones que los diplomáticos chilenos identificaron luego del Referéndum de 2004. Con estos datos, además debe incorporarse otro conjunto de paquetes de información relacionados con la “crisis energética” chilena, especialmente la demanda de agua y formas de cooperación en materia de recursos humanos; es decir, intercambio de profesionales a cambio de mejorar las relaciones progresivas por medio del “entrismo”. Esto no significa que deban implementarse formas sutiles de espionaje, sino todo lo contrario: aprovechar las buenas condiciones de educación de alta calidad que Chile posee, lo cual también serviría para fortalecer a los profesionales bolivianos; por contrapartida, la apertura de puertas en Bolivia para mejorar la imagen de los chilenos en el territorio nacional, representaría una opción cooperativa necesaria.

Un segundo punto de desencuentro en la negociación bilateral fue el tipo de diálogo en diferentes niveles (disonantes) entre la ex presidenta Michelle Bachelet y Evo Morales para fijar 13 puntos de diálogo, los cuales son demasiado generales y presa de la desorientación respecto a la “diplomacia de los pueblos”, como parte de la oferta boliviana. Aunque esto no salga a relucir en la prensa, o en las relaciones de carácter político, Chile observa al régimen de Morales con mucho escepticismo, no por algún temor de carácter militar, sino debido a la baja calidad de los profesionales y el tipo de régimen populista que a los chilenos, simplemente sorprende. Muchos diplomáticos chilenos consideran a Morales y sus propuestas sobre la diplomacia de los pueblos, con total humor y discreta irreverencia.

En el periodo 2004-2010, la negociación bilateral fue ineficiente y con altas dosis de incoherencia. Una pauta realista es observar cómo Bolivia comienza algunos conflictos abiertos, incentivando la opinión pública nacionalista. La declaración del presidente Evo Morales en marzo de 2011 para iniciar un proceso contencioso ante la Corte Internacional con el fin de forzar una solución a la demanda marítima, no fue sorpresiva para Chile, país que utilizó dicha noticia como un dato más de ruptura en la construcción de los procesos de confiabilidad.

Desde el nombramiento de varios ex funcionarios de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) de izquierda como diplomáticos y funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores en Bolivia, nunca hubo una estrategia clara para avanzar sólidamente en la solución de este conflicto. Chile conocía muy bien esta situación y aprovechó la inexperiencia de estos activistas de ONG, además de comprobar que el cambio constante de funcionarios exteriores rompía toda coherencia en las negociaciones que Bolivia tenía con Chile.

Los diplomáticos chilenos de carrera, difícilmente cambian de la noche a la mañana; además, utilizaron hábilmente las mutuas visitas de chilenos a Bolivia y de bolivianos a Chile en el año 2006, logrando una agenda de 13 puntos opaca e inefectiva. Por otra parte, el personalismo de Morales, persuadido por su entorno para “vender una imagen” de líder internacional, lo único que logró fue concentrar, de manera deficiente, la discusión de los problemas de fondo en alguien que nunca estuvo versado en la materia. Las múltiples declaraciones risibles de Evo Morales sobre una serie de temáticas – como la homosexualidad relacionada con el consumo de pollos de granja – terminaron por desgastar su figura y exponerlo como un jefe de Estado que no se encuentra a la altura de una negociación seria con Chile.

La izquierda aglutinada en la Concertación y la derecha de Renovación Nacional o la Unión Demócrata Independiente de Chile, por igual, nunca abrirán la posibilidad de una salida al mar con soberanía para Bolivia. Además, ambas fuerzas políticas tienen de por medio la oposición de las Fuerzas Armadas, sumamente reacias a modificar sus patrones de comportamiento. Sería muy saludable iniciar un proceso de acercamiento entre militares chilenos y bolivianos de alta graduación para diseñar en el área de seguridad internacional, estrategias de diálogo. El problema, también radica en la pobre formación profesional de los militares bolivianos, ocupados únicamente de sus posicionamientos personales sin mucho esfuerzo.

Desde esta perspectiva, el proceso judicial contra Chile en la Corte Internacional aparece como razonable y, efectivamente, como otra alternativa posible para lidiar con el conflicto. Esperemos que Bolivia haya dado este paso con la seriedad que se necesita, es decir, con un equipo de profesionales de alto nivel. Posiblemente la estrategia boliviana del juicio logre oportunidades, si por oportunidad entendemos aquella opción disponible para obtener algún tipo de solución al conflicto. La flexibilidad en este tipo de disputas de tan largo plazo es, definitivamente, una actitud necesaria. Ahora bien, todo depende de los resultados del juicio entre Perú y Chile sobre el tramo Arica-Tacna.

Si las elecciones presidenciales en Perú, programadas para abril de 2011, contribuyen a elegir un candidato que prosiga las macro políticas de mercado, entonces la complementariedad económica entre Chile y Perú se acrecentará. Si se erige un gobierno de tipo izquierdista, alineado con Hugo Chávez por ejemplo, entonces restaría ver alguna ventaja a favor de Bolivia; sin embargo, esto es incierto.

Con el anuncio de un proceso judicial a Chile, el presidente Evo Morales, una vez más, sorprendió al público boliviano y a la prensa internacional para reforzar la imagen de una autoridad fuerte en el terreno de algunos temas fundamentales. La constante inflación, los conflictos internos y la profunda debilidad luego de su derrota al no poder reajustar los precios internos de la gasolina con los precios internacionales del petróleo, ameritaban alguna estrategia para relanzar un liderazgo presidencial creíble. El problema descansa en que su actitud, posiblemente fue previsible para Chile. Los especialistas en relaciones internacionales de varias instituciones en Santiago que analizan las relaciones con Bolivia, se caracterizan por tener información pormenorizada, sobre la base de mucha información proveniente de La Paz. Los diplomáticos chilenos preveían una declaración así.

De cualquier manera, Chile no romperá por completo las negociaciones bilaterales pero utilizará la decisión de Morales (opción por el juicio) como una señal más para acelerar la resolución del actual conflicto con Perú. Si el fallo fuera favorable a Perú, la salida boliviana al mar por Arica y Tacna se bloquea con Chile dado que Bolivia deberá negociar con Perú, bilateralmente. Si el fallo se inclina a favor de Chile, es un factor que beneficiaría a su soberanía y sería muy difícil para Bolivia obtener términos beneficiosos.

Bolivia no ha revelado ninguna estrategia sobre el juicio, pero está capitalizando al interior el relativo apoyo de algunos sectores y así ganando terreno político en la vida nacional. El obstáculo es la inexistencia de una solución definitiva al problema marítimo que, como siempre, no deja de ser confusa y muchas veces considerada inviable por las élites chilenas, es decir, salida soberana. Habría que ver hasta dónde Bolivia está dispuesta a ceder para ganar algo del proceso en la corte de La Haya.

Chile, como país miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), tiene que mantener una hoja de vida impecable, es decir, sin disputas complicadas. Por esta razón, un juicio ventilado públicamente en la Corte Internacional perturba su prestigio globalmente. Por esto mismo, Bolivia puede aprovechar este factor para retomar las negociaciones bilaterales en serio y presionar nuevamente, en función de clarificaciones más útiles que los 13 puntos infructuosos del año 2006.

Es altamente probable que el “entrismo cooperativo de mutua convivencia y reconocimiento”: de chilenos hacia Bolivia y de bolivianos hacia Chile, vaya reduciendo los bloqueos drásticos y nacionalistas. Así, el constante acercamiento construirá puentes humanos de respeto y profesionalismo que el régimen boliviano de izquierda tradicional con Morales a la cabeza, hoy día no tiene. Sólo el tiempo dirá si realmente existen males que duran más de cien años y hay cuerpos, como el boliviano, que lo resisten porque el conflicto marítimo desde 1879 es uno de los pocos en el mundo donde el nacionalismo, terminó convirtiéndose como la neurosis de los individuos: reacciones intolerantes y ambiguas que cultivan la demencia, distorsionando el análisis de soluciones con justicia.




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