Por Rafael Fernando Navarro
Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Constitucionalmente est谩n permitidas las manifestaciones, pero dentro de un orden. A los manifestantes los flanquea una cadena humana que hace guardar el orden. Y por si acaso se desobedece a esos encargados, van a su lado, delante y detr谩s cordones policiales. Casco, chaleco antibalas, porras dise帽adas especialmente para la crueldad por estudiosos crueles. Y unos fusiles que lanzan pelotas tremendamente da帽inas, paralizantes, producto, entiendo, de personas creadoras de situaciones sanguinarias. Me imagino a los fabricantes de armas en una entrevista con los ministros de defensa: “Mire, Sr. Ministro, esta bomba es capaz de matar a tres mil personas de golpe. Puede usted hacer desaparecer un pueblo peque帽o con una sola. ¿Se imagina el ahorro? Esta otra aniquila s贸lo a ni帽os. Logramos as铆 un enorme sufrimiento a los padres que terminar谩n claudicando inmediatamente. Adem谩s su acci贸n evapora la sangre de los muertos y evitamos el espect谩culo desagradable de tener que limpiarla con mangueras” Y el ministro comentando con sus colegas: “he hecho esta ma帽ana una compra fant谩stica. No puedo revelar detalles, pero seremos los primeros en matar de la forma m谩s higi茅nica posible”
Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Menos cuando de banqueros se trata. Veinte euros por renovar la tarjeta, tres por una transferencia de “mi” dinero a otra entidad bancaria, cinco por gastos postales, hipotecas vitalicias para dos dormitorios, cuarto de ba帽o y cocina… Y as铆 hasta cantidades infinitas. Aqu铆 est谩 permitido el desorden moral y 茅tico. Tal vez por eso dec铆a Cayo Lara estos d铆as: “Hay que desalojar la calle de banqueros por higiene” Pero nadie se atrever谩, porque son los que en realidad gobiernan el mundo. Los gobernantes est谩n sometidos al ritmo indecente de la banca. La crisis actual est谩 ocasionada por ella, pero la pagamos todos, especialmente los m谩s pobres. ¿Y sus autores? ¿Cu谩ntos de los padres de la crisis est谩n en la c谩rcel? ¿A cu谩ntos se les han embargado sus bienes? Eso queda para el alba帽il que duerme entre cartones porque no pudo pagar la mensualidad.
El orden. Cuando escribo ha sido desalojada la Plaza de Catalunya con un salvajismo digno de tiempos dictatoriales. Multitud de heridos. Un muchacho en silla de ruedas tirado al suelo. Los concentrados con las manos en alto, entregados limpiamente, pidiendo s贸lo que cambie un poquito el mundo. No que desaparezcan los pobres, sino que tengan derecho a la sonrisa. Por la tarde la Puerta del Sol se llen贸 de claveles, de “chabolistas harapientos”, dir铆a Esperanza Aguirre. Se insulta hasta a los claveles. Claveles esperanzados de Abril portugu茅s.
Orden. ¿Pero quien ha dicho que la vida sea orden? La vida es sorpresa, improvisaci贸n. El primer beso es un sobresalto de dulzura. El primer trago de carne y caricias, un escalofr铆o que pone de pi茅 la sangre. La primavera llega como un fogonazo de luz. El mar es el mar porque no nos cabe en las manos. El amor, el revolc贸n inesperado de la existencia. El hijo, el asombro que nunca pudimos medir de antemano. El sexo, un temblor de vida, como un p谩jaro. El p谩jaro, la belleza haciendo caminos en el aire.
El 15-M est谩 ah铆. Inventando el desorden. Consciente de que el mar est谩 bajo los adoquines, pidiendo lo imposible como parto feliz de la realidad. Estamos ah铆, rehaciendo la historia para librarla de convertirse en costumbre esclavizante, creando futuro para que no nos golpee el presente y nos convierta en quietud suicida.
Nadie puede amar el orden. S贸lo aquellos que fabrican bombas para ahorrarle dinero a los gobiernos.
Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Constitucionalmente est谩n permitidas las manifestaciones, pero dentro de un orden. A los manifestantes los flanquea una cadena humana que hace guardar el orden. Y por si acaso se desobedece a esos encargados, van a su lado, delante y detr谩s cordones policiales. Casco, chaleco antibalas, porras dise帽adas especialmente para la crueldad por estudiosos crueles. Y unos fusiles que lanzan pelotas tremendamente da帽inas, paralizantes, producto, entiendo, de personas creadoras de situaciones sanguinarias. Me imagino a los fabricantes de armas en una entrevista con los ministros de defensa: “Mire, Sr. Ministro, esta bomba es capaz de matar a tres mil personas de golpe. Puede usted hacer desaparecer un pueblo peque帽o con una sola. ¿Se imagina el ahorro? Esta otra aniquila s贸lo a ni帽os. Logramos as铆 un enorme sufrimiento a los padres que terminar谩n claudicando inmediatamente. Adem谩s su acci贸n evapora la sangre de los muertos y evitamos el espect谩culo desagradable de tener que limpiarla con mangueras” Y el ministro comentando con sus colegas: “he hecho esta ma帽ana una compra fant谩stica. No puedo revelar detalles, pero seremos los primeros en matar de la forma m谩s higi茅nica posible”
Los gobiernos viven obsesionados con el orden. Menos cuando de banqueros se trata. Veinte euros por renovar la tarjeta, tres por una transferencia de “mi” dinero a otra entidad bancaria, cinco por gastos postales, hipotecas vitalicias para dos dormitorios, cuarto de ba帽o y cocina… Y as铆 hasta cantidades infinitas. Aqu铆 est谩 permitido el desorden moral y 茅tico. Tal vez por eso dec铆a Cayo Lara estos d铆as: “Hay que desalojar la calle de banqueros por higiene” Pero nadie se atrever谩, porque son los que en realidad gobiernan el mundo. Los gobernantes est谩n sometidos al ritmo indecente de la banca. La crisis actual est谩 ocasionada por ella, pero la pagamos todos, especialmente los m谩s pobres. ¿Y sus autores? ¿Cu谩ntos de los padres de la crisis est谩n en la c谩rcel? ¿A cu谩ntos se les han embargado sus bienes? Eso queda para el alba帽il que duerme entre cartones porque no pudo pagar la mensualidad.
El orden. Cuando escribo ha sido desalojada la Plaza de Catalunya con un salvajismo digno de tiempos dictatoriales. Multitud de heridos. Un muchacho en silla de ruedas tirado al suelo. Los concentrados con las manos en alto, entregados limpiamente, pidiendo s贸lo que cambie un poquito el mundo. No que desaparezcan los pobres, sino que tengan derecho a la sonrisa. Por la tarde la Puerta del Sol se llen贸 de claveles, de “chabolistas harapientos”, dir铆a Esperanza Aguirre. Se insulta hasta a los claveles. Claveles esperanzados de Abril portugu茅s.
Orden. ¿Pero quien ha dicho que la vida sea orden? La vida es sorpresa, improvisaci贸n. El primer beso es un sobresalto de dulzura. El primer trago de carne y caricias, un escalofr铆o que pone de pi茅 la sangre. La primavera llega como un fogonazo de luz. El mar es el mar porque no nos cabe en las manos. El amor, el revolc贸n inesperado de la existencia. El hijo, el asombro que nunca pudimos medir de antemano. El sexo, un temblor de vida, como un p谩jaro. El p谩jaro, la belleza haciendo caminos en el aire.
El 15-M est谩 ah铆. Inventando el desorden. Consciente de que el mar est谩 bajo los adoquines, pidiendo lo imposible como parto feliz de la realidad. Estamos ah铆, rehaciendo la historia para librarla de convertirse en costumbre esclavizante, creando futuro para que no nos golpee el presente y nos convierta en quietud suicida.
Nadie puede amar el orden. S贸lo aquellos que fabrican bombas para ahorrarle dinero a los gobiernos.