Por Gustavo Duch

La ‘crisis de los pepinos’ o mejor dicho el brote de E. Coli que afecta al norte de Europa, es una buena ensalada donde se mezclan alarmas, angustias y mensajes de confianza. A la espera de respuestas definitivas sobre sus or铆genes, y ahora que tenemos a los pepinos absueltos, me parece imprescindible abrir algunas reflexiones sobre el sistema alimentario global por el que hemos optado en los pa铆ses desarrollados (y que se ha impuesto a los pa铆ses del Sur empobrecido).
El sistema en cuesti贸n ha sido dise帽ado para producir algo parecido a alimentos, a costes muy bajos, tanto econ贸micos, sociales como ecol贸gicos; pero que puedan producir altos beneficios a quienes se dedican a su comercializaci贸n. Los alimentos, lejos de considerarlos como una necesidad y un derecho, se entienden como una mercanc铆a sin m谩s. El caso de los pepinos es un buen ejemplo: los esfuerzos para cultivar, regar y cosechar un pepino, representar谩n para el agricultor o agricultora 0’17 euros por kilo vendido. La poblaci贸n consumidora pagar谩 1’63 euros por kilo. Es decir, un incremento superior al 800%.
Mercanc铆as con este margen son verdaderos diamantes que recorren el mundo siempre en una misma direcci贸n, la direcci贸n centr铆peta: desde las regiones productoras a las poblaciones con m谩s poder adquisitivo. Y pepinos, pi帽as o panga hacen entonces viajes muy largos, en temporada alta y con muchas ciudades que visitar. Las administraciones ante este mercado, no se plantean revisar el modelo, sino que optan por asegurar y aumentar los controles alimentarios. Pero por muchas medidas que se puedan tomar, y como hemos visto tambi茅n con las dioxinas, gripe porcina o vacas locas, las crisis alimentarias son insalvables, y las acabamos pagando la poblaci贸n consumidora (que puede enfermar) y la productora (que puede perderlo todo).
Las dimensiones del problema tambi茅n las hemos de tener en cuenta. Una partida de alimentos industrializados afectada de alg煤n problema de salubridad son miles y miles de unidades contaminantes, aumentando mucho la dispersi贸n y alcance del brote o epidemia.
Por 煤ltimo en Alemania, donde se ha podido percibir cierta descoordinaci贸n entre sus autoridades, han obrado tajantemente bajo el principio de precauci贸n, impidiendo el consumo del pepino y otras hortalizas… por lo que pudiera ocurrir. El mismo principio que en cambio siempre queda relegado en otros riesgos alimentarios no agudos pero si a largo plazo, como por ejemplo el consumo de alimentos transg茅nicos o las nuevas pr谩cticas de nanotecnolog铆a. Pareciera que las multinacionales que controlan el sistema alimentario tienen lazos muy estrechos con las autoridades sanitarias que a ellas s铆 les permiten campar, acampar y cultivar a sus anchas.
A partir de estas reflexiones y otras que se podr铆an a帽adir, parece l贸gico proponer que las medidas pol铆ticas en agricultura y alimentaci贸n se dirigieran m谩s a revisar el modelo en s铆 mismo. No podemos resolver estas crisis con m谩s puntos de control, con m谩s tecnolog铆a; es un camino equivocado y sin salida. Sin embargo, como dice la Dra. Marta Rivera «la Soberan铆a Alimentaria, que apuesta por la relocalizaci贸n de los sistemas agroalimentarios y por modelos de producci贸n campesinos, podr铆a (adem谩s de alimentar a toda la poblaci贸n) incrementar tambi茅n la seguridad alimentaria. Por un lado, los alimentos ser铆an adecuados al contexto cultural, por otro lado, la agricultura campesina, desde el enfoque de la agroecolog铆a, favorecer铆a la producci贸n de alimentos sin t贸xicos, disminuyendo el riesgo de consumir alimentos contaminados y socialmente justos. As铆 mismo, el acortamiento de la cadena alimentaria y la reducci贸n del n煤mero de intermediarios y transformaciones sufridas por los alimentos disminuyen los puntos cr铆ticos en los que los alimentos pudieran ser contaminados».
Y los beneficios quedar铆an en manos campesinas. Las alarmas s贸lo servir铆an para despertarles por la ma帽ana, si el gallo se olvidara de cantar.
La ‘crisis de los pepinos’ o mejor dicho el brote de E. Coli que afecta al norte de Europa, es una buena ensalada donde se mezclan alarmas, angustias y mensajes de confianza. A la espera de respuestas definitivas sobre sus or铆genes, y ahora que tenemos a los pepinos absueltos, me parece imprescindible abrir algunas reflexiones sobre el sistema alimentario global por el que hemos optado en los pa铆ses desarrollados (y que se ha impuesto a los pa铆ses del Sur empobrecido).
El sistema en cuesti贸n ha sido dise帽ado para producir algo parecido a alimentos, a costes muy bajos, tanto econ贸micos, sociales como ecol贸gicos; pero que puedan producir altos beneficios a quienes se dedican a su comercializaci贸n. Los alimentos, lejos de considerarlos como una necesidad y un derecho, se entienden como una mercanc铆a sin m谩s. El caso de los pepinos es un buen ejemplo: los esfuerzos para cultivar, regar y cosechar un pepino, representar谩n para el agricultor o agricultora 0’17 euros por kilo vendido. La poblaci贸n consumidora pagar谩 1’63 euros por kilo. Es decir, un incremento superior al 800%.
Mercanc铆as con este margen son verdaderos diamantes que recorren el mundo siempre en una misma direcci贸n, la direcci贸n centr铆peta: desde las regiones productoras a las poblaciones con m谩s poder adquisitivo. Y pepinos, pi帽as o panga hacen entonces viajes muy largos, en temporada alta y con muchas ciudades que visitar. Las administraciones ante este mercado, no se plantean revisar el modelo, sino que optan por asegurar y aumentar los controles alimentarios. Pero por muchas medidas que se puedan tomar, y como hemos visto tambi茅n con las dioxinas, gripe porcina o vacas locas, las crisis alimentarias son insalvables, y las acabamos pagando la poblaci贸n consumidora (que puede enfermar) y la productora (que puede perderlo todo).
Las dimensiones del problema tambi茅n las hemos de tener en cuenta. Una partida de alimentos industrializados afectada de alg煤n problema de salubridad son miles y miles de unidades contaminantes, aumentando mucho la dispersi贸n y alcance del brote o epidemia.
Por 煤ltimo en Alemania, donde se ha podido percibir cierta descoordinaci贸n entre sus autoridades, han obrado tajantemente bajo el principio de precauci贸n, impidiendo el consumo del pepino y otras hortalizas… por lo que pudiera ocurrir. El mismo principio que en cambio siempre queda relegado en otros riesgos alimentarios no agudos pero si a largo plazo, como por ejemplo el consumo de alimentos transg茅nicos o las nuevas pr谩cticas de nanotecnolog铆a. Pareciera que las multinacionales que controlan el sistema alimentario tienen lazos muy estrechos con las autoridades sanitarias que a ellas s铆 les permiten campar, acampar y cultivar a sus anchas.
A partir de estas reflexiones y otras que se podr铆an a帽adir, parece l贸gico proponer que las medidas pol铆ticas en agricultura y alimentaci贸n se dirigieran m谩s a revisar el modelo en s铆 mismo. No podemos resolver estas crisis con m谩s puntos de control, con m谩s tecnolog铆a; es un camino equivocado y sin salida. Sin embargo, como dice la Dra. Marta Rivera «la Soberan铆a Alimentaria, que apuesta por la relocalizaci贸n de los sistemas agroalimentarios y por modelos de producci贸n campesinos, podr铆a (adem谩s de alimentar a toda la poblaci贸n) incrementar tambi茅n la seguridad alimentaria. Por un lado, los alimentos ser铆an adecuados al contexto cultural, por otro lado, la agricultura campesina, desde el enfoque de la agroecolog铆a, favorecer铆a la producci贸n de alimentos sin t贸xicos, disminuyendo el riesgo de consumir alimentos contaminados y socialmente justos. As铆 mismo, el acortamiento de la cadena alimentaria y la reducci贸n del n煤mero de intermediarios y transformaciones sufridas por los alimentos disminuyen los puntos cr铆ticos en los que los alimentos pudieran ser contaminados».
Y los beneficios quedar铆an en manos campesinas. Las alarmas s贸lo servir铆an para despertarles por la ma帽ana, si el gallo se olvidara de cantar.