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Sobre la detención de animalistas

Por Julio Ortega

La táctica llevada a cabo por medios como Intereconomía –dentro de un diseño de acción global con numerosos promotores - que consiste en lograr que el mayor número de ciudadanos posible identifique todo acto de protesta contra el sistema con un acto delictivo y a cualquiera que lo ejerza con un criminal, acaba de demostrar su perversa efectividad (pero sólo inmediata) y cómo quienes manejan los resortes de dicha estrategia son lo suficientemente poderosos como para que se ordenen detenciones al más puro estilo de la DINA.

Esta vez le ha tocado a varios activistas por la defensa de los derechos de los animales – conculcados una y otra vez – al igual que ayer fue la represión contra los integrantes del movimiento 15M. Todo forma parte de un mismo plan y en él cabe desde el juego sucio (infiltrar a policías que originan conductas violentas), hasta acusar a los animalistas de pertenencia a organizaciones terroristas (aprovechándose de la sensibilidad de los ciudadanos ante dicha calificación), o pretender hacerles responsables de la liberación de visones, cuando una mínima reflexión apunta a que fueron realizadas precisamente por quienes tienen intereses en ese sector con una doble intención: completar con los seguros los beneficios que las ventas no dejan y de paso, criminalizar a quienes se declaran en contra del maltrato a los animales. No es nada nuevo, en EEUU dichas prácticas son comunes.

Por encima de todo, más allá de derechos, libertades o códigos siempre hay algo: el dinero. El poder ejercido por el sector empresarial parece omnímodo y suficiente como para poner en marcha unos resortes que, siendo aparentemente garantías para el Pueblo, realmente están por encima de todo al servicio de unos cuantos privilegiados. Es indigno pero así es: emplean el recurso del miedo cuando ven que la verdad y la justicia empiezan a socavar los cimientos de su inmunda y sangrienta industria, y esto tanto vale para quien se lucra a través del sufrimiento de seres vivos, como para aquellos que convertidos en sus portavoces son la voz bien pagada de sus amos, pasando por muchos políticos cuya depravación ética es comparable a su facilidad para alimentar y lucrarse de conductas corruptas.

Están alcanzando el paroxismo de la cobardía y de la desesperación con estas acciones que en modo alguno lograrán lo que pretenden: asustar y confundir. Pueden incendiar una y otra vez la Ciudad para seguir levantando sobre las cenizas sus Domus Aurea, pero estos Nerones no hallarán en ellas los restos carbonizados de una verdad que tanto les molesta e imposible de silenciar: que “terroristas” como los que se inventan somos cada día más. No lo duden.


*Julio Ortega Fraile es Delegado de LIBERA! en Pontevedra





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