Por Julio Ortega
Cien, quinientas, mil veces… ya no s茅 cu谩ntas, pero son muchas las que he escuchado que los que exigimos justicia en casos como estos, indignados y dolidos por atrocidades en las que las v铆ctimas son animales, no sentimos la misma empat铆a hacia los seres humanos. Y eso lo afirman algunos sabiendo que humanas son las manos que encendieron la llama que asol贸 la protectora o las que acabaron con la vida de esos dos cachorritos. Manos pertenecientes a una persona con la que al parecer, a los que nos denigran no les inquieta que sus hijos se crucen con ella. Ni a los pol铆ticos que camine con total impunidad por las calles y repita sus miserables acciones.
Terrac谩n ven铆a de tiempo atr谩s denunciando los ataques que estaba sufriendo. Los galgos, al igual que otras muchas razas de perros y criaturas de diferentes especies: gatos, burros, cabras, etc., son torturados y asesinados en Espa帽a d铆a tras d铆a sin que las autoridades dediquen recursos humanos y materiales para resolver la autor铆a de los cr铆menes. Y las veces que s铆 se averigua – no porque se efect煤en indagaciones, sino porque ni en ocultarse durante la carnicer铆a se molestaron los responsables – ya sabemos todos cu谩les son las consecuencias penales que se derivan por su delito: multa o nada. Normalmente nada.
Mientras en pa铆ses como Austria, Holanda o Suiza, la protecci贸n de los animales y la persecuci贸n de sus maltratadores alcanza rango de ley efectiva y respetada - tanto por los damnificados como porque han comprendido que quien muestra ese comportamiento violento con seres irracionales, es probable que antes o despu茅s escoja a seres humanos como v铆ctimas - nosotros seguimos anclados en una indiferencia e ineficacia aberrantes, tomando como buenos los ataques y acusaciones de los que desprecian a los animalistas y confundiendo qui茅nes son los verdaderos criminales en esta nuestra Espa帽a, todav铆a tan medieval y vergonzosa.