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Cartas de amor

Por Gustavo Duch   

Era una vez que era, que el representante de la Unió de Llauradors i Ramaders, con el apoyo de muchas otras organizaciones del País Valencià, escribió una delicada misiva al responsable de la Comisión Nacional de Bioseguridad (CNB), un organismo que vela por la correcta implantación de los transgénicos en nuestros campos de cultivo.

En ella le decía preocupado, que revisaran a fondo la aprobación concedida a la empresa italiana Transactiva SRL para cultivar y experimentar al aire libre con arroz modificado con genes humanos en el término municipal de Vinaròs, en Castellón. Se trata de un arroz medicamentoso, no apto para el consumo humano, capaz de producir una enzima humana interesante para tratar la enfermedad de Gaucher. Una patología hereditaria que afecta aproximadamente a una persona cada cien mil.

Y se pregunta -¿arroz trasgénico a 20 km del Delta del Ebro donde se produce el 15% de todo el arroz español? Si en campos de la China y EEUU (y en sus cervezas) se han encontrado genes trangénicos con los que sólo se pretendía experimentar, ¿no podría pasar que tengamos en breve paellas con regusto a enzimas? Si eso ocurriera se deberían destruir muchas cosechas, con las consecuentes pérdidas para las y los productores, o bien a toda marcha legalizar la transgenia como rico arroz comestible. Ñam, ñam.


Por último, antes de la despedida, se preguntaba suspicaz ¿por qué este tipo de ensayos no se permiten en Italia (y muchos otros países europeos) y se ‘deslocalizan’ aquí? ¿Por qué tanta gentileza con farmaceúticas que inventan fármacos para enfermedades infrecuentes y que ya tienen curas?

Igual de cortés fue la respuesta enviada desde Madrid donde corrobora que su aprobación al frankenarroz es irrevocable. Que es imposible que de esa parcela se escape ningún gen, que a ningún trabajador se le quedarán granos de arroz en los bolsillos que acaben en un arrozal, que los camiones serán requeteherméticos…en fin, imposible, imposible. De hecho textualmente y en negrita acaba la carta con un «es posible evitar la contaminación por OMG cuando se aplican rigurosas medidas de aislamiento»

Y así fue que fue, que la precaución de uno, conocedor de contaminaciones en experiencias similares fue incompatible a la prepotencia del otro. Y colorin colorado, con estas cartas de amor no se han enamorado.

Gustavo Duch en colaboración con Patricia Dopazo, Acsud Las Segovias País Valencià (*)




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