Por Bartolomé Clavero
El Tribunal Constitucional español no ha admitido a trámite la cuestión de inconstitucionalidad sobre el régimen hipotecario, un régimen que habilita la vía ejecutiva sin debido juicio y que priva de la vivienda sin liquidar la deuda. Un voto particular defendiendo la admisión del caso aunque sólo fuera por sensibilidad social según argumenta, salva la dignidad del tribunal, pero, por solitario, no puede recatar a la justicia.
Hasta el Wall Street Journal, el no va más de la prensa diaria internacional de tendencia pro mercado, pro finanzas y pro empresas, estimaba en un editorial sobre la economía española de la pasada semana que el régimen hipotecario español es el más duro de toda la Unión Europea, esto es, interpreto, el que más incondicional e inequitativamente respalda los intereses de la banca.
La prensa española de antes de ayer (27/7/2011) da la noticia en los términos que la recibe de fuentes interesadas, según los cuales el Tribunal Constitucional concluye que el régimen hipotecario no lesiona derechos constitucionales. No es cierto. Tan sólo escurre el bulto.
Y hablando de la prensa de antier, el director de la información internacional del diario El País, Miguel Ángel Bastenier, del grupo PRISA presente por América, publica su habitual artículo racista ante el acontecimiento latinoamericano del momento, el cambio de presidencia de mañana en el Perú. Presenta al nuevo presidente como alguien cuya trayectoria ha ido del indigenismo apestoso (Vargas Llosa le votó “tapándose la nariz”) al liberalismo salvífico, esto es, Miguel Ángel interpreta consumando el toque de racismo, de lo antiguo a lo moderno.
El artículo se titula “Ollanta y la extraña familia” (Evo Morales y demás), parafraseando un título teatral famoso en España en el que las referencias de nombre propio y de familia extraña es a prostitutas en un medio social que las desprecia y compadece. Si fuera un lapsus no intencionado, todavía resultaría más grave por el grado profundo de racismo que entonces acusa.
Sólo la envergadura de los intereses económicos en juego puede explicar la insensibilidad de un tribunal y el racismo de una prensa. Generalizo esto último porque nunca he visto en dicho diario ninguna protesta de personal ni de redacción ni de colaboración ante el racismo ladino del señor Bastenier. Ni el mismo pone en riesgo su cargo de dirección de la información internacional. Más bien parece que lo afianza.
El Tribunal Constitucional español no ha admitido a trámite la cuestión de inconstitucionalidad sobre el régimen hipotecario, un régimen que habilita la vía ejecutiva sin debido juicio y que priva de la vivienda sin liquidar la deuda. Un voto particular defendiendo la admisión del caso aunque sólo fuera por sensibilidad social según argumenta, salva la dignidad del tribunal, pero, por solitario, no puede recatar a la justicia.
Hasta el Wall Street Journal, el no va más de la prensa diaria internacional de tendencia pro mercado, pro finanzas y pro empresas, estimaba en un editorial sobre la economía española de la pasada semana que el régimen hipotecario español es el más duro de toda la Unión Europea, esto es, interpreto, el que más incondicional e inequitativamente respalda los intereses de la banca.
La prensa española de antes de ayer (27/7/2011) da la noticia en los términos que la recibe de fuentes interesadas, según los cuales el Tribunal Constitucional concluye que el régimen hipotecario no lesiona derechos constitucionales. No es cierto. Tan sólo escurre el bulto.
Y hablando de la prensa de antier, el director de la información internacional del diario El País, Miguel Ángel Bastenier, del grupo PRISA presente por América, publica su habitual artículo racista ante el acontecimiento latinoamericano del momento, el cambio de presidencia de mañana en el Perú. Presenta al nuevo presidente como alguien cuya trayectoria ha ido del indigenismo apestoso (Vargas Llosa le votó “tapándose la nariz”) al liberalismo salvífico, esto es, Miguel Ángel interpreta consumando el toque de racismo, de lo antiguo a lo moderno.
El artículo se titula “Ollanta y la extraña familia” (Evo Morales y demás), parafraseando un título teatral famoso en España en el que las referencias de nombre propio y de familia extraña es a prostitutas en un medio social que las desprecia y compadece. Si fuera un lapsus no intencionado, todavía resultaría más grave por el grado profundo de racismo que entonces acusa.
Sólo la envergadura de los intereses económicos en juego puede explicar la insensibilidad de un tribunal y el racismo de una prensa. Generalizo esto último porque nunca he visto en dicho diario ninguna protesta de personal ni de redacción ni de colaboración ante el racismo ladino del señor Bastenier. Ni el mismo pone en riesgo su cargo de dirección de la información internacional. Más bien parece que lo afianza.