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Dios habló con el viento

Por Rafael Fernando Navarro   

Las religiones, sobre todo las cristianas, tienden a suplantar el quehacer humano por la voluntad de Dios. Hasta tal punto que los esfuerzos humanos quedan siempre a la espera del empeño de Dios para que la realidad sea el fruto de su exclusiva decisión. “Pido a Dios que me dé salud”, aunque fume cuatro paquetes diarios de tabaco. “Dios nos ha dado tres hijos” como si óvulo y esperma fueran el encuentro inútil de dos estrellas errantes. “Dios quiera que nos haga buen tiempo” inutilizando así la universidad a los meteorólogos. En la medida en que la vida es el mero resultado de la voluntad divina, se minimiza la tarea constructora del mundo que el hombre reclama para sí mismo. El teocentrismo expulsa al hombre de su paraíso y lo arroja a la categoría de objeto manipulado, producto del capricho de fuerzas ajenas, aunque, eso sí, responsable del mal que palpamos en el vivir cotidiano.

Michelle Bachmann, precandidata a la presidencia de los EE.UU. por el Partido Republicano, lo afirma con rotundidad: “el huracán 'Irene' y el terremoto del pasado martes en la zona de Washington son un mensaje de Dios para que se recorte el gasto público. No sé qué tiene que hacer Dios para que los políticos le presten atención”

En los países de orientación cristiana, la derecha tiende a apropiarse de Dios hasta el punto de que los que discrepan de sus principios se colocan frente a la divinidad como un desafío a su poder y su querer. Esta actitud fanática y participada por la Iglesia católica, los hace impermeables a un laicismo. Piénsese en la visión de Benedicto XVI en sus visitas a España o en la postura de la jerarquía episcopal española.

Debería estar prohibido llamarle Irene a un huracán que destruye vidas y bienes. Quien ama la paz (Irene) nunca puede entrañar destrucción y aniquilamiento. ¿Pero puede Irene ser el fruto de la voluntad de Dios? Desde el Papa hasta el cura rural del último pueblo responderían afirmativamente. Preguntados por los muertos, por la orfandad, por el llanto de madres, por el dolor de la vida, nos responderían que corresponde a la penumbra del misterio. Y escondidos tras esa oscuridad, seguirían implicando a Dios en el recorte del gasto público.

Con esta postura tan simplista, la Jerarquía eclesiástica, una gran mayoría cristiana y por supuesto la derecha política de muchos países denigran a una izquierda laica, la tachan de anticristiana y la condenan por ser perseguidora de la Iglesia. El pronunciamiento de Michell Bachmann es la actitud de nuestra derecha española y de una jerarquía eclesiástica cansada de repetir que se siente perseguida por un gobierno de izquierdas, aunque haya que dudar de su izquierdismo por ciertos resultados de su gestión.

Cuando la vida queda reducida a la exclusiva voluntad de Dios, se anula al hombre como creador de su propia existencia. El hombre no existe si SOLO existe Dios. Y demos a ese término el valor profundo que encierra. Dios es una infinita soledad y una infinita soledad es el hombre. La grandeza de esa soledad constituye la grandeza de existir. Unicamente cuando el hombre es hombre puede Dios ser Dios. Este es el laicismo que ninguna iglesia ni ninguna fuerza política pueden anular. Cuando la derecha política coincide con la visión de una iglesia excluyente se convierte en excluyente a sí misma y por tanto ambas son repudiables por inhumanas.

Dios habló con el viento de su amistad con el mar




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