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La caza y la ley en Galicia

Por Julio Fern谩ndez y Julio Ortega

El poder demostrado por determinados sectores puede llegar hasta tal punto que de la presi贸n que ejerzan se deriven resultados tan aberrantes como la promulgaci贸n de 贸rdenes que contradigan reglamentos de rango superior. Esta afirmaci贸n se merece que le pongamos nombres. Vamos all谩: el grupo con tan sospechosa – y “presunta”, cabe a帽adir, para no ser como ellos - influencia al que nos estamos refiriendo es el de los cazadores, con la Federaci贸n Gallega de Caza a la cabeza. La legislaci贸n en contradicci贸n con la existente es la Orden de Vedas para Galicia, con unas disposiciones que ya se redactaron en la del pasado a帽o y que se repiten este. Y la que se ve incomprensiblemente vulnerada por una normativa de inferior categor铆a es el Reglamento de Caza. Los hechos son los siguientes, despu茅s, que cada cual extraiga sus conclusiones:

Se autoriza la caza por da帽os en zonas de adiestramiento de perros y vedadas, lugares en los que el Reglamento proh铆be sin excepci贸n la actividad cineg茅tica. Primera incoherencia por la que la Conseller铆a de Medio Rural de A Xunta de Galicia estar铆a obligada a dar explicaciones coherentes y ajustadas a la legalidad.

Tambi茅n se permite la caza de zorros en cualquier periodo del a帽o si se justifica por los destrozos que estos causan. Pero lo sangrante de la cuesti贸n es que reconociendo la propia Conseller铆a no disponer de reclamaciones por da帽os originados por raposos (y no se pueden considerar como tales las presentadas por los propios cazadores al ser parte interesada en que se consienta su batida continuada), apunta cuando menos visos de hipot茅tica irregularidad que un Organismo del Gobierno Auton贸mico d茅 su visto bueno a estas matanzas indiscriminadas sin raz贸n aparente que las respalde. Y que encima no exija un informe previo elaborado por alguna entidad imparcial. Es el: “Ustedes maten primero y despu茅s ya veremos por qu茅 les hemos dejado hacerlo”.

Esa es la segunda perversi贸n que exige aclaraciones por parte de la Conseller铆a. Y m谩s cuando no s贸lo son grupos ecologistas o animalistas quienes rechazan medidas tan letales y carentes de fundamento, sino tambi茅n parte de los propios cazadores, en desacuerdo con que se faculte a los que s铆 aplauden esta locura, los escopeteros, para matar animales en 茅poca de cr铆a o en periodos con alto riesgo de incendio como es el verano, pues no olvidemos que muchos de ellos aguardan a sus presas con el rifle en una mano y con el cigarro en la otra.

Parece que la Federaci贸n Gallega de Caza, presuntamente – repetimos - principal impulsora de esta demencia, goza de tal ascendencia sobre las autoridades que consigue que se promulguen leyes que atentan contra s铆 mismas y contra la cordura y la 茅tica. Pero de una sociedad que anualmente organiza esa carnicer铆a llamada “Campeonatos de caza de raposo”, no se puede esperar otra cosa que insensatez y ego铆smo para seguir lucr谩ndose de un negocio basado en el exterminio de seres vivos. No, no pedimos mesura ni sensibilidad a quien nunca ha demostrado tenerlas. No somos tan ingenuos. Pero s铆 que se la exigimos a la Conseller铆a de Medio Rural, cuya obligaci贸n es velar por la seguridad, impedir matanzas indiscriminadas e injustificadas y preservar la riqueza natural de nuestro entorno.

Y todo eso no se consigue concediendo un papel de convidado de piedra al representante ecologista y animalista en el Comit茅 Gallego de Caza, ni ignorando el derecho a participar en la redacci贸n de la Ley de Caza a quienes defienden esos intereses. Tampoco crey茅ndose estudios que sin el menor rigor y cargados de incongruencias y falsedades f谩cilmente demostrables, indican densidades de poblaci贸n que en modo alguno se corresponden con la realidad. Se logra entendiendo que nuestros montes no pueden estar ah铆 para convertirse en una suerte de pim pam pum de feria en el que los animales se hieren, se mutilan y se matan cada vez con mayor libertad, porque los clientes encuentran divertido el pasatiempo y el empresario tiene los ojos m谩s pendientes de los r茅ditos que del sufrimiento y de los da帽os que se originan. Sin olvidar – y esta 煤ltima observaci贸n encierra una realidad dram谩tica – que una mayor permisividad est谩 conduciendo a cada vez m谩s “accidentes” de caza con v铆ctimas humanas.

La facultad de los cazadores para ejercer su pasatiempo no puede pisotear la ya tan mermada protecci贸n de los animales ni la integridad de la personas, y tampoco aumentar el de por s铆 alto riesgo de que nuestros montes queden arrasados por el fuego. El derecho a matar - ¡qu茅 expresi贸n tan aberrante!- jam谩s deber铆a de estar por encima de otros como son el vivir y el poder pasear con tranquilidad disfrutando de una naturaleza cada vez m谩s devastada.



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