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¿Quién le pone el cascabel al gato?

Por Salvador Briceño

Importante, porque no es un observador cualquiera. Y hay como cuatro ejes centrales en lo dicho en México por el juez español y asesor de la Corte Penal Internacional, Baltasar Garzón, en torno al problema del narcotráfico que enfrenta el país y cómo resolverlo, en la entrevista publicada por el diario El Universal: 1) Revisar seriamente lo que se está haciendo, para ver si está bien o no; 2) Enfrentar el fenómeno como un dilema internacional, porque todos los países —unos de un modo y otros de otro— lo están padeciendo; 3) Cualquier acción tiene que ser integral, y; 4) La sociedad debe ser vista como un elemento fundamental e ineludible de este asunto.

Con todo y que los entrevistadores, Carlos Benavides y Roberto Rock, lo ponen en tres estrategias y lo dicen en los siguientes términos sintéticos: “La coordinación entre todas las instituciones del Estado, la participación de la sociedad civil y la lucha sin tregua contra la corrupción, [como] son los tres ejes en los que debe girar una estrategia completa para acabar, no sólo con el narcotráfico, sino con el crimen organizado en todas sus vertientes”. Y en donde “todos deben remar en un mismo sentido”.

Pero entrarle a lo segundo depende de cómo se haga lo primero que hemos señalado. Veamos por qué. El punto 1 tiene a su vez dos vertientes: Porque ciertamente el combate lleva décadas y sin conseguir los éxitos que se pretenden, tal y como fue planteada —en su última etapa— la estrategia por el presidente Ronald Reagan de los Estados Unidos, por un lado; Aceptar los errores cometidos por dicha estrategia en México por parte del gobierno de Felipe Calderón es una batalla continua, porque el presidente no acepta ya no digamos recular, siquiera revisar en qué y por qué está fallando [lo que indica que hay gato encerrado o hay línea desde alguna parte], por otro lado.

Sobre lo mismo. Con todo y los mexicanos sabemos que el gobierno de Calderón se equivoca con la estrategia de combatir al narcotráfico en particular y al crimen organizado en general, sobre todo porque ni siquiera hay avances aún con la detención de algunos cabecillas —capos de importancia secundaria— y los decomisos de armas y drogas, que compensen los cuantiosos daños colaterales, crímenes derivados que sobrepasaron ya los 50 mil mexicanos caídos. Luego entonces Calderón difícilmente reconocerá que “se equivoca” en el planteamiento de cómo abordar el problema pero no hace lo que la sociedad mexicana le exige, que pasa por la revisión de lo conseguido hasta la fecha, desde que decidió enviar a la calle a los militares. Y también con la idea señalada por Garzón en el sentido de advertir “aplicar alternativas, como la posibilidad de que se despenalice la venta y consumo de algunas drogas”. Entre otras medidas como la educativa y la creación de espacios de vida saludable.

En segundo término, sobre abordar el problema como un asunto internacional, habida cuenta que si Estados Unidos no hace lo propio como prohibir la venta de armas y su paso —tarea de los dos países que comparten una frontera demasiado porosa— al sur, en cuanto flujo de armas desde su mercado que vienen a parar a los carteles mexicanos, no va a parar la violencia derivada [también hay gato encerrado aquí, porque sabido es que la operación Rápido y furioso se hizo bajo el consentimiento, tolerancia o planeación, de autoridades importantes del Departamento de Estado de EU, y no sólo de la ATF, Buró de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos].

En materia de lavado de dinero, que pasa por el sistema financiero de EU tampoco se hace lo pertinente. No se diga que el país vecino representa el primer consumidor y demandante de drogas para su mercado interno. Como también que EU aprovecha este asunto de la guerra contra las drogas para hacer presencia de “inteligencia” y hasta “militar”, tanto en México y Colombia como en el resto de Centroamérica. “El nuevo triángulo de oro” de las drogas integrado por Guatemala, El Salvador y Honduras, y señalado por Garzón.

Bien dicho sea, en el mismo sentido, que resulta “imposible” vencer a este fenómeno aisladamente, porque “el problema es general, universal, es trasnacional…”. Porque “vivimos en un mundo globalizado” y sin un enfoque así, general no funciona la lucha anticrimen. Como no está resultando en México en este sexenio pero sí deriva en extrema violencia.

En tercer lugar, sobre la integralidad de las acciones, es claro que —como lo plantea Garzón—, “integral que abarque a todas y cada una de las instituciones de forma y alcance equivalentes a la gravedad y complejidad del fenómeno”. Donde “todas las instituciones tienen que remar en un mismo sentido”. Una coordinación efectiva, sin pretextos, “entre las diferentes estructuras” de combate a este tipo de fenómenos. Y menciona, el juez que enjuició al dictador Pinochet, la propuesta de la UNAM [trabajada por nosotros en tres partes] donde se tocan desde la academia todos estos temas.

Y al aspecto de la integralidad de las diversas instancias que desde el gobierno se aboquen a tomar el problema por su gravedad y de manera coordinada, brinca desde luego el asunto del involucramiento directo de la sociedad, que es el último punto tomado aquí. Porque “la organización de la sociedad civil resulta básica”. “Cualquier política de seguridad que se haga tiene que contar con la sociedad civil, tiene que contar con ciudadanos a los que va dirigido”. Las políticas de seguridad fracasan porque se hacen a espaldas de la sociedad. Como cuando las pautas, diseñadas desde un escritorio, no coinciden con la realidad.

Luego entonces, para llevar a cabo estas medidas que resultan como muy mínimas —Garzón plantea también el asunto del poder judicial y de los jueces en el ejercicio de una total independencia y libertad, sujeta a un Estado de derecho—, se requiere mucha voluntad política desde la cabeza del sistema político para abajo [lo que el presidente Calderón no tiene], un ejercicio independiente de las políticas internas —de afuera, porque resulta a todas luces que en México hay línea desde afuera atendiendo a las presiones de la geopolítica del buen vecino del norte—, el reconocimiento de que la estrategia no sirve, y el trabajo de un estadista y que cuente con absoluta y completa legitimidad [para poder tomar la iniciativa], algo con lo que tampoco cuenta Calderón y menos a estas alturas de un sexenio que casi terminó con un país prendido en llamas.

De ahí la cuestión de, ¿“quien le pone el cascabel al gato”, para la “coordinación”, la “participación” y el combate a la “corrupción”, si el mal está desde el gobierno y de ahí deriva la descomposición y la apertura para que EU intervenga?




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