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Adulando, difamando, desbarrando y... cazando

OPINIÓN de Julio Ortega  

Hay cierto “colaborador habitual de publicaciones cinegéticas” – la verdad es que podía serlo a tiempo completo y de ese modo tal vez no le quedarían horas libres para matar animales por solaz - que ha redactado y difundido un artículo construido sobre dos verbos: “difamar” y “pelotear”. Y todo por poder seguir conjugando un tercero: “disparar”.

El Señor Chan, que así se llama, al referirse a los activistas detenidos en Junio por su presunta relación con la suelta de visones – hoy todos ellos en libertad a la espera de juicio – lleva a cabo tal ejercicio de adulación del Juez encargado del caso que es difícil leer el texto sin resbalar. La babaza secretada en varias frases por sus glándulas salivales es tan evidente como alabancera.

Indica, por ejemplo, que el magistrado, al enfrentarse a lo que califica de “ecologismo radical”, puede “sufrir en esta sociedad enferma de urbanitismo”. Supongo que para el escopetero articulista abatir animales por diversión no es una patología, sino un ejemplo de esos derechos ciudadanos que reclama para seguir apretando el gatillo. Y los de los animales que matan porque les apasiona presumir de tener los trofeos bien gordos, ¿esos no cuentan?

Afirma - faltando a la obligatoria presunción de inocencia y pasándose por la culata lo que sí es un derecho que además de no vulnerar los negados a terceros, como hace la caza, está recogido en la Constitución y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos - que estas personas “han robado a sus legítimos propietarios 20.000 visones para soltarlos”. De los 10.000 que los empresarios peleteros confiesan que se les escapan cada año no dice nada, claro. Tal dato no le conviene. Como si los huidos fuesen menos depredadores que los liberados por no se sabe quién. Igual - especulo, no aseguro – ciertas pólizas de seguros dan pistas sobre los autores.

Salpica su escrito con cuestiones como narcotráfico, terrorismo y crimen. Todo bien mezclado con el propósito de echar carnaza al deseo y certeza que al final expresa: que vayan a parar a la cárcel. Este hombre puede, de momento, seguir practicando legalmente su afición a pegarle tiros a seres vivos, pero afortunadamente no está capacitado para aplicar la ley. Y como sabe que su único recurso es intoxicar pues él lo intenta, eso sí, con bastante zafiedad.

He escogido el texto del Señor Chan porque es el último que he leído sobre la cuestión de los activistas que fueron detenidos, pero en eso no se diferencia de varios de sus colegas de escopeta y publicaciones dedicadas a la caza. Siempre han pensado del mismo modo: que su condición de seres humanos les confiere absoluta potestad para decidir sobre la vida o la muerte de otras especies. Y hasta no hace demasiados años así era, apoyados como estaban por una administración responsable en bastantes casos de llevar a algunas al espantoso límite de la extinción y, que actualmente, todavía regula con demasiada lentitud y tibieza.

Pero el evidente cambio de mentalidad en los últimos tiempos en buena parte de los legisladores auspiciado por el rechazo mayoritario de la sociedad a considerar el matar animales como una actividad digna y necesaria, es lo que está llevando a que el silencio que antes mantenían conscientes como eran de su impunidad, se haya convertido ahora en un continuo descargar ataques, amenazas, catastrofismos, críticas y, sobre todo, mendacidades, para no perder el privilegio de hacerse la foto con el zurrón repleto de conejos, el pie apoyado sobre un gamo, o agachados junto a un jabalí con un palo ensartado entre sus mandíbulas abiertas y el rifle descansando sobre su lomo.

Tal situación propicia el leer aberraciones del calibre de las siguientes: la del Señor López, que se dice Decano de los Periodistas Cinegéticos y que – atención a la primorosa ética de un hombre que pertenece a un colectivo que jura “amar y respetar a los animales” – en un artículo titulado nada más y nada menos que “Al ave de paso…¡¡Cañazo!!”, indica ante las protestas por la llegada de la media veda que “pueden más las tradiciones que las leyes”. Sin sonrojarse. Y por si alguien no está de acuerdo con tal declaración de “conservacionismo”, anima a realizar una sentada cinegética en la Puerta del Sol. Estos días estamos oyendo hablar mucho de “tradición” con motivo del alanceamiento del toro en Tordesillas. Otros para los que cualquier costumbre, por el hecho de serlo, es buena.

O como la del Señor Romero, también colaborador habitual de esas páginas, que le da muchas vueltas al asunto para acabar insinuando que los gatos a veces deberían ser declarados especie cinegética. Él lo llama “control felino”. Varios casos documentados en los que cazadores han acabado con la vida de estos animales demuestran que es una distracción que varios comparten. ¿Es que no se hartan nunca de cadáveres? ¿No les llega con las matanzas lúdicas que ya tienen autorizadas? Si hasta cuerpos humanos acumulan en su haber en los continuos accidentes que su pasatiempo provoca. ¿Necesitan todavía más? Luego, dicen que los enfermos son los ciudadanos contrarios a este hobby.

El Señor Sarasketa, Presidente de la Oficina Nacional de la Caza, critica en cambio al Ministerio del Interior por el fallido proyecto de modificación del Reglamento de Armas, que contemplaba la obligatoriedad de presentar la guía de pertenencia del arma para comprar cartuchos, teniendo el vendedor que registrar la venta. Y para avalar su indignación indica que la munición no metálica está exenta de peligrosidad y de causar problemas a la seguridad pública. Vamos, que estos proyectiles son como las bolas anti- estrés, ¿no? Relajantes.

Termino con otro ejemplo de los muchos que hay, en este caso centrado en la obsesión que tienen por poder matar en cualquier lugar. Si por algunos de ellos fuese pedirían estar habilitados para apostarse en los cruces de las ciudades y, a perro sin dueño que pase o gorrión que sobrevuele… ¡¡Cañazo!! El Señor España, Director de una revista cinegética, asegura que por el bien del ahorro y de la biodiversidad, tendría que estar autorizada la caza deportiva en los parques nacionales, (sic).

En fin, que habremos de seguir leyendo exposiciones así de viciadas y mostrando mayor grado de desquiciamiento a medida que continúe disminuyendo el número de aficionados al matar por matar y por lo tanto el de licencias de caza, como está ocurriendo año tras año. Al final les pasará como a los taurinos, que acabarán jurando que zorros, ciervos, rebecos, estorninos y palomas, si pudiesen hablar, elegirían morir acribillados. Igual que el toro escoge, dicen, hacerlo en la arena. ¡Qué fácil es cargar el arma de la palabra con el cinismo y apuntar a los que no se pueden defender! Lo que ocurre es que algunos hemos decidido no callar ante esos desmanes sangrientos y eso es lo que les está poniendo tan nerviosos.



*Julio Ortega Fraile es Delegado de LIBERA! en Pontevedra






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