OPINI脫N de Vicent Boix
Todo el mundo reconoce hoy en d铆a, que la naturaleza no es como una esponja que absorbe todos los golpes que se le asestan. Sus din谩micas y equilibrios se alteran con frecuencia, debido a los impactos que generan la mayor铆a de las actividades humanas. De hecho han pasado m谩s de dos siglos desde la revoluci贸n industrial, y se ha superado con creces el l铆mite a partir del cual nuestra civilizaci贸n juega peligrosamente con fuego. La desertizaci贸n, la contaminaci贸n, la p茅rdida de biodiversidad o, el de moda hoy en d铆a cambio clim谩tico, son algunas de las consecuencias de dos siglos de desenfreno e irresponsabilidad bajo el paradigma del progreso y el desarrollo.
Lo que le damos a la naturaleza, 茅sta, sin malicia, nos lo acaba devolviendo. Por ejemplo, la tala indiscriminada de 谩rboles, en algunos casos para crear infraestructuras o urbanizaciones, ha matado la fertilidad del suelo que era capaz de absorber el agua de las lluvias, provocando alarmantes inundaciones y deslaves en zonas muy concretas.
Tambi茅n durante d茅cadas se han vertido miles de compuestos qu铆micos contaminantes en el medio ambiente, que acaban retornando peligrosamente, amenazando el bienestar de los desdichados que abusaron de ellos a cambio de una pizca de felicidad. En algunos casos regresan camufladamente y sin avisar. Unas veces est谩n en la atm贸sfera, otras en frutas y verduras, tambi茅n en pescados y carnes, en el agua, o simplemente los respiramos en nuestro hogar. Muchos no entra帽an riesgo, de otros no se saben sus efectos con exactitud, y muy dif铆cil resulta de predecir, qu茅 sucede cuando interact煤an varios de ellos, aleatoriamente, en nuestros organismos.
S贸lo en Espa帽a, la contaminaci贸n atmosf茅rica podr铆a ser la responsable de m谩s de 15.000 muertes anuales. M谩s que las derivadas de los accidentes de tr谩fico o de cualquier terrorismo conocido. Decenas, posiblemente cientos de ciudades viven constantemente cargadas de poluci贸n y respirando altos niveles de ozono, part铆culas min煤sculas o mon贸xido de carbono. Sin embargo, esta lacra no recibe la atenci贸n medi谩tica ni pol铆tica que reciben los accidentes de carretera o el tabaco. Tal vez porque conducir mejor o peor, o fumar m谩s o menos, es una decisi贸n individual de las personas, mientras que la contaminaci贸n atmosf茅rica es un fallo de un sistema que no se quiere formatear ni reiniciar.
Ser铆an muchos los casos de relaciones “causa-efecto” por el comportamiento del ser humano en el medio ambiente. Pero hay uno del que se habl贸 este verano, que llama poderosamente la atenci贸n por lo poco frecuente y porque muestra la ignorancia, la temeridad y el pasotismo de la clase pol铆tica. Miguel de las Doblas, ge贸logo del Instituto de Geociencias de Madrid, afirm贸 a la Agencia EFE, que el terremoto que se produjo en Lorca el pasado 11 de mayo “…pudo ser en parte inducido por la extracci贸n masiva de agua subterr谩nea, durante a帽os, para su uso agr铆cola e industrial”.
Sin duda, esta comunidad vivi贸 y vive por encima de sus posibilidades h铆dricas, gracias al modelo de agricultura industrial que ha desarrollado, y sobre todo, gracias a una desorbitada fiebre del ladrillo, que germin贸 a帽os atr谩s y que origin贸 numerosos casos de corrupci贸n. Lo de Lorca en mayo, puede ser un s铆ntoma de una enfermedad que deber谩 apaciguarse m谩s temprano que tarde.
Puede que sea un golpe, sin mala leche, de la madre naturaleza que aguanta vejaci贸n tras vejaci贸n, hasta que se supera el l铆mite y responde con toda su energ铆a y brutalidad. Entonces vienen los lamentos, las desgracias, la solidaridad y los partidos de f煤tbol para recaudar fondos. Pero, ya es demasiado tarde.
Muchos piensan que todas estas cat谩strofes son el precio que hay que pagar para mantener los “lujos” de esta sociedad, supuestamente del bienestar. Es m谩s, aceptan y asumen dicho precio como una consecuencia no deseada del “progreso” actual, pero sin renunciar a 茅l bajo ning煤n concepto. Independientemente de esta cuesti贸n, lo que resulta extravagante cuando no alarmante o decepcionante, es que el planeta que se gest贸 y evolucion贸 durante cinco mil millones de a帽os, haya enfermado -ecol贸gicamente hablando- en poco m谩s de dos siglos. Que los recursos naturales que se crearon en miles de a帽os o las especies que evolucionaron desde tiempos inmemorables, ahora, en doscientos a帽os, desaparezcan de la tierra.
Todo un abuso a nivel global, que ser谩 recordado con pena y cierta verg眉enza por las generaciones venideras. Si existi贸 una “prehistoria”, una “edad de piedra” o una “ilustraci贸n”, cabr铆a preguntarse c贸mo denominar谩n los historiadores del futuro estos siglos que estamos viviendo, marcados claramente por la destrucci贸n del medio ambiente y el consumo irracional de los recursos. Se admiten propuestas.
Todo el mundo reconoce hoy en d铆a, que la naturaleza no es como una esponja que absorbe todos los golpes que se le asestan. Sus din谩micas y equilibrios se alteran con frecuencia, debido a los impactos que generan la mayor铆a de las actividades humanas. De hecho han pasado m谩s de dos siglos desde la revoluci贸n industrial, y se ha superado con creces el l铆mite a partir del cual nuestra civilizaci贸n juega peligrosamente con fuego. La desertizaci贸n, la contaminaci贸n, la p茅rdida de biodiversidad o, el de moda hoy en d铆a cambio clim谩tico, son algunas de las consecuencias de dos siglos de desenfreno e irresponsabilidad bajo el paradigma del progreso y el desarrollo.
Lo que le damos a la naturaleza, 茅sta, sin malicia, nos lo acaba devolviendo. Por ejemplo, la tala indiscriminada de 谩rboles, en algunos casos para crear infraestructuras o urbanizaciones, ha matado la fertilidad del suelo que era capaz de absorber el agua de las lluvias, provocando alarmantes inundaciones y deslaves en zonas muy concretas.
Tambi茅n durante d茅cadas se han vertido miles de compuestos qu铆micos contaminantes en el medio ambiente, que acaban retornando peligrosamente, amenazando el bienestar de los desdichados que abusaron de ellos a cambio de una pizca de felicidad. En algunos casos regresan camufladamente y sin avisar. Unas veces est谩n en la atm贸sfera, otras en frutas y verduras, tambi茅n en pescados y carnes, en el agua, o simplemente los respiramos en nuestro hogar. Muchos no entra帽an riesgo, de otros no se saben sus efectos con exactitud, y muy dif铆cil resulta de predecir, qu茅 sucede cuando interact煤an varios de ellos, aleatoriamente, en nuestros organismos.
S贸lo en Espa帽a, la contaminaci贸n atmosf茅rica podr铆a ser la responsable de m谩s de 15.000 muertes anuales. M谩s que las derivadas de los accidentes de tr谩fico o de cualquier terrorismo conocido. Decenas, posiblemente cientos de ciudades viven constantemente cargadas de poluci贸n y respirando altos niveles de ozono, part铆culas min煤sculas o mon贸xido de carbono. Sin embargo, esta lacra no recibe la atenci贸n medi谩tica ni pol铆tica que reciben los accidentes de carretera o el tabaco. Tal vez porque conducir mejor o peor, o fumar m谩s o menos, es una decisi贸n individual de las personas, mientras que la contaminaci贸n atmosf茅rica es un fallo de un sistema que no se quiere formatear ni reiniciar.
Ser铆an muchos los casos de relaciones “causa-efecto” por el comportamiento del ser humano en el medio ambiente. Pero hay uno del que se habl贸 este verano, que llama poderosamente la atenci贸n por lo poco frecuente y porque muestra la ignorancia, la temeridad y el pasotismo de la clase pol铆tica. Miguel de las Doblas, ge贸logo del Instituto de Geociencias de Madrid, afirm贸 a la Agencia EFE, que el terremoto que se produjo en Lorca el pasado 11 de mayo “…pudo ser en parte inducido por la extracci贸n masiva de agua subterr谩nea, durante a帽os, para su uso agr铆cola e industrial”.
Sin duda, esta comunidad vivi贸 y vive por encima de sus posibilidades h铆dricas, gracias al modelo de agricultura industrial que ha desarrollado, y sobre todo, gracias a una desorbitada fiebre del ladrillo, que germin贸 a帽os atr谩s y que origin贸 numerosos casos de corrupci贸n. Lo de Lorca en mayo, puede ser un s铆ntoma de una enfermedad que deber谩 apaciguarse m谩s temprano que tarde.
Puede que sea un golpe, sin mala leche, de la madre naturaleza que aguanta vejaci贸n tras vejaci贸n, hasta que se supera el l铆mite y responde con toda su energ铆a y brutalidad. Entonces vienen los lamentos, las desgracias, la solidaridad y los partidos de f煤tbol para recaudar fondos. Pero, ya es demasiado tarde.
Muchos piensan que todas estas cat谩strofes son el precio que hay que pagar para mantener los “lujos” de esta sociedad, supuestamente del bienestar. Es m谩s, aceptan y asumen dicho precio como una consecuencia no deseada del “progreso” actual, pero sin renunciar a 茅l bajo ning煤n concepto. Independientemente de esta cuesti贸n, lo que resulta extravagante cuando no alarmante o decepcionante, es que el planeta que se gest贸 y evolucion贸 durante cinco mil millones de a帽os, haya enfermado -ecol贸gicamente hablando- en poco m谩s de dos siglos. Que los recursos naturales que se crearon en miles de a帽os o las especies que evolucionaron desde tiempos inmemorables, ahora, en doscientos a帽os, desaparezcan de la tierra.
Todo un abuso a nivel global, que ser谩 recordado con pena y cierta verg眉enza por las generaciones venideras. Si existi贸 una “prehistoria”, una “edad de piedra” o una “ilustraci贸n”, cabr铆a preguntarse c贸mo denominar谩n los historiadores del futuro estos siglos que estamos viviendo, marcados claramente por la destrucci贸n del medio ambiente y el consumo irracional de los recursos. Se admiten propuestas.