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Emociones contrastantes

OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave    

KATHMANDÚ, NEPAL. El Segundo día en este pequeño país de 25 millones de habitantes, fue en verdad de emociones contrastantes.

Por la mañana, prácticamente tocamos la punta del Everest, la parte más alta de nuestro planeta tierra.

Por la tarde, después de visitar varios templos, fuimos testigos voluntarios de las piras humanos al aire libre, que se practican en esta nación y en la India en pleno Siglo XXI.

Y por la noche nos tocó ver a “La Niña Bonita” o “La Diosa Viviente”, que aparece en su balcón de una parte de lo que fuera el Palacio Real, conocido como la Casa de Madera.

Todos los días, de acuerdo a la demanda se realizan entre 8 y nueve vuelos en sendas avionetas Piper de 16 plazas, todas con ventanilla, para que los pasajeros tengan la estupenda experiencia de recorrer la cordillera del Himalaya, del lado de esta nación y acariciar el Everest, “Sagarmatha” en nepalí, la montaña nevada más alta del planeta con 8,848 metros de altura sobre el nivel del mar.

“Si tienen suerte”, se nos dijo; “podrán observar una ceremonia funeraria hinduista en las márgenes del Río Bagmati”, no fue una, fueron 8. Algunos cadáveres en plena cremación y otros en las ceremonias de su purificación.

Nuestro vuelo, por razones de demanda se retrasó, ello nos favoreció puesto que el nublado fue bajo y después de que la nave atravesó el manto de nubes, apareció de la nada el espectáculo impresionante de la cordillera Himalaya que registra 20 montañas coronada por el Everest.

Cuando se tiene enfrente al Sagarmatha, la amable azafata empieza a invitar a uno por uno de los pasajeros a pasar a la cabina de pilotos para tomar “la fotografía de la vida” y en el mejor de los casos para grabar de por vida en la mente ese regalo magnífico de la naturaleza.

Un templo, Pashumati Nat, bordea el Río Bagmati, a ambos lados de un puente se ubican los pedestales de piedra, incluyendo el de la familia real, para sobre ellos realizar las piras humanas. La ceremonia luctuosa se inicia en casa inmediatamente después de que ocurre la muerte de un familiar, se le viste al cadáver y en una camilla de bambú se le traslada al Río, abajó del pedestal se halla una piedra inclinada donde se le coloca para la ceremonia de purificación, se le lavan los pies y se le vierte en la boca agua del Río sagrado.

Se le cubre con un manto amarillo y se le adorna con flores, para luego acostarlo sobre los leños y ramas de arroz bañadas en aceite, para que el hijo mayor varón en el caso del padre o el menor en el caso de la madre, prenda la pira. Después de cuatro horas, las cenizas se arrojan al Rio, así se inicia un año de luto, los primeros 13 días de alto duelo.

La experiencia fuerte nos fue paleada en gran parte, cuando se nos lleva a la Plaza Badhar, centro de Kathmandú, para ver a la “Diosa Viviente”, en verdad una niña bonita de 4 años y medio de edad, escogida entre doce pequeñas y hasta la pubertad será liberada, para contraer matrimonio y llevar una vida normal.

Así son las costumbres de estos pueblos de Asía que nos toca respetar, al vivir estas emociones contrastantes.







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