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La crisis mundial asoma

Por Salvador González Briceño

Ninguna invitada. No la quiere nadie para la reunión, pero ya está tocando a las puertas del gran salón. La expectación está latente entre los asistentes al festín. Y no falta tanto. Será el más leve movimiento de una sola ficha lo que provoque que todo el dominó se venga al piso. Son las leyes del propio funcionamiento del sistema capitalista-industrial e imperial, usurero y especulador, las que darán al traste con todo el entramado económico mundial.

Con todo y esto último no sea lo que está sobre la mesa de la discusión. Porque el mea culpa, superficialmente, es de las enormes deudas de los estados, de los déficit fiscales y la poca o nula creación de fuentes de trabajo —cual si la responsabilidad fuera de los gobiernos malsanos que no saben administrar un país en un momento dado, o porque no se toman las medidas pertinentes en tiempo y forma—; es decir, de todos menos del funcionamiento mismo de un deplorable sistema excluyente y explotador burgués al borde del caos.


Lo cierto es que, como en otras ocasiones, los países desarrollados abusaron de su Jauja, y ahora la situación es tal que ya no pueden culpar a otros de sus propios dilemas; ni siquiera los altibajos de las monedas [al mínimo escozor de las bolsas] o los elevados crecimientos de economías como China, India o Brasil. Porque se trata de ellos mismos. La (des)Unión Europea por un lado, y los Estados Unidos (EU) por el otro. Con tantos problemas encima desde Fukushima, Japón también caerá de refilón, como los demás afectados. Es decir, que el mundo está al borde de la catástrofe por una recesión profunda que no tarda.


Ni siquiera es un asunto de los presidentes o de los primeros ministros de Europa o de Barack Obama de EU. Como tampoco, y mucho menos, de los trabajadores y la sociedad en general, sobre los que se está inclinando la balanza en contra. En el fondo es el saldo de la propia especulación; es el saldo de los excesos de los mercados financieros internacionales. Porque son los mercados a futuro los que detonaron al final de 2007 y durante 2008 el problema de los créditos en EU, y la crisis en general.


Una situación que se corrió hacia Europa, la (des)Unión Europea que está —por cierto en estos momentos— al borde de la desintegración, por la falta de propuestas para salir unidos del dilema, pero no lo hacen. En cambio, se pretende sacar a Grecia de la “unión”, con la pretensión de evitar cualquier contagio a los mercados europeos. El absurdo de tal propuesta es que, la sola mención es señal de que también España, Portugal, Irlanda e Italia podrían correr la misma suerte. Camino a la desunión.


Pésima señal, entonces, de la (des)UE. Porque cierto que las presiones para los gobiernos hacia los pueblos, quienes están obligados a cargar con el peso de los recortes estatales en todos los sentidos, no se vale porque son los que ni la deben. Mejor dicho, son obligados hasta por la fuerza para pagar la crisis. Porque los culpables resultan intocables; son los mercados financieros locales y mundiales los grandes detonantes.


Lo ha dicho Christine Lagarde, la titular del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el sentido que hay riesgo de una recesión global. Que hay pocas opciones para evitarla. Tiembla la UE, ciertamente, pero también EU. Grecia está poniendo el ejemplo; juzgue el lector si es justo o no. Recuérdese que para recibir los recursos para el rescate, Grecia prometió fuertes medidas presupuestales restrictivas, presupuestales y de crecimiento. Pues resulta que el país heleno está reculando al compromiso.


Eso tiene ya encendidos los focos rojos en toda la zona euro. Y los “mercados” ponen los ojos en los demás países con problemas. Por ejemplo, dice Luis Garicano, según la nota de ayer de El País: “Europa vive una encrucijada histórica. Hemos llegado al límite de lo que se podría hacer sin cambios sustanciales. Mientras, llegan muy malas noticias de Grecia e Italia, que parecen un país sin rumbo”. Porque resulta que, el sector financiero cual verdadero causante de los problemas actuales en el mundo, a la postre es intocable.


En ese marco “limitado” y de “pocas posibilidades”, resalta Lagarde, para Der Spiegel: “Todavía podemos evitarla [la nueva recesión]. Las posibilidades  de los gobiernos y de los bancos centrales son algo menores que en 2009, porque ya han disparado buena parte de la pólvora. Pero si los gobiernos, organizaciones internacionales y bancos centrales trabajan juntos, la evitaremos”. Pero eso es precisamente lo que no han intentado siquiera los gobiernos más fuertes en el marco de tamaña circunstancia. Por ejemplo, Angela Merkel de Alemania o Nicolas Sarkozy de Francia. Ni lo harán. Por lo tanto, la situación no está fácil.


Por otro lado, Obama está padeciendo intentando sacar una reforma para activar el mercado interno. Un plan estilo Roosevelt, para impulsar la infraestructura cuyos detalles por cierto presentará este jueves 8. Pero es tan limitado como las cadenas que le han impuesto los republicanos de la Cámara baja. Seguro que se quedará en el intento, y al igual que en la (des)UE carece de un proyecto más de fondo. A decir verdad no tiene tampoco el control, las herramientas ni las políticas viables para destapar la fuerte recesión que es tan profunda como la del 29-30 y con menos alternativas para salir.


Por eso, todavía y aún con ese muy corto margen de maniobra que tienen dichos gobiernos, de EU y la UE, les queda cobrársela al sector empresarial y financiero más fuerte, que es el principal beneficiado en cada etapa de crisis. Pero eso también se ve como imposible. Por lo tanto, pese a los llamados para hacer algo al respecto, lo cierto es que la invitada entrará por la puerta grande al festín.


Será la segunda gran recesión mundial, y puede comenzar ciertamente tanto en Europa como en EU. El pretexto puede ser cualquier movimiento en falso, como los que ya están dando los gobiernos griego, ¿italiano?, ¿portugués?, ¿español?, etcétera. Pero más profunda. Tanto porque el margen de maniobra de los gobiernos es menor —incluso para presionar al sector de las finanzas internacionales—, como porque hay menores opciones con estados tremendamente endeudados y sin recursos para aplicar planes de rescate estilo keinesianos. El problema es que no van solos, sino que arrastran al resto del mundo. De no ser por los países del BRIC (China, India, Brasil), al resto no les queda más que el grito desesperado de: “¡Sálvese quien pueda!”.

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