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Reconciliaci贸n y desmemoria

Por Julio Ortega   

Tengo memoria. No es que sea gran cosa pero me he ido apa帽ando con ella. En el colegio los profesores me dec铆an que la ejercitase para recordar conceptos. Lo que jam谩s me pidieron es que renegase de utilizarla y que en su lugar me reconciliase con fechas, f贸rmulas, capitales, r铆os o tratados aunque nunca los pudiese citar. Y no lo hice ni lo har茅, pues no creo que la amnesia sea la elecci贸n m谩s conveniente para el ser humano y menos cuando hablamos de cr铆menes. Tal vez s铆 para los verdugos, pero esos jam谩s merecen la misma consideraci贸n que las v铆ctimas.

Pretender, como algunos ahora, que el Valle de los Ca铆dos sea un s铆mbolo de reconciliaci贸n, me parece simplemente obsceno, un escupir sobre los represaliados de la historia reciente afirmando que la saliva es b谩lsamo para sus huesos descarnados. La Fundaci贸n General铆simo Francisco Franco as铆 llama a Cuelgamuros: “Lugar de reconciliaci贸n y paz”. Y eso lo hacen los que ensalzan la figura de un criminal con miles de muertos en su haber. Pero m谩s pat茅tico y doloroso resulta todav铆a que sigan tan inmundo ejemplo pol铆ticos de esto que llaman democracia.

Los asesinatos, antes que de reconciliaci贸n, necesitan de justicia. Y 茅sta, m谩s all谩 de aplicarle la pena a los culpables, pasa tambi茅n por reparar en la medida de lo posible a los damnificados. Claro est谩 que no vamos a sacar de sus nichos a los responsables, - fallecidos como est谩n la mayor铆a (no todos y alguno me viene a esa memoria que quieren que pierda) - pero sigue habiendo miles de restos humanos en fosas, vestigios 贸seos de fusilados por oponerse al fascismo o por simples venganzas, padres, madres, hermanos y abuelos que sus familias est谩n en pleno derecho de recuperar.

No puede haber reconciliaci贸n a trav茅s de un olvido impuesto e interesado. En aras de una pretendida transici贸n a las libertades en Espa帽a jam谩s se ha tenido la valent铆a, la dignidad y la decencia de condenar, con nombres y apellidos, los terribles episodios de una dictadura no tan lejana. Y se ha puesto m谩s empe帽o en lograr esa amnist铆a f铆sica y moral para los homicidas, que en devolver lo poco que se puede a quienes murieron a sus manos y a sus deudos: una tumba donde recordar - sin af谩n de revancha pero sin desmemoria - que en ella reposa un ser humano asesinado por fascistas con ideas no tan diferentes a algunas que siguen perviviendo.

Nos explicaron la transici贸n como “la ruptura pactada”. En ciertos aspectos se adivina m谩s un continuismo que un quiebro en el camino. Sobr贸 pacto con lo m谩s mezquino del pasado y falt贸 emprender la traves铆a hacia la verdad. Supongo que en aquel momento no nos qued贸 otra que ingerir las amargas pastillas democr谩ticas con tanto sabor a 煤ltimas voluntades del Caudillo, y pasarlas por la garganta con las l谩grimas que nos tragamos al contemplar c贸mo los criminales permanec铆an impunes.

La rabia y el dolor de los inocentes, las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura, el sufrimiento, el miedo, los robos, los desaparecidos, los miles de asesinatos… De toda esa barbarie nos queda la certidumbre de que jam谩s tuvieron la decencia y el coraje de devolver la dignidad a muertos y vivos, ni de se帽alar y condenar a los culpables. ¿Y ahora nos piden reconciliaci贸n? Exhumen todos los huesos de las cunetas, reescriban los hechos y convi茅rtanlos en historia - pero la real, no la que les interesa - para que las pr贸ximas generaciones los conozcan tal como fueron, abandonen ya ese navegar entre dos aguas porque los vencedores del levantamiento fascista fueron unos y los represaliados otros, no hubo paridad. Hagan justicia, esa que llevamos esperando m谩s de treinta y cinco a帽os y tal vez despu茅s, podremos hablar de reconciliaci贸n. Mientras tanto la memoria del pasado y la cobard铆a del presente lo impiden.

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