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El incalculable valor de la tierra

OPINI脫N de Javier S谩nchez, Patricia Dopazo y Gustavo Duch   

«A煤n llegaba el olor de incienso desde la alcoba donde el cuerpo de nuestro padre Aufrasio fue despedido por toda la familia, cuando madre nos llam贸. Hac铆a m谩s de 25 a帽os que no est谩bamos los ocho hermanos juntos –no quer铆amos fosilizarnos como aquel pueblo decadente al norte seco y ventoso de Zaragoza. Madre fue contundente: “Quiero que lo teng谩is bien claro, cuando yo falte, igual que dej贸 dicho vuestro padre, la tierra agr铆cola que tenemos no se deber谩 vender. Nos ha dado de comer muchos siglos, os ha criado a todos vosotros y por eso la quiero como a uno m谩s”. Y eso nos dijo ella que, siempre atareada en casa con la comida, la ropa y nuestro cuidado, nunca la vi pisando nuestros campos. Ni creo que sepa d贸nde est谩n. Y tuvo raz贸n la vieja, hoy sigue dando sustento a Pedro y su familia que decidieron volver al pueblo».

«Tom贸 las 煤ltimas semillas que guardaba de la cosecha pasada y con paciencia las fue moliendo frente a su caba帽a, cerca de Werder en los lindes entre Etiop铆a y Somalia. Al acabar, Negisiti, que ha enterrado a dos hijos y tres nietos por el virus del sida, empez贸 a cocinar su harina. Bajo sus faldas correteaban tres ni帽as atra铆das por el aroma y el hambre de semanas cuando sorprendentemente Negisiti recogi贸 el alimento y lo mezcl贸 con sus manos entre la tierra unos metros m谩s all谩. “Hijas, pidamos a nuestra tierra para que interceda por nosotros y que los creadores hagan llover pronto”».

«Publia fue como siempre la primera en despertarse. Apenas hab铆a dormido esta vez, cavilante. Encendi贸 el fog贸n para dar a su esposo Flore y sus seis ni帽as y un ni帽o una taza de caf茅 antes de marchar. Caf茅 del que recog铆an en su finca, caf茅 robusta, secado al sol del verano. Ten铆an esa noche un largo camino por delante: el trecho a pie que les separaba del r铆o a trav茅s del monte, llegar al pueblo en bote y all铆 esperar al bus que llegaba de recoger campesinos y campesinas de comunidades todav铆a m谩s remotas. Publia fue despertando a su familia: las ni帽as mayores la ayudaban. Guardar铆an las mejores ropas, esas que reservaban para ocasiones muy especiales, para cuando llegaran al bus y no pudieran estropearse, lo mismo los zapatos, que nunca usaban. Marchaban a la ciudad a defender sus tierras, las que iban a ser inundadas si se aprobaba el proyecto de ampliaci贸n del canal de Panam谩. Cuando lo cruzaron durante el viaje, a la tenue luz del amanecer, las hijas mayores de Publia se pegaron a la ventana: nunca antes lo hab铆an visto. Publia opin贸 “El r铆o Indio es mucho m谩s bonito”».

En nuestras reuniones de La V铆a Campesina[1] se comparten muchas vivencias como estas –de todos los continentes– y con la tierra cultivable como protagonista, porque para nosotras y nosotros campesinos, ella no es s贸lo nuestro modo de vida, es, como nos trasmitieron nuestras madres y padres, el principio de todo.

El robo renovado

Pero como anta帽o, cuando los colonizadores usurparon con caballos, lanzas o fronteras de tiral铆neas los suelos americanos o africanos, ahora el robo de la tierra –nos advierten muchos compa帽eros y compa帽eras– est谩 tan presente como entonces, pero con talonarios en los bolsillos y guardaespaldas privados. Porque desde el inicio de la crisis financiera –hu茅rfanos de burbujas que inflar– la b煤squeda de rendimientos econ贸micos del capital ha puesto sus ojos de diablo en las mejores tierras campesinas.

Se tomaron bien en serio las iron铆as de Mark Twain «compren tierra, pues no se fabrica m谩s». Muchos pa铆ses que de tanto industrializarse perdieron su soberan铆a alimentaria, as铆 como muchos fondos de inversiones (incluso fondos de pensiones) y corporaciones agroalimentarias est谩n como locos por hacerse [no siempre legal, y siempre injustamente] con millones de hect谩reas f茅rtiles que saben son un valor seguro del mercado. Hay las que hay, no se pueden fabricar –aunque s铆 echar a perder– en un planeta que durante los pr贸ximos a帽os a煤n mantendr谩 su crecimiento demogr谩fico.

Durante el Foro por la Soberan铆a Alimentaria Europea celebrado en Krems, Austria, este pasado mes de agosto [de 2011], la cuesti贸n del acceso a la tierra ha estado muy presente. All铆 las y los compa帽eros de Europa del Este, sobre todo, nos relataban con mucha preocupaci贸n c贸mo sus tierras est谩n en las agendas de muchos inversionistas. Y si con la tierra se especula, como es el caso, el precio de ella sube y sube, alcanzado un valor de mercado mucho m谩s alto que su valor de uso, haciendo imposible las nuevas incorporaciones de j贸venes al campo: el precio est谩 disparado y no hay ninguna pol铆tica de apoyo a su instalaci贸n. El acaparamiento de tierras es un robo del presente que adem谩s impide un futuro rural y campesino.

El volumen del bot铆n

Ya se ha sustra铆do al campesinado una extensi贸n similar a las tierras agr铆colas del Reino Unido –45 millones de hect谩reas– bajo el sistema de acaparamiento de tierras que, seg煤n mienten sus defensores, «o bien se compran tierras inutilizadas o bien las nuevas inversiones generar谩n riqueza al pa铆s». Mienten, porque las tierras compradas son tierras con usos agr铆colas comunales o particulares, son pastos para los pueblos n贸madas, o son bosques que antes de que sean podados de ra铆z, han sido fuentes de vida por la recogida de le帽a, plantas medicinales, frutos o caza para los pueblos cercanos, motivo de canciones y fiestas. O, por qu茅 no, son importantes espacios de vida “simplemente” para las otras especies animales y vegetales con ra铆ces, patas o alas que, con su derecho a compartir el planeta con nosotros y nosotras, garantizan la vida de todo el conjunto con su compleja y divertida interrelaci贸n.

La resistencia

Porque sabemos que es mentira, porque sabemos del valor de la tierra –monetario y verde para los inversores, afectivo y multicolor para el campesinado–, porque no es cierto que con estas inversiones todos ganemos, desde La V铆a Campesina nos oponemos con rotundidad y ofreceremos toda nuestra resistencia al acaparamiento de tierras f茅rtiles a manos del capital.

Para m谩s de 200 millones de campesinos y campesinas y muchos movimientos sociales est谩 claramente asumido que s贸lo la soberan铆a alimentaria garantiza una vida rural digna y alimentos buenos, sanos y justos para todo el planeta a partir de un uso agroecol贸gico de la tierra. En realidad la soberan铆a alimentaria no es m谩s que «el derecho de los pueblos a vivir de su tierra, y el deber de los pueblos a cuidar de su tierra». Por lo tanto, ¿podemos asumir la comercializaci贸n de las tierras a gran escala y la extranjerizaci贸n de su propiedad? No.

Curioso este mundo capitalista, pues mientras desde los movimientos sociales reivindicamos recuperar de tiempos pret茅ritos costumbres como el uso comunal de la tierra y otros bienes, su falsa modernidad conduce siempre por autopistas de lucro y sin salida.

La recolonizaci贸n de la tierra f茅rtil, un bien finito y necesario, por parte del capital y sus instrumentos financieros ya se ha iniciado demostr谩ndonos cu谩les son sus intereses. En aquellos pa铆ses en que la tierra va pasando a manos extranjeras (y enguantadas para no dejar huellas de sus asesinatos) el uso que se les est谩 dando es la industrializaci贸n de dichos suelos para cultivos de agroexportaci贸n, para monoplantaciones de cultivos con inter茅s econ贸mico (y cotizando en Bolsa), como la soja transg茅nica y el ma铆z transg茅nico, o el insensato cultivo de agrocombustibles. En todos los casos desplazando –claro– a miles de compa帽eras y compa帽eras que ya no podr谩n cultivar ah铆 o recolectar sus alimentos, o dejar pastar a su ganado y reponer fuerzas; que agotar谩n la tierra con agroqu铆micos, fertilizantes y una explotaci贸n abusiva; y que s贸lo en algunos casos generar谩n alg煤n puesto de trabajo para gentes locales. Muy pocos, porque esta agricultura robotizada no los necesita, y cuando se necesitan son empleados sin contrato, sin derechos y con pagas de miseria.

Nuestras propuestas

La V铆a Campesina, dec铆a, ya est谩 movilizada contra el acaparamiento de las tierras y planteamos una serie de desaf铆os para la gobernanza global de la agricultura que paso a enumerar:

1) Los estados deben hacer un esfuerzo para impulsar –de una vez por todas– pol铆ticas de reforma agraria genuina que con una justa distribuci贸n de las tierras permita la subsistencia de todas y todos los agricultores locales. Un registro adecuado, el impulso de la gesti贸n colectiva y otras medidas como el coto a la extranjerizaci贸n de la tierra tienen que ser b谩sicas para garantizar la soberan铆a alimentaria de los pueblos.

2) Deben tambi茅n impulsar reformas pol铆ticas a todos los niveles –local, regional, nacional e internacional–, con el fin de acabar con las adquisiciones de tierras a gran escala y de promover la autonom铆a econ贸mica a largo plazo y la autodeterminaci贸n de los campesinos y campesinas de todo el mundo.

3) No debe permitirse el acaparamiento de tierras bajo ning煤n concepto. No aceptamos las propuestas del G-20 y el Banco Mundial que proponen “la inversi贸n responsable”, pues sabemos que s贸lo es una etiqueta para justificar un atentado contra el uso colectivo de un bien p煤blico como es la tierra.

4) Se debe asegurar que las tierras del planeta sean gestionadas bajo criterios agroecol贸gicos, en un compromiso estable y permanente de respeto por la tierra.

Negisiti

«Este a帽o 2011 no llovi贸 en las tierras de Negisiti malogr谩ndose los cultivos y muriendo las cr铆as de animales por falta de agua. Y las mejores corrientes de agua fresca son utilizadas por los cultivos bajo pl谩stico de exportaci贸n que un inversor saud铆 puso en marcha despu茅s de intercambiar con el gobierno et铆ope miles de hect谩reas, como si estuvieran jugando al Monopoly. Los animales tampoco pueden buscar los pastos comunales que, vallados, han quedado fuera de su alcance».

El acaparamiento de tierras, como nos muestra el caso de Etiop铆a, es una de las “nuevas causas” que junto a otras inequidades pol铆ticas, es responsable de crisis alimentarias y de pobreza que tienen lugar.

«Y Negisiti –y como ella, miles de personas somal铆es y et铆opes– de antiguos campos agr铆colas est谩n llegando a campos de refugiados donde, quiz谩s, puedan llevarse algo a la boca. Porque de sus tierras brotar谩n d贸lares; nunca m谩s comida».




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