Ir al contenido principal

Amanece en el crepúsculo, que no es poco

Crítica Amanecer.  Por Jos Rodríguez

El Señor de los Anillos y Harry Potter han sido bendición y castigo para el fenómeno de masas Crepúsculo. Por un lado, la explosión de ambas sagas en los cines allanó el camino a la novela de la escritora mormona Stephenie Meyer, debido a la sed de sagas literarias para adolescentes del público. Pero, obviamente, sufre cuando es inevitablemente comparada a aquellas, muy superiores (sobre todo la perteneciente a Tolkien). Pero hoy en día no importa tanto la calidad del proyecto como la posibilidad de saquear sin tapujos a su público exponencial, siendo alumnos aventajados de la rata más legendaria que existe: George Lucas. Particularmente, no soy fan de las películas interpretadas por Stewart y Pattinson, y las primeras partes me parecieron una absoluta estupidez, salvando detalles técnicos. En esta ocasión, han acertado en uno de los puntos donde siempre erraban: La dirección. Catherine Hardwicke y David Slade son unos inútiles (aunque Slade rozó el cielo con Hard Candy) y el bueno de Chris Weitz se mostró absolutamente devorado por la franquicia quedando reducido a mero títere. Pero llegó Bill Condon, cineasta que será objeto de burlas por su apellido sin trascender que dirigió Dioses y Monstruos, Kinsey y que le proporcionó una bocanada de aire fresco al musical negro con Dreamgirls. Y con él, profesionales de la talla de Carter Burwell (True Grit), Guillermo Navarro (El Laberinto del Fauno) o Michael Wilkinson (Watchmen). El director neoyorquino imprime un ritmo pausado y estiloso al torpe libreto de Melissa Rosenberg, sabiendo reconducir con sus composiciones de plano situaciones poco menos que vergonzantes por momentos.

El guión se torna cobarde a la hora de adaptar los capítulos más delicados de la historia, como el momento crucial en el que los crepusculinos mantienen su primera relación sexual (obviamente y como no podía ser de otra manera) después de la pastelosa, empalagosa, azucarada (etc, etc, etc) boda entre ambos. La fina línea que separa los accidentes domésticos del maltrato de género ha sido considerada demasiada peligrosa por los productores de la cinta, suavizando las partes más escabrosas, lo que me parece una absoluta cobardía. Dejando de lado este aspecto, se tarda demasiado en arrancar, dando la sensación de importarles más los fans del libro que el espectador neutro, cosa que me parece bien porque ese es su público pero que luego no pretendan evitar las malas críticas de quien se siente excluido. Emoción, peligro, intriga, tensión...son términos ausentes en los 120 minutos del extenso metraje para un film que pretende ser considerado de aventuras (dramático, pero aventuras al fin y al cabo) incumpliendo (que no transgrediendo) las leyes básicas del género que tan bien implantaron producciones como Indiana Jones. Debemos percibir peligro y disfrutar cuando los protagonistas superan situaciones complicadas pero directamente éstas no aparecen, no hay más motivación en la historia que seguir las largas conversaciones (mejores que cualquier escena de acción de las películas anteriores) entre el trío de adolescentes y lo esencial para SENTIR algún tipo de emoción son los obstáculos que se interponen entre el/los héroe/s y su recompensa/objetivo. Únicamente alguna escena con los licántropos (por su espectacularidad) salva esta falta de adrenalina.

Según Rosenberg, el motivo para dividir el último libro de la saga en 2 partes estuvo motivado por razones de guión, para darle más trascendencia a según qué partes que consideraban que necesitaban un trato más delicado y duradero. En definitiva, que había material de sobra para 2 películas. Eso está muy bonito pero no se lo cree ni el espíritu santo al que reza la Meyer antes de acostarse. No hace falta decir que los fines son puramente comerciales y la necesidad de mantener a la gallina de los huevos de oro el mayor tiempo posible en el candelero. Por supuesto, en cada entrega hay que exponer/imponer una opinión propia de la novelista y en esta ocasión ha sido el turno del aborto. ¿Feto o bebé? Es el dilema insustancial que se plantean algunos secundarios siendo la respuesta más que obvia. Veo bien que los traumas propios se integren en la trama si tienen sentido (Ok, ¿Oliver Stone?) pero al no aportar absolutamente nada se convierte en una distracción absurda de la enrevesada trama principal.

Pattinson y Lautner palidecen (¡qué gran chiste!) ante una Stewart que ha evolucionado de forma notable desde 2008 gracias a producciones como Algo Pasa en Hollywood, Adventureland (sobre todo), o The Runaways y que en breve estrenará la nueva versión de Blancanieves. Las comparaciones entre Pattinson/Ledger y Lautner/Damon no hacen más que perjudicar a dos chavales que han nacido sin talento para la interpretación pero que afortunadamente no es una criba para participar en este auténtico fenómeno fan. Un detalle para los fans: en los primeros 5 segundos el lobo ya se quita la camiseta (Ok, se transforma en lobo pero aún así...) y verdaderamente lo mejor que va a sacar el séptimo arte de todo esto va a ser los fanáticos despistados que darán sin querer con la obra maestra de Murnau de mismo nombre en algún buscador de internet y, quien sabe, igual descubren lo que significa el cine de verdad.




">


ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio Digital (elmercuriodigital.es) se edita bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible




AI FREE: DIARIO LIBRE DE INTELIGENCIA ARTIFICIAL