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Crítica de Asesinos de Élite

Por Jos Rodríguez

Jason Statham es la estrella más brillante del cine de acción de nuestros días. Esto es así. Una vez que la generación de los 80 da sus últimos coletazos en The Expendables y Bruce Willis ve cada día más cerca su retirada del género, el británico sigue en lo más alto desde que debutara hace ya 13 años con la brillante Lock & Stock and Two Smoking Barrels de su compatriota Guy Ritchie. El actor de Snatch se deja la piel en cada proyecto y es un auténtico profesional ya sea trabajando para Michael Mann (Collateral) o a las órdenes de Uwe Boll (In the Name of the King: A Dungeon Siege Tale). Él, como sus misteriosos personajes herederos directos de El hombre sin nombre de Eastwood, no parece hacer distinciones entre un papel u otro y, si bien es cierto, eso puede jugar en su contra respecto a quedar encasillado, cuenta con un arma mortal de la que carece la nueva generación de nuestros días: carisma. Así, el actor menos dotado del film, se come a una leyenda viva como representa un desaprovechado De Niro y a un grande (aquí con un personaje cuya evolución se nota en la actuación) como Clive Owen. Mención especial para la escena en la que Statham aparece atado en una silla y lo que consigue hacer con ella. Es británico, Daniel Craig está ocupado rodando bodrio tras bodrio... ¿Un Bond imposible?

Por lo visto el guión está basado en la novela de Ranulph Fiennes "The Featter Men", que trata una historia real apasionante (tres antiguos miembros de las fuerzas especiales son contratados por un jeque árabe para matar a tres miembros del Servicio Especial Aéreo británico, culpables de la muerte de tres de sus hijos durante unos disturbios en Omán diez años antes) que daría para una buena continuación de la saga Bourne. Pero los guionistas Gary McKendry (aquí también director) y Matt Sherring no tratan de hacer una película de espías con sustancia sino que apuestan por hacer una previsible y entretenida cinta de acción para mayor gloria de su trío protagonista. En ningún momento aprovechan una historia que se dirige sola, obviando subtramas aparecidas al principio inexplicablemente. Para realizar una película clásica de acción no hace falta desperdiciar un material que en manos de alguien "clásico" de verdad (tipo Richard Donner o John McTiernan) hubiera sido explotado en su totalidad. McKendry ha querido componer su particular "Munich" con el problema que supone el saber de inicio el destino aciago de los secundarios (típico típico) y unas ínfulas de falsa trascendencia que para nada colman las exigencias del espectador algo más exigente.

Es decir, es loable pretender que los personajes dispongan de personalidad y profundidad pero no a costa de la tan manida y pesada relación del lobo solitario con un amor del pasado-presente (con molestos flashbacks) o la condición de dinosaurio que ha vivido tiempos mejores de De Niro. Por otra parte, las persecuciones están rodadas con talento y la escena inicial consigue que entendamos enseguida que clase de relación mantienen los personajes de Statham-De Niro. El duelo Statham-Owen tipo "Heat" va in crescendo a lo largo del metraje llegando a altas cosas de emoción pero sin llegar a explotar las posibilidades totales de Owen como villano (por cierto, otro que si fue candidato real a encarnar a Bond). No nos engañemos, no hay críticas políticas punzantes ni dobles intenciones. Este es un film de Statham para satisfacer a los fans de Statham y para a engañar a los de De Niro (por lo menos a los que pasan de su filmografía de los últimos 15 años). Pero, reconozcámoslo, casi cualquier producto que lleve al actor de "The Mechanic" en sus títulos de crédito, es más entretenido que el 80% del resto de cartelera. Y éste lo es.




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