OPINI脫N de Federico Mayor Zaragoza
Cuando escucho a tantos l铆deres "in pectore" comentando la magnitud de "lo que se encuentran"... pienso en el cuento ruso de "Los tres sobres", que publiqu茅 hace a帽os (El Pa铆s, 13 de noviembre de 1982) y que es adecuado resumir ahora cuando, siguiendo una inveterada costumbre, quienes van a asumir responsabilidad se curan en salud exagerando de entrada la situaci贸n, a pesar, en el caso concreto que ahora comento, de que en muchos casos ya conoc铆an la extensi贸n y profundidad de las heridas por su propia experiencia "casera" en las Comunidades Aut贸nomas en las que gobernaban desde hace tiempo.
No son pocos los previsibles curanderos que hablan de la imperiosa necesidad de "reformas estructurales", as铆, en gen茅rico... como en el cuento ruso:
"¿El nuevo Rector todav铆a habla bien de usted?". Asent铆 vigorosamente, haciendo con los labios y la cabeza gesto de convicci贸n plena, que quiz谩 logr贸 ocultar mi sorpresa. "Pues dejar谩 de hacerlo, ya lo ver谩", me coment贸 un conocido cient铆fico ruso de visita en la Universidad de Granada. Su respuesta, considerando inexorable que mi sucesor hiciera recaer sobre m铆 buena parte de sus infortunios me hab铆a causado gran perplejidad. Al advertirlo continu贸: "¿Conoce la historia de los tres sobres? Es un viejo cuento ruso que se aplica a todas las transmisiones de responsabilidad. En el momento del relevo, el que se va entrega discretamente al que llega tres sobres, numerados 1, 2 y 3, y le dice que los guarde en el caj贸n central de su despacho y que cuando est茅 muy apurado los abra en el mismo orden.
Pasados los primeros d铆as, a veces las primeras semanas, se desvanecen las favorables perspectivas iniciales; todo est谩 muy dif铆cil, los problemas son muchos y muy acuciantes... y, en la soledad de su oficina, el nuevo en el cargo decide abrir el primer sobre que le dejara su antecesor. La carta que contiene dice escuetamente: "Hable mal de m铆. La culpa la tengo yo"... Incluso a pesar suyo, la aplicaci贸n de esta f贸rmula se revela positiva y, en efecto, transcurren varios meses en los que la referencia a los errores anteriores, al "lamentable estado en que me han dejado todo esto" o "la falta total de visi贸n de mi predecesor", etc., permite ir trampeando la situaci贸n.
Pero, claro est谩, llega un momento en que la toma de posesi贸n queda ya demasiado lejos para escudarse en ella. Y las cosas no van muy bien, para qu茅 negarlo, porque es dif铆cil, muy dif铆cil, que las cosas, cada vez m谩s complicadas, puedan mejorarse de forma patente, y se llega otra vez a una situaci贸n en la que s贸lo y acosado abre el caj贸n central de la mesa y extrae el segundo sobre. Su contenido reza as铆: "Con las presentes estructuras nada puede hacerse. C谩mbielas". La reforma estructural proporciona a nuestro hombre grandes satisfacciones personales y origina brillantes expectativas. Durante alg煤n tiempo, las modificaciones introducidas -algunas de ellas tan irrelevantes, hay que reconocerlo, como pasar los negociados de la planta segunda a la sexta y los archivos de la sexta a la segunda- confieren buena imagen y se reciben pl谩cemes de los superiores.
Pero, aunque s贸lo sea por la propia erosi贸n que produce el ejercicio de cualquier cargo, cuando no por la m谩s frecuente raz贸n de ineficiencia o incompetencia en su desempe帽o -y aqu铆 mi colega ha adoptado una expresi贸n sombr铆a y fatalista- se llega a un punto, m谩s o menos tarde, en que tampoco las estructuras son ya remedio para los graves problemas que por doquier rodean al protagonista de este relato.
Las circunstancias son tales que, a煤n sabiendo que se trata de su 煤ltimo recurso, abre nerviosamente el tercer sobre: "Vaya escribiendo a prisa otros tres sobres para su sucesor. Su cese es inminente".
Con frecuencia, desde entonces, he recordado esta espl茅ndida historieta rusa. Hoy lo hago de nuevo, con la profunda complacencia con la que el fundamental cambio operado en nuestro pa铆s permite recontarla... Y, como entonces, pero en mayor grado todav铆a, podemos matizar el cuento porque no se trata de ceses fulminantes en el relevo de la Administraci贸n del Estado, sino de una ordenada transferencia de funciones de acuerdo con los resultados de las urnas. Adem谩s, porque -con independencia de que en ocasiones las del primer sobre puedan ser merecidas y las del segundo razonables- la alternancia del poder, propia de un pa铆s democr谩tico, ahuyenta el mandato imperativo del tercer sobre y, sobre todo, porque los que ocupan cualquier cargo en pa铆ses realmente libres se saben observados por el gran protagonista de la democracia: el pueblo.
Y el pueblo sabe bien el significado del cuento ruso de los tres sobres...
Cuando escucho a tantos l铆deres "in pectore" comentando la magnitud de "lo que se encuentran"... pienso en el cuento ruso de "Los tres sobres", que publiqu茅 hace a帽os (El Pa铆s, 13 de noviembre de 1982) y que es adecuado resumir ahora cuando, siguiendo una inveterada costumbre, quienes van a asumir responsabilidad se curan en salud exagerando de entrada la situaci贸n, a pesar, en el caso concreto que ahora comento, de que en muchos casos ya conoc铆an la extensi贸n y profundidad de las heridas por su propia experiencia "casera" en las Comunidades Aut贸nomas en las que gobernaban desde hace tiempo.
No son pocos los previsibles curanderos que hablan de la imperiosa necesidad de "reformas estructurales", as铆, en gen茅rico... como en el cuento ruso:
"¿El nuevo Rector todav铆a habla bien de usted?". Asent铆 vigorosamente, haciendo con los labios y la cabeza gesto de convicci贸n plena, que quiz谩 logr贸 ocultar mi sorpresa. "Pues dejar谩 de hacerlo, ya lo ver谩", me coment贸 un conocido cient铆fico ruso de visita en la Universidad de Granada. Su respuesta, considerando inexorable que mi sucesor hiciera recaer sobre m铆 buena parte de sus infortunios me hab铆a causado gran perplejidad. Al advertirlo continu贸: "¿Conoce la historia de los tres sobres? Es un viejo cuento ruso que se aplica a todas las transmisiones de responsabilidad. En el momento del relevo, el que se va entrega discretamente al que llega tres sobres, numerados 1, 2 y 3, y le dice que los guarde en el caj贸n central de su despacho y que cuando est茅 muy apurado los abra en el mismo orden.
Pasados los primeros d铆as, a veces las primeras semanas, se desvanecen las favorables perspectivas iniciales; todo est谩 muy dif铆cil, los problemas son muchos y muy acuciantes... y, en la soledad de su oficina, el nuevo en el cargo decide abrir el primer sobre que le dejara su antecesor. La carta que contiene dice escuetamente: "Hable mal de m铆. La culpa la tengo yo"... Incluso a pesar suyo, la aplicaci贸n de esta f贸rmula se revela positiva y, en efecto, transcurren varios meses en los que la referencia a los errores anteriores, al "lamentable estado en que me han dejado todo esto" o "la falta total de visi贸n de mi predecesor", etc., permite ir trampeando la situaci贸n.
Pero, claro est谩, llega un momento en que la toma de posesi贸n queda ya demasiado lejos para escudarse en ella. Y las cosas no van muy bien, para qu茅 negarlo, porque es dif铆cil, muy dif铆cil, que las cosas, cada vez m谩s complicadas, puedan mejorarse de forma patente, y se llega otra vez a una situaci贸n en la que s贸lo y acosado abre el caj贸n central de la mesa y extrae el segundo sobre. Su contenido reza as铆: "Con las presentes estructuras nada puede hacerse. C谩mbielas". La reforma estructural proporciona a nuestro hombre grandes satisfacciones personales y origina brillantes expectativas. Durante alg煤n tiempo, las modificaciones introducidas -algunas de ellas tan irrelevantes, hay que reconocerlo, como pasar los negociados de la planta segunda a la sexta y los archivos de la sexta a la segunda- confieren buena imagen y se reciben pl谩cemes de los superiores.
Pero, aunque s贸lo sea por la propia erosi贸n que produce el ejercicio de cualquier cargo, cuando no por la m谩s frecuente raz贸n de ineficiencia o incompetencia en su desempe帽o -y aqu铆 mi colega ha adoptado una expresi贸n sombr铆a y fatalista- se llega a un punto, m谩s o menos tarde, en que tampoco las estructuras son ya remedio para los graves problemas que por doquier rodean al protagonista de este relato.
Las circunstancias son tales que, a煤n sabiendo que se trata de su 煤ltimo recurso, abre nerviosamente el tercer sobre: "Vaya escribiendo a prisa otros tres sobres para su sucesor. Su cese es inminente".
Con frecuencia, desde entonces, he recordado esta espl茅ndida historieta rusa. Hoy lo hago de nuevo, con la profunda complacencia con la que el fundamental cambio operado en nuestro pa铆s permite recontarla... Y, como entonces, pero en mayor grado todav铆a, podemos matizar el cuento porque no se trata de ceses fulminantes en el relevo de la Administraci贸n del Estado, sino de una ordenada transferencia de funciones de acuerdo con los resultados de las urnas. Adem谩s, porque -con independencia de que en ocasiones las del primer sobre puedan ser merecidas y las del segundo razonables- la alternancia del poder, propia de un pa铆s democr谩tico, ahuyenta el mandato imperativo del tercer sobre y, sobre todo, porque los que ocupan cualquier cargo en pa铆ses realmente libres se saben observados por el gran protagonista de la democracia: el pueblo.
Y el pueblo sabe bien el significado del cuento ruso de los tres sobres...