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¿Sexo? Varón ¿Familia? Hijo ¿Divorciado? No

Crítica de Un Método Peligroso.  Por Jos Rodríguez

David Cronenberg siempre ha sido una rara avis dentro del mundo del séptimo arte, diferente para bien o para mal. Cineasta de excesos, obsesionado con la transformación física de los humanos y más particularmente con la carne: su uso, su creación, su destrucción, su mutación. La relación entre lo cerebral y lo puramente estético siempre ha estado relacionado y suele tener una conexión umbilical en cada uno de sus guiones, casi siempre de autoría propia. Todo ello acompañado de un estilo visual que tiende al homenaje a la SCI-FI de los 50 pero aportando material de su cosecha. Eso se acabó desde 2005 con el estreno de su mejor película hasta la fecha, A History of Violence, donde el director de Scanners abrazó a la industria de Hollywood como un bebé a su osito de peluche. No se lo recrimino pues cada uno puede conducir su carrera como le plazca, pero desde entonces evidenció una de esas transformaciones de las que él era experto, con Eastern Promises y ahora en A Dangerous Method (y ojo que su siguiente proyecto es un thriller con Tom Cruise y Denzel Washington, con guión ajeno, The Matarese Circle). Muchos directores se han vendido a la industria pero han mantenido sus señas de identidad, su estilo, su forma. Sin ir más lejos, el reciente ganador del Óscar (no precisamente por una de sus obras maestras) Martin Scorsese, ha sabido integrar su habilidad y calidad artística en proyectos absolutamente comerciales (The Aviator, Shutter Island, The Age of Innocence) sin traicionarse a si mismo y sin domesticarse, cosa de la que Cronenberg no es capaz ya que apenas reconozco un par de planos y su obsesión psíquica en esta película. Desde luego, me hace replantearme si era el director apropiado para esta historia en beneficio de un Aronofski, Nolan o, en un mundo perfecto, Kubrick.

El título de la crítica (¿Sexo? Varón ¿Familia? Hijo ¿Divorcio? No) retrata perfectamente
la forma de pensar asentada en la alta sociedad europea de principios del Siglo XX, donde el factor predominante era formar una familia y dar a luz a un varón que mantenga con vida el apellido familiar. Esta primera mitad de Siglo estuvo marcada en el campo de la psiquiatría por la relación de dos brillantes genios como Carl Jung (Michael Fassbender) y Sigmund Freud (Viggo Mortensen) pero desgraciadamente la novela en la que se basa Cronenberg, de Christopher Hampton, hace hincapié en la tormentosa unión de Jung con Sabina Spielrein (Keira Knightley), convirtiendo la trama en una historia de amor de época al uso propia del guionista de Dangerous Liaisons y desaprovechando el fuego que arde en pantalla con los diálogos entre los dos reputados doctores. Lógicamente, el que sale perdiendo en todo esto es el personaje protagonista de Fassbender, pues deseamos como agua de mayo que Mortensen Freud ejerza su papel de roba-escenas. De hecho, si David Lean nos lo permite, sería mejor rebautizarla como la "historia de un breve encuentro", más que la historia de un encuentro. Y es que estamos ante la típica película de época en la que la parte técnica es brillante, el vestuario precioso, todo luce perfecto, pero eso no refleja el dramatismo de la historia ni el desequilibrio emocional, que solo brilla en la interpretación algo desmedida de Keira Knightley (auténtica experta en el género de época). A veces puede más el querer enseñar el presupuesto que usarlo debidamente.

Las cuestiones morales que plantea hábilmente el libreto están bien representadas en pantalla, por lo menos en cuanto a intérpretes se refiere, con un Mortensen en estado de gracia, un polivalente Fassbender y, como dije antes, una exagerada Knightley (aunque es cierto que su personaje está desequilibrado). A pesar de todo esto, el personaje que sacude la historia es Otto Gross, un contundente Vincent Cassel que obliga a Jung a replantearse su existencia y sus costumbres más asumidas a través de una demostración extremista del psicoanálisis inconsciente. A partir de ahí, Jung experimenta un cambio de pensamiento que provoca su desunión con Freud y el film lo nota, para mal, ya que las apariciones del doctor austriaco se producen con cuentagotas. El debate entre represión y libertad es absorbido por el romance con un final demasiado acelerado y precipitado. Tal vez si algunas escenas inocuas se hubieran quedado en la sala de montaje, no hubiera pasado. Howard Shore y Peter Suschitzky, colaboradores habituales del director de Crash, cumplen con nota sus cometidos, erigiéndose en lo mejor de la película, junto con la interpretación antes alabada de Mortensen. Cronenberg plantea algunas preguntas sin respuesta y a mi me gustaría saber la respuesta a la pregunta...¿Va a seguir anteponiendo el espíritu comercial al estilo causante de su éxito y condición de director de culto?

http://twitter.com/jlamotta23




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