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Justicieros

OPINIÓN de La extranjera de Mantinea   

“Soy el justiciero de Dios y vengo a hacer justicia". Con esta expresión en los labios deambulaba el asesino  con la cabeza de una mujer entre sus manos. La acababa de matar en una playa de Tenerife después de perseguirla por las calles como un poseso. Esto sucedió hace algunos meses, y tan acostumbrado está el mundo a estos hechos truculentos que no dimos la menor importancia, si acaso la justa. Evidentemente ese hombre era un loco, un alucinado que al mirarse en el espejo descubría a un salvador de la humanidad destinado a limpiar el mundo de la escoria, o a vengar una vieja e inmemorial afrenta, qué se yo. Sin embargo, y pese a lo extraviado de su mente, sabía bien que la justicia divina, para ser considerada tal, debía actuar fuera de toda norma, de toda ley y de toda racionalidad. La justicia divina es precisamente ese gesto voluntarista y vengativo, alejado de todo límite impuesto por la capacidad de contención y de libertad de las leyes. Este justiciero “crea” la propia norma en el momento de su ejecución, es decir, en el momento de las decisiones sucesivas de perseguir, de matar, de decapitar. Y la cumple.

Una figura como esta, aunque sin alcanzar un proceder tan espantoso y salvando alguna que otra distancia, la encontramos a menudo en nuestro entorno, inmediato o no. Unas veces se nos aparece con el amable rostro de un Robin Hood dispuesto a saquear y a repartir como le plazca; otras, con un rostro sonriente y anónimo bajo el que se esconde no se sabe quien. Puede llegar incluso a resultarnos simpático si desenvaina su espada para asestar su golpe mortal al banquero insaciable, al empresario malhechor o al juez injusto, de los que desea protegernos a toda costa y en nuestro nombre. Pero su omnipotencia debería espantarnos y hacernos retroceder, pues es más poderoso cuanto más acéfalo e invisible. Ante un poder así, arbitrario y caprichoso, no cabe humano recurso de amparo ni de clemencia, por mucho que diga batallar en nombre de nuestra libertad. Si nos perdona la vida, es solamente porque le place.





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