OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro
El cielo, dec铆a el viejo catecismo, es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. El hombre aspira a entronizarse en 茅l y por eso todas las religiones orientan la bondad de la tierra hacia metas que est谩n m谩s all谩 del tiempo y tratan de mentalizarnos de que todas las ruindades sufridas en este mundo son m茅ritos acumulados para el disfrute en la otra vida. La resignaci贸n y la conformidad con los sufrimientos terrestres, como la pobreza, la enfermedad, la carencia de afecto, la provisionalidad laboral, los desahucios, la falta de estima, el desprecio y todas las miserias que puedan imaginarse s贸lo son escalones luminosos que conducen a la altura de la felicidad.
Los pobres de hoy, once millones y medio s贸lo en Espa帽a, pueden tener la certeza de que ir谩n al cielo. Los parados, seguro. Porque est谩n soportando el desprecio m谩s chulesco que la CEOE ha tenido a lo largo de su historia de peticiones insaciables.
El trabajo ha pasado de ser un derecho constitucional a convertir a los grandes empresarios en concesionarios donde se vende al alto precio de un chantaje que hay que abonar en inc贸modos plazos. Pregonan la canci贸n repetida de que son ellos los que crean el trabajo, los que arriesgan su dinero, los que confeccionan la riqueza de la que depende la grandeza econ贸mica de un pa铆s. Y en base a esa conciencia bienhechora, exigen un despido barato y libre, una amnist铆a fiscal, un recorte salarial a capricho, una falta de garant铆a judicial para poner en la calle a quien se les antoje, una jibarizaci贸n sindical, una huelga s贸lo testimonial, una disminuci贸n de ayuda a los parados (ayuda acumulada por la aportaci贸n de los trabajadores), un “voluntariado laboral” para aquellos que est谩n en paro. ¿Seguimos? Huele a esclavitud. A opresi贸n brutal del hombre por el hombre.
¿No aporta nada el trabajador al enriquecimiento del pa铆s? ¿Es el empresario el que da de comer al obrero o es el obrero el que permite que ciertos empresarios sean coleccionistas de coches antiguos como el presidente de la CEIM? Repugna ver a este coleccionista amargar el bocadillo de tortilla, el piropo de andamio o el cigarrillo de las once. Y repugna ver a Feito enviando a los trabajadores a Laponia y a Rosell llamando vagos a los parados. Y todo esto con la aquiescencia de una Ministra de empleo que participa de las blasfemias empresariales desde el trono de un ministerio que en el fondo se dedica al desempleo. Es preferible el despido al cierre de una empresa, dice el patr贸n de patrones. Por lo visto el obrero puede pasar hambre y arrastrarse por la miseria, el desahucio, la desesperaci贸n porque esa debe ser en el futuro la costumbre. ¿Cuando un empresario lanza a la desesperaci贸n a un trabajador, est谩 creando riqueza? ¿No est谩 m谩s bien desentendi茅ndose del hundimiento del pa铆s? ¿Por qu茅 entonces esa preferencias? Suena a confabulaci贸n reaccionaria del dinero.
Uno lleva la mochila cargada de caminos. Algunos estaban ya en los s贸tanos del alma como huellas archivadas. Y de golpe, ves repuntando brotes de un olvido olvidado y convertido en presente. Vuelven las maletas cart贸n-piedra apretadas con cuerdas camino de Alemania, de B茅lgica, de Francia. Algunos tal vez camino de Laponia. Exiliados de pobreza espa帽ola a pobreza europea, a buscar comida en los contenedores holandeses, a colgar la colada en tendederos comunes, a llorar por las noches, a extra帽ar los besos, las caricias, el cari帽o abierto de par en par como ventana al placer vivencial de cada noche. Otra vez la soledad antigua con Manolo Escobar o Antonio Molina. Viejos tiempo actuales porque Rosell, porque Feito, porque Fern谩ndez… Espa帽a desmoronada por la prima de riesgo, por el d茅ficit, por los bancos acumulando millones, por la evasi贸n consentida de capital, porque hay que pagar con el infierno creado por unos poco el cielo en el que viven algunos. Porque al abrirse la brecha entre riqueza y pobreza, muchos cayeron del lado de la pena, de la angustia, de los desheredados. Porque para que algunos coleccionen coches otros tienen que coleccionar hambre, distancia, soledad.
Los ricos nunca lloran. ¿A qu茅 cielo van los pobres?
El cielo, dec铆a el viejo catecismo, es el conjunto de todos los bienes sin mezcla de mal alguno. El hombre aspira a entronizarse en 茅l y por eso todas las religiones orientan la bondad de la tierra hacia metas que est谩n m谩s all谩 del tiempo y tratan de mentalizarnos de que todas las ruindades sufridas en este mundo son m茅ritos acumulados para el disfrute en la otra vida. La resignaci贸n y la conformidad con los sufrimientos terrestres, como la pobreza, la enfermedad, la carencia de afecto, la provisionalidad laboral, los desahucios, la falta de estima, el desprecio y todas las miserias que puedan imaginarse s贸lo son escalones luminosos que conducen a la altura de la felicidad.
Los pobres de hoy, once millones y medio s贸lo en Espa帽a, pueden tener la certeza de que ir谩n al cielo. Los parados, seguro. Porque est谩n soportando el desprecio m谩s chulesco que la CEOE ha tenido a lo largo de su historia de peticiones insaciables.
El trabajo ha pasado de ser un derecho constitucional a convertir a los grandes empresarios en concesionarios donde se vende al alto precio de un chantaje que hay que abonar en inc贸modos plazos. Pregonan la canci贸n repetida de que son ellos los que crean el trabajo, los que arriesgan su dinero, los que confeccionan la riqueza de la que depende la grandeza econ贸mica de un pa铆s. Y en base a esa conciencia bienhechora, exigen un despido barato y libre, una amnist铆a fiscal, un recorte salarial a capricho, una falta de garant铆a judicial para poner en la calle a quien se les antoje, una jibarizaci贸n sindical, una huelga s贸lo testimonial, una disminuci贸n de ayuda a los parados (ayuda acumulada por la aportaci贸n de los trabajadores), un “voluntariado laboral” para aquellos que est谩n en paro. ¿Seguimos? Huele a esclavitud. A opresi贸n brutal del hombre por el hombre.
¿No aporta nada el trabajador al enriquecimiento del pa铆s? ¿Es el empresario el que da de comer al obrero o es el obrero el que permite que ciertos empresarios sean coleccionistas de coches antiguos como el presidente de la CEIM? Repugna ver a este coleccionista amargar el bocadillo de tortilla, el piropo de andamio o el cigarrillo de las once. Y repugna ver a Feito enviando a los trabajadores a Laponia y a Rosell llamando vagos a los parados. Y todo esto con la aquiescencia de una Ministra de empleo que participa de las blasfemias empresariales desde el trono de un ministerio que en el fondo se dedica al desempleo. Es preferible el despido al cierre de una empresa, dice el patr贸n de patrones. Por lo visto el obrero puede pasar hambre y arrastrarse por la miseria, el desahucio, la desesperaci贸n porque esa debe ser en el futuro la costumbre. ¿Cuando un empresario lanza a la desesperaci贸n a un trabajador, est谩 creando riqueza? ¿No est谩 m谩s bien desentendi茅ndose del hundimiento del pa铆s? ¿Por qu茅 entonces esa preferencias? Suena a confabulaci贸n reaccionaria del dinero.
Uno lleva la mochila cargada de caminos. Algunos estaban ya en los s贸tanos del alma como huellas archivadas. Y de golpe, ves repuntando brotes de un olvido olvidado y convertido en presente. Vuelven las maletas cart贸n-piedra apretadas con cuerdas camino de Alemania, de B茅lgica, de Francia. Algunos tal vez camino de Laponia. Exiliados de pobreza espa帽ola a pobreza europea, a buscar comida en los contenedores holandeses, a colgar la colada en tendederos comunes, a llorar por las noches, a extra帽ar los besos, las caricias, el cari帽o abierto de par en par como ventana al placer vivencial de cada noche. Otra vez la soledad antigua con Manolo Escobar o Antonio Molina. Viejos tiempo actuales porque Rosell, porque Feito, porque Fern谩ndez… Espa帽a desmoronada por la prima de riesgo, por el d茅ficit, por los bancos acumulando millones, por la evasi贸n consentida de capital, porque hay que pagar con el infierno creado por unos poco el cielo en el que viven algunos. Porque al abrirse la brecha entre riqueza y pobreza, muchos cayeron del lado de la pena, de la angustia, de los desheredados. Porque para que algunos coleccionen coches otros tienen que coleccionar hambre, distancia, soledad.
Los ricos nunca lloran. ¿A qu茅 cielo van los pobres?