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Una prensa para todos

OPINI脫N de Jorge Zavaleta Alegre, Per煤  

La prensa ha de ser como los correos antiguos, tener los caballos enjaezados para llegar antes que nadie al lugar de los acontecimientos, con el fin de atender esa innata curiosidad del lector, casi siempre escaso de voluntad, de tiempo o de dinero.

Esta definici贸n corresponde a Jos茅 Mart铆 (Cuba, 1853 - 1895), uno de los m谩s grandes poetas hispanoamericanos y periodista que apost贸 por la Revoluci贸n de Mayo de 1810, en Buenos Aires, contra el dominio de Inglaterra.

La actual innovaci贸n tecnol贸gica, en esencia, no ha cambiado el sentido ni los ideales libertarias de la prensa. Ahora, la persona est谩 m谩s informada que dos o tres d茅cadas atr谩s, pero, no necesariamente, mejor para asegurar la conservaci贸n de los recursos naturales renovables y no renovables en funci贸n de la humanidad entera.

La prensa sigue siendo un aliado o enemigo del poder. Pero nadie, ni el personaje m谩s humilde o poderoso, es desaprensivo con la cr铆tica o el halago. Sobre este tema existen ejemplos mil. Y quien mejor para explicarlo que el ilustre autor de Madame Bovary, la c茅lebre novela que Gustavo Flaubert, la despreci贸 hasta su muerte.

Flaubert, reservaba todas sus iras para la prensa. “El estruendo de los peri贸dicos, la importancia que se dan, las tonter铆as que imprimen inevitablemente, dada la precipitaci贸n con que se hacen, le enfurec铆an. Hablaba de suprimirlos todos de una vez”, confiesa su amigo, Emile Zola, en El Hombre.

Lo que m谩s le molestaba a Flaubert eran los pormenores que algunas veces daban acerca de su persona. Parec铆ale irrespetuoso, dec铆a que solamente el escritor pertenec铆a al p煤blico. Jam谩s quiso reconocer que en el mundo todo marcha simult谩neamente y que la prensa que da noticias es la hermana menor, muy mal cuidada, si se quiere de Madame Bovary.

Pero, agrega Zola, que aquel hombre feroz, que hablaba de ahorcar a todos los periodistas, se conmov铆a hasta derramar l谩grimas cuando el 煤ltimo de los gacetilleros escrib铆a de 茅l un articulillo…”Rico trabajando a sus horas, sin haber pasado por el periodismo, lo desconoc铆a por completo, despreci谩ndolo a veces demasiado y creyendo en 茅l otras veces tambi茅n demasiado”

Si esas reacciones sobre el periodismo le produjeron al c茅lebre autor de Educaci贸n Sentimental, de Un coraz贸n sencillo, La Leyenda de San Juli谩n o Herod铆as, c贸mo no entender la vanidad de vanidades de los poderosos emergentes que su ego nos les permite distinguir las diferencias de aquellos medios, que cual f谩bricas de vanidadess, cooptan a Los Aprendices, como muy bien recrea Carlos Eduardo Zavaleta, recordando a los caudillos de las comarcas de su juventud, en la Cordillera Blanca.

Arguedas, Vargas Llosa o Ribeyro se anticiparon en se帽alar en Todas las Sangres, Conversaci贸n en la Catedral o El Banquete, historias de la zalamer铆a criolla con los pol铆ticos de turno, en marchitos clubes, de muros y recuerdos coloniales, cuando los movimientos migratorios ya han cambiado de ra铆ces las faz de las ciudades, y la prensa convencional ha dejado de tener el poder de viejo cu帽o.

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