OPINI脫N de Rafael Fernando Navarro
Cuando se emite un juicio disconforme con la opini贸n de la jerarqu铆a eclesi谩stica, los Obispos esgrimen un complejo de persecuci贸n. Se sienten perseguidos por el perverso laicismo que siempre est谩 al acecho del momento en que pueda anular la doctrina de la Iglesia. La Iglesia se arroga el papel de dominadora de las conciencias y cuando alguien re revela contra ese dominio se le aparta de su comuni贸n, de su pertenencia y se le arroja a la cuneta donde yacen todas las v铆ctimas que han sufrido el maltrato eclesial a lo largo de la historia. Juan Jos茅 Tamayo, Marciano Vidal, Pagola son los m谩s recientes entre los espa帽oles. Pero la lista ser铆a interminable. El orgullo pontifical cae en el absurdo cient铆fico cuando sus opiniones quieren destruir la investigaci贸n humana y sus conclusiones. Incansable empe帽o que conlleva el abandono creciente de cristianos de base comprometidos con su mundo en el aqu铆 y el ahora.
Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona, escribe lo siguiente: Cada uno tiene un papel en la historia. As铆 como el arzobispo no puede parir hijos, la mujer no puede ser sacerdote. La conclusi贸n de la imposibilidad de acceder al sacerdocio derivada de la imposibilidad de parir a un hijo es pat茅tica. Porque tampoco el var贸n da a luz hijos y sin embargo accede al sacerdocio. El derrumbe de la capacidad intelectual del arzobispo resulta hiriente para la totalidad del episcopado. Al apoyar a Jaume Pujol en sus apreciaciones, es la jerarqu铆a entera la que se somete al absurdo de un razonamiento que deja en evidencia la fragilidad de sus argumentos. El papel exclusivo de la mujer es cuidar a sus hijos y sobre todo “a su marido, que es el hijo m谩s peque帽o de la casa. Ya sabeis por qu茅 lo digo” Suena secci贸n femenina, con su cuello blanco y su canes煤.
Por su parte, el Obispo de C贸rdoba, Demetrio Fern谩ndez, cae en una falsedad consciente, falaz e hip贸crita cuando refiri茅ndose al aborto afirma que en Espa帽a ha habido un mill贸n de muertos a causa del aborto. “M谩s muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que adem谩s es presentada en tono de progreso y que esconde todo un negocio de beneficios de millones de euros” El Obispo, imbuido de su papel de dictador de las conciencias humanas, tacha de criminales a todos los que ateni茅ndose a una legislaci贸n emanada de un parlamento civil, laico y soberano otorga a las mujeres el derecho a defender su cuerpo como pertenencia de su ser en el mundo. Todos los que defiendan ese derecho son criminales de guerra que deber铆an ser juzgados como tales y condenados a las penas del infierno eterno pasando antes por los horrores de no se sabe qu茅 torturas.
La sexualidad no es en ning煤n momento contemplada por la Iglesia como fuente de placer, de 茅xtasis, de comuni贸n entre dos seres. S贸lo el dolor y el sufrimiento son fuentes de santidad, de bondad, de grandeza humana. En consecuencia, el sexo s贸lo es concebido como intencionalidad de procreaci贸n, de reproducci贸n, de continuidad de la especie. Apretar el cilicio es m谩s dignificante que el crujido de unos labios extasiados en el beso. La degradaci贸n de nuestros mitrados llega a extremos risibles, si no fueran tan absurdos.
Los humanos no entendemos hoy la dignidad de nuestra existencia sin conformarla desde la libertad como derecho irrenunciable. Nadie nos puede arrebatar ese derecho. Hemos sufrido dictaduras terribles que nos ahorcaron el pensamiento, la iniciativa. No estamos dispuestos a que ninguna otra dictadura nos arrebate lo que tanto nos ha costado conseguir.
Cuando las mitras se empe帽an en destruir los derechos humanos m谩s elementales no se tienen que extra帽ar de la lejan铆a que el hombre marca entre su doctrina y su quehacer. Los Obispos deben ser conscientes de que cuando se despojan de sus mitras, los dem谩s constatamos que est谩n huecas.
Cuando se emite un juicio disconforme con la opini贸n de la jerarqu铆a eclesi谩stica, los Obispos esgrimen un complejo de persecuci贸n. Se sienten perseguidos por el perverso laicismo que siempre est谩 al acecho del momento en que pueda anular la doctrina de la Iglesia. La Iglesia se arroga el papel de dominadora de las conciencias y cuando alguien re revela contra ese dominio se le aparta de su comuni贸n, de su pertenencia y se le arroja a la cuneta donde yacen todas las v铆ctimas que han sufrido el maltrato eclesial a lo largo de la historia. Juan Jos茅 Tamayo, Marciano Vidal, Pagola son los m谩s recientes entre los espa帽oles. Pero la lista ser铆a interminable. El orgullo pontifical cae en el absurdo cient铆fico cuando sus opiniones quieren destruir la investigaci贸n humana y sus conclusiones. Incansable empe帽o que conlleva el abandono creciente de cristianos de base comprometidos con su mundo en el aqu铆 y el ahora.
Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona, escribe lo siguiente: Cada uno tiene un papel en la historia. As铆 como el arzobispo no puede parir hijos, la mujer no puede ser sacerdote. La conclusi贸n de la imposibilidad de acceder al sacerdocio derivada de la imposibilidad de parir a un hijo es pat茅tica. Porque tampoco el var贸n da a luz hijos y sin embargo accede al sacerdocio. El derrumbe de la capacidad intelectual del arzobispo resulta hiriente para la totalidad del episcopado. Al apoyar a Jaume Pujol en sus apreciaciones, es la jerarqu铆a entera la que se somete al absurdo de un razonamiento que deja en evidencia la fragilidad de sus argumentos. El papel exclusivo de la mujer es cuidar a sus hijos y sobre todo “a su marido, que es el hijo m谩s peque帽o de la casa. Ya sabeis por qu茅 lo digo” Suena secci贸n femenina, con su cuello blanco y su canes煤.
Por su parte, el Obispo de C贸rdoba, Demetrio Fern谩ndez, cae en una falsedad consciente, falaz e hip贸crita cuando refiri茅ndose al aborto afirma que en Espa帽a ha habido un mill贸n de muertos a causa del aborto. “M谩s muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que adem谩s es presentada en tono de progreso y que esconde todo un negocio de beneficios de millones de euros” El Obispo, imbuido de su papel de dictador de las conciencias humanas, tacha de criminales a todos los que ateni茅ndose a una legislaci贸n emanada de un parlamento civil, laico y soberano otorga a las mujeres el derecho a defender su cuerpo como pertenencia de su ser en el mundo. Todos los que defiendan ese derecho son criminales de guerra que deber铆an ser juzgados como tales y condenados a las penas del infierno eterno pasando antes por los horrores de no se sabe qu茅 torturas.
La sexualidad no es en ning煤n momento contemplada por la Iglesia como fuente de placer, de 茅xtasis, de comuni贸n entre dos seres. S贸lo el dolor y el sufrimiento son fuentes de santidad, de bondad, de grandeza humana. En consecuencia, el sexo s贸lo es concebido como intencionalidad de procreaci贸n, de reproducci贸n, de continuidad de la especie. Apretar el cilicio es m谩s dignificante que el crujido de unos labios extasiados en el beso. La degradaci贸n de nuestros mitrados llega a extremos risibles, si no fueran tan absurdos.
Los humanos no entendemos hoy la dignidad de nuestra existencia sin conformarla desde la libertad como derecho irrenunciable. Nadie nos puede arrebatar ese derecho. Hemos sufrido dictaduras terribles que nos ahorcaron el pensamiento, la iniciativa. No estamos dispuestos a que ninguna otra dictadura nos arrebate lo que tanto nos ha costado conseguir.
Cuando las mitras se empe帽an en destruir los derechos humanos m谩s elementales no se tienen que extra帽ar de la lejan铆a que el hombre marca entre su doctrina y su quehacer. Los Obispos deben ser conscientes de que cuando se despojan de sus mitras, los dem谩s constatamos que est谩n huecas.