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Hijo, qué divertido es cazar animales. Cazadores y taurinos de Borbón

OPINIÓN de Julio Ortega   

No Reina Sofía, no Infanta Elena, no son "cosas de niños", sino de padres que ponen armas en las manos de sus hijos con el deseo de que aprendan a utilizarlas contra seres vivos. Entre que el crío contase con la edad legal para hacerlo o le faltasen todavía unos meses, hay un Jaime de Marichalar que como tantos otros cazadores reconocen en sus foros, no respeta una norma que les parece estúpida. Y al fin todo se reduce a un máximo tres mil euros. Las exclusivas escopetas que utiliza el abuelo para cazar cuestan sesenta veces más. No será la multa el problema ni el escarmiento.

Un abuelo al que por cierto se le llena la boca hablando del necesario respeto que le debemos a la ley, empezando por él mismo, faltaría más, aunque llama la atención que con frecuencia lo tenga que hacer no como declaración de principios, sino en calidad de respuesta ante los presuntos escándalos que salpican a su mayestática estirpe. Un abuelo al que lejos de quitársele las ganas de jugar con armas teniendo en cuenta aquel trágico episodio de su pasado, le vence el embrujo cinegético de Carlos IV tanto como el taurófilo de Fernando VII. "Cosas de Reyes", supongo. Hay aspectos en los que el tiempo parece haberse detenido y siempre en los tramos más vergonzosos.

El nieto Froilán no ha sufrido heridas graves, pero todos los meses son varios los que se dejan vida o caen heridos en los montes como consecuencia de algún "accidente de caza". Los delitos en los que se emplean armas con este tipo de licencia abundan y nos hablan de la facilidad para hacerse con ellas por parte de los que no tienen reparo en apuntar y disparar a animales. No serán humanos, en principio, pero la relación entre el salto de unas víctimas a otras para quienes las provocan queda demostrada en estudios realizados por profesionales de la medicina, fuerzas de seguridad y servicios sociales. Y hay países donde se tienen muy en cuenta. En España no, pero en otras naciones tampoco alimentan a una monarquía y aquí está enquistada.

Que la Familia Real sea en su mayoría aficionada e incluso partícipe de actos que implican maltrato de animales es un hecho de sobra conocido. Hasta su aparente objetividad pierden cuando se trata de defender tales costumbres y últimamente están que se salen con la tauromaquia. Que incluso aquellos miembros de la misma que dicen no gustar de ellos prefieran calificar este asunto de travesura infantil cuando encima de por medio hay una presunta infracción, revuelve bastante pero tampoco asombra. Y es que al final la Corona es lo que es, se dedica a lo que se dedica y sus aparentes bondades y campechanías hace tiempo que dejaron de ser para muchos razón válida de su onerosa existencia. Otros en cambio siguen ejerciendo de leales cortesanos.

Detrás de este suceso se encuentra, no lo olvidemos, la permisividad con una actividad inncesaria y sangrienta como la caza, que es causa de sufrimiento para millones de animales y no pocos humanos. El que el número de licencias esté disminuyendo al ritmo que lo hace y que en algunos países ya se haya prohibido, nos indica que aquí también va siendo hora de superar lo que pudo ser en el pasado un método de subsistencia, pero a día de hoy no constituye más que un pasatiempo tan absurdo y cruel como las corridas de toros. Y aficionados a una y otras suelen coincidir. Por algo será esa afinidad en actos que desprecian la vida y el padecimiento de seres de otras especies. "¿Cosas de niños?" No. "Aberraciones de mayores".




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