OPINI脫N de Julio Ortega
La empat铆a es una capacidad finita, lo que exige que haya de reservarse para sujetos susceptibles de la misma por proximidad o propiedad: mi hijo, mi amigo, mi perro (茅ste no siempre)… Hay que seleccionar qui茅n entra y qui茅n no lo hace. No caben todos.
Criar al toro supone tiempo y dinero, eso lo convierte en objeto pose铆do. Y posesi贸n implica libre disposici贸n.
Entiendo la tauromaquia en su fondo y en su forma. Y la interpretaci贸n pasional del conocimiento est谩 siempre por encima de la racionalidad cient铆fica o de consideraciones 茅ticas esgrimidas por ignorantes que opinan sobre lo que no comprenden.
El toro jam谩s ha manifestado que sufra durante la lidia, ¿alguien le ha o铆do hacerlo?, pero s铆 nos transmite claramente su inmenso orgullo y profundo placer por convertirse en actor principal de tan noble ceremonia. Eso se siente, no hace falta escucharlo.
Cuando el acero escarba en su carne y se hunde hasta la empu帽adura en su cuerpo a m铆 no me duele.
No soy yo el que doblado sobre la arena se ahoga entre v贸mitos con la sangre que le encharca los pulmones.
Desde el tendido no contemplo sus l谩grimas ni percibo sus estertores. La distancia con el toro consigue lo que la secci贸n de las cuerdas vocales en el caballo del picador: ausencia de est铆mulos trasladando un padecimiento que por lo tanto puede ser puesto en duda.
Respetar el lenguaje es una obligaci贸n. La palabra tradici贸n significa lo que significa y su contenido sem谩ntico es inamovible, prevaleciendo frente a est煤pidos movimientos que esgrimen derechos de reciente aparici贸n.
Pinturas, obras literarias, composiciones musicales… Muchas manifestaciones art铆sticas se inspiran en la tauromaquia y la enaltecen. El poco probable y en todo caso breve tormento de un animal es algo insignificante ante expresiones tan sublimes e imperecederas.
En una sociedad cada vez m谩s infestada de eunucos, los reda帽os del torero representan un paradigma de la virilidad y reciedumbre que se est谩n perdiendo irremediablemente.
El concepto libertad existe y si la m铆a entra en conflicto con la de terceros, la tradici贸n antes mentada es quien debe dirimir la cuesti贸n de cu谩l de ellas ha de imponerse.
Siendo en cualquier caso el toro una criatura ef铆mera, como todas, qu茅 mejor que transformar su final en un espect谩culo grandioso y 煤til, generador a la vez de diversi贸n y negocio. Adelantar el momento y decidir la forma y el lugar es s贸lo algo circunstancial.
Para m铆 y para mis hijos escoger铆a sin duda una muerte como la de este animal antes que agonizar en una cama. Ya que eso no es posible legalmente, que al menos me sea l铆cito transmitirles tales valores para que se eduquen en ellos y as铆 forjemos generaciones bragadas y no m贸rbidas como algunos pusil谩nimes chalados pretenden.
Admitir la abolici贸n de las corridas ser铆a tanto como legitimar el debate sobre otras acciones humanas que conllevan la utilizaci贸n de animales: caza, circos, peleter铆a, experimentaci贸n, alimentaci贸n, etc. ¿Queremos eso? Iniciativas similares en su esencia son las que han permitido que cualquier inmigrante nos quite el trabajo o que las mujeres sean algo m谩s que esposas y madres.
Su Majestad El Rey Don Juan Carlos de Borb贸n es un entusiasta taurino y una persona como 茅l, ejemplo entre ejemplos en raz贸n de su rango y de su innegable superioridad cognitiva y conductual, no puede equivocarse jam谩s.
Y ahora, que cualquier perroflauta se atreva a intentar rebatir este magn铆fico y palmario compendio de motivos culturales, sociol贸gicos, materiales o espirituales para preservar y enaltecer la tauromaquia, empleando en su mantenimiento y protecci贸n el dinero p煤blico que sea menester, que al fin, digan lo que digan los del “S铆ndrome de Bambi”, siempre nos quedar谩 el Ministro Wert, prototipo de pol铆tico erudito, sensible y dem贸crata.
La empat铆a es una capacidad finita, lo que exige que haya de reservarse para sujetos susceptibles de la misma por proximidad o propiedad: mi hijo, mi amigo, mi perro (茅ste no siempre)… Hay que seleccionar qui茅n entra y qui茅n no lo hace. No caben todos.
Criar al toro supone tiempo y dinero, eso lo convierte en objeto pose铆do. Y posesi贸n implica libre disposici贸n.
Entiendo la tauromaquia en su fondo y en su forma. Y la interpretaci贸n pasional del conocimiento est谩 siempre por encima de la racionalidad cient铆fica o de consideraciones 茅ticas esgrimidas por ignorantes que opinan sobre lo que no comprenden.
El toro jam谩s ha manifestado que sufra durante la lidia, ¿alguien le ha o铆do hacerlo?, pero s铆 nos transmite claramente su inmenso orgullo y profundo placer por convertirse en actor principal de tan noble ceremonia. Eso se siente, no hace falta escucharlo.
Cuando el acero escarba en su carne y se hunde hasta la empu帽adura en su cuerpo a m铆 no me duele.
No soy yo el que doblado sobre la arena se ahoga entre v贸mitos con la sangre que le encharca los pulmones.
Desde el tendido no contemplo sus l谩grimas ni percibo sus estertores. La distancia con el toro consigue lo que la secci贸n de las cuerdas vocales en el caballo del picador: ausencia de est铆mulos trasladando un padecimiento que por lo tanto puede ser puesto en duda.
Respetar el lenguaje es una obligaci贸n. La palabra tradici贸n significa lo que significa y su contenido sem谩ntico es inamovible, prevaleciendo frente a est煤pidos movimientos que esgrimen derechos de reciente aparici贸n.
Pinturas, obras literarias, composiciones musicales… Muchas manifestaciones art铆sticas se inspiran en la tauromaquia y la enaltecen. El poco probable y en todo caso breve tormento de un animal es algo insignificante ante expresiones tan sublimes e imperecederas.
En una sociedad cada vez m谩s infestada de eunucos, los reda帽os del torero representan un paradigma de la virilidad y reciedumbre que se est谩n perdiendo irremediablemente.
El concepto libertad existe y si la m铆a entra en conflicto con la de terceros, la tradici贸n antes mentada es quien debe dirimir la cuesti贸n de cu谩l de ellas ha de imponerse.
Siendo en cualquier caso el toro una criatura ef铆mera, como todas, qu茅 mejor que transformar su final en un espect谩culo grandioso y 煤til, generador a la vez de diversi贸n y negocio. Adelantar el momento y decidir la forma y el lugar es s贸lo algo circunstancial.
Para m铆 y para mis hijos escoger铆a sin duda una muerte como la de este animal antes que agonizar en una cama. Ya que eso no es posible legalmente, que al menos me sea l铆cito transmitirles tales valores para que se eduquen en ellos y as铆 forjemos generaciones bragadas y no m贸rbidas como algunos pusil谩nimes chalados pretenden.
Admitir la abolici贸n de las corridas ser铆a tanto como legitimar el debate sobre otras acciones humanas que conllevan la utilizaci贸n de animales: caza, circos, peleter铆a, experimentaci贸n, alimentaci贸n, etc. ¿Queremos eso? Iniciativas similares en su esencia son las que han permitido que cualquier inmigrante nos quite el trabajo o que las mujeres sean algo m谩s que esposas y madres.
Su Majestad El Rey Don Juan Carlos de Borb贸n es un entusiasta taurino y una persona como 茅l, ejemplo entre ejemplos en raz贸n de su rango y de su innegable superioridad cognitiva y conductual, no puede equivocarse jam谩s.
Y ahora, que cualquier perroflauta se atreva a intentar rebatir este magn铆fico y palmario compendio de motivos culturales, sociol贸gicos, materiales o espirituales para preservar y enaltecer la tauromaquia, empleando en su mantenimiento y protecci贸n el dinero p煤blico que sea menester, que al fin, digan lo que digan los del “S铆ndrome de Bambi”, siempre nos quedar谩 el Ministro Wert, prototipo de pol铆tico erudito, sensible y dem贸crata.