OPINI脫N de Barbara Ehrenreich
Uno por uno, los pobres no resultan demasiada tentadores para los ladrones por razones obvias. Si asaltas a un banquero, puedes encontrarte con una cartera que contenga el equivalente de un mes de alquiler. Si asaltas a un portero, tendr谩s suerte si te llega para salir en autob煤s de la escena del delito. Pero tal como se帽alaba instructivamente el semanario Businessweek en 2007, los pobres en conjunto proporcionan un jugoso objetivo para cualquiera lo bastante depravado como para hacer negocio rob谩ndoles.
El truco consiste en robarles con formas que sean sistem谩ticas, impersonales y casi imposibles de localizar en lo que respecta a sus responsables individuales. Los patronos, por ejemplo, no tienen m谩s que programar sus ordenadores para rebanarles unos cuantos d贸lares de cada cheque, o pueden pedirles a los trabajadores que vayan a trabajar treinta minutos o m谩s antes de que empiece a contar el reloj.
Los prestamistas, contando a las principales empresas crediticias, as铆 como a los prestamistas del d铆a de paga, han adoptado el papel del tradicional usurero de la esquina, cobrando tasas de inter茅s de locura. Cuando se complementan con intereses de demora (sujetos a su vez a intereses), la tasa de inter茅s efectivo resultante puede llegar a ser tan elevada como de un 600% anual, lo que es perfectamente legal en muchos estados.
No s贸lo el sector privado se dedica a explotar a los pobres. Las administraciones locales est谩n descubriendo que pueden compensar sus ingresos fiscales en declive gracias a multas, tasas y otros costes impuestos a acusados indigentes, a menudo por delitos cuya ruindad no va m谩s all谩 de conducir con un carn茅 caducado. Y si eso parece una forma ineficaz de sacar dinero, dado el elevado coste de lo que supone encerrar a la gente, un n煤mero creciente de jurisdicciones han empezado a cobrar a los acusados el coste de los tribunales y hasta el precio de ocupar una celda.
Un caso ejemplar de persecuci贸n administrativa de la gente en la calle ser铆a el de Edwina Nowlin, un mujer de Michigan sin techo que fue encarcelada en 2009 por no poder pagar 104 d贸lares mensuales para cubrir los costes de alojamiento y hospedaje del encarcelamiento de su hijo de 16 a帽os. Al recibir un cheque atrasado, pens贸 que le permitir铆a pagar la estancia de su hijo en prisi贸n. Por el contrario, se le confisc贸 para cubrir el coste de su propio encarcelamiento.
Las administraciones se suman a los saqueadores de los pobres
Se podr铆a pensar que los responsables pol铆ticos se tomar铆an mucho inter茅s en las cantidades que se les roba, coacciona o extorsiona a los pobres, pero no constan esfuerzos oficiales por rastrear esas figuras. Por el contrario, tenemos que fijarnos en investigadores independientes, como Kim Bobo, autor de Wage Theft in America [El robo salarial en Norteam茅rica], que estima que el robo de salarios les rinde a los patronos como m铆nimo 100.000 millones de d贸lares al a帽o y posiblemente el doble de esa cifra. Por lo que se refiere a los beneficios que saca la industria de pr茅stamos, Gary Rivlin, que escribi贸 Broke USA: From Pawnshops to Poverty, Inc – How the Working Poor Became Big Business, [Los Estados Unidos en bancarrota: de las casas de empe帽o a Pobreza S. A: c贸mo se han convertido los pobres en un gran negocio] afirma que los pobres pagan un recargo efectivo de cerca de 30.000 millones de d贸lares anuales por los productos financieros que consumen, y m谩s del doble si se incluyen tarjetas de cr茅dito de segunda categor铆a, pr茅stamos de segunda categor铆a para comprar coches e hipotecas de segunda categor铆a.
No se trata, por supuesto de cantidades triviales. Entran en el mismo orden de magnitud de los principales programas p煤blicos para pobres. La administraci贸n distribuye cerca de 55.000 millones anuales de d贸lares, por ejemplo, a trav茅s del mayor programa de transferencia de efectivo a los pobres, el Cr茅dito Tributario sobre Ingresos Percibidos [Earned Income Tax Credit]; al mismo tiempo, los patronos est谩n malversando el doble de esa cantidad, si es que no es m谩s, por medio del robo salarial.
Y mientras que la administraci贸n cierra por lo general los ojos a los decenas de miles de millones de d贸lares en intereses exorbitantes que el sector de negocios cobra a los pobres, es llamativamente reacia con las prestaciones p煤blicas a los pobres. La Asistencia Temporal a Familias Necesitadas (Temporary Assistance to Needy Families), por ejemplo, el 煤nico programa de bienestar que nos queda a escala nacional, s贸lo recibe 26.000 millones de d贸lares anuales en fondos de los estados y federales. Queda la impresi贸n de un sector p煤blico totalmente en contradicci贸n consigo mismo: por un lado, ofrece programas que son una red de seguridad para los pobres; por el otro, permite el robo a gran escala por parte del sector privado contra la misma gente a la que supuestamente trata de proteger.
A escala local, sin embargo, la administraci贸n opta cada vez m谩s por unirse al saqueo. En 2009, con un a帽o ya de Gran Recesi贸n, empec茅 a o铆r quejas de activistas comunitarios sobre umbrales cada vez m谩s agresivos a la hora de hacer cumplir la ley en zonas de bajos ingresos. Tira una colilla y te detendr谩n por ensuciar; vac铆ate los bolsillos a petici贸n de un agente de polic铆a en cualquier control de parar y cachear y acabar谩s esposado por unos restos de marihuana. Cada una de estas infracciones puede tener como resultado una multa, como m铆nimo, de tres cifras.
Y la cifra de posibles infracciones que suponen c谩rcel y/o a multas se ha ido multiplicando temerariamente. Por todo el pa铆s – de California y Tejas a Pensilvania – condados y municipalidades han ido endureciendo las leyes contra el absentismo escolar y ampliando el cumplimiento de la ley, llegando a veces incluso hasta a esposar ni帽os encontrados en las calles en horario escolar. En la ciudad de Nueva York es ahora delito poner los pies encima de un asiento del metro, aunque el resto del vag贸n est茅 vac铆o, y una mujer de Carolina del Sur pas贸 seis d铆as en la c谩rcel cuando no pudo pagar una multa de 480 d贸lares por el delito de tener el "patio en desorden". Algunas ciudades, – muy recientemente, Houston y Filadelfia – han convertido en delito compartir comida con indigentes en lugares p煤blicos.
Ser pobre no es en s铆 mismo un delito de momento, pero al menos en un tercio de los estados, tener deudas puede acabar contigo en la c谩rcel. Si un acreedor como un casero o una empresa de tarjetas de cr茅dito consigue una citaci贸n judicial dirigida a ti y no compareces en la fecha prevista en el juzgado, se emite una orden judicial de detenci贸n. Y es f谩cil pasar por alto una citaci贸n judicial, que puede haberse enviado a una direcci贸n err贸nea o, en el caso de un repartidor negligente, que se tire simplemente a la basura – una pr谩ctica tan com煤n que el sector tiene incluso una denominaci贸n para ello: "servicio de alcantarilla”. Siguiendo una secuencia que, seg煤n informa la National Public Radio, resulta "cada vez m谩s com煤n", se detiene a una persona por cualquier infracci贸n menor de tr谩fico – tener un silenciador que hace ruido, digamos, o un piloto del freno roto –, momento en el cual el agente descubre la orden judicial y el involuntario infractor acaba en la c谩rcel en un abrir y cerrar de ojos.
Las administraciones locales, predadoras
Cada uno de estos delitos, neo-delitos y pseudo-delitos conlleva penas financieras, as铆 como la amenaza de un periodo de c谩rcel, pero la cantidad de dinero que as铆 se les saca a los pobres resulta endemoniadamente dif铆cil de determinar. Ninguna agencia central rastrea la aplicaci贸n de la Ley a escala local, y los registros municipales pueden ser casi deliberadamente superficiales.
De acuerdo con una de las pocas estimaciones recientes a escala nacional, la de la Asociaci贸n Nacional de Abogados Criminalistas (National Association of Criminal Defense Lawyers), se cometieron 10,5 millones de faltas en 2006. Nadie se arriesgar铆a a llevar a cabo una estimaci贸n de la pena financiera media de una falta, aunque los expertos a los que he entrevistado afirmaron todos que la cantidad suele estar generalmente en "cientos de d贸lares". Si tiramos extremadamente por lo bajo, unos 200 d贸lares por falta, y tenemos en cuenta que el 80-90% de los delitos los cometen personas que son oficialmente indigentes, entonces loas administraciones locales est谩n utilizando el cumplimiento de la Ley para sacarles o intentar sacarles anualmente a los pobres al menos 2.000 millones de d贸lares anuales.
Y eso no es m谩s que una peque帽a fracci贸n de lo que a las administraciones les gustar铆a recaudar de los pobres. Katherine Beckett, soci贸loga de la Universidad de Washington, estima que los "padres aprovechados" (y madres) deben 105.000 millones de d贸lares en pagos atrasados para manutenci贸n de los hijos, la mitad de los cuales se adeudan a la administraci贸n de los estados como reembolso de pagos anteriores de asistencia social a los ni帽os. S铆, los padres tienen una obligaci贸n moral con sus hijos, pero la gran mayor铆a de quienes deben la manutenci贸n de sus hijos son indigentes.
Los intentos de recaudar entre los que ya son pobres pueden ser despiadados y a menudo, se podr铆a pensar, contraproducentes. La mayor铆a de los estados confiscan los permiso de conducir de la gente que adeuda la manutenci贸n de los hijos, con lo que pr谩cticamente garantizan que no podr谩n trabajar. Michigan acaba de empezar a suspender los permisos de conducir de quienes deben dinero de tickets de aparcamiento. En Las Cruces, Nuevo M茅xico, acaba de aprobarse una ley que castiga a la gente que tiene sin pagar multas de tr谩fico vencidas cort谩ndoles el agua, gas y alcantarillado.
Una vez cae una persona en las garras del sistema de justicia criminal, encontramos el tipo sadismo de payasada familiar a los espectadores de Wipeout [programa televisivo en el que los participantes se someten a pruebas hilarantes e humillantes que suelen acabar con ellos en el barro o en el agua]. Muchos tribunales imponen costas sin determinar si el acusado puede pagarlas o no, y el privilegio de disponer de un plan de pagos tambi茅n cuesta en si mismo dinero.
En un estudio de de quince estados, el Brennan Center for Justice de la Universidad de Nueva York descubri贸 que catorce de ellos ten铆an jurisdicciones que imponen "penas de pobreza" de hasta 300 d贸lares para aquellos que no pueden pagar sus tasas y multas, m谩s las tasas de demora y "tasas de recaudaci贸n" para quienes precisan plazos de pago. Si se impone alguna pena que conlleve un periodo de prisi贸n, tambi茅n eso cuesta dinero, tal como descubri贸 la desventurada Edwina Nowlin, y los coste de la libertad bajo palabra y libertad condicional se trasladan cada vez m谩s al infractor..
Las actividades depredadoras de las administraciones municipales le dan un nuevo sentido a esa frase cansina de "el ciclo de la pobreza". La gente pobre tiene bastantes m谩s probabilidades de meterse en l铆os con la Ley, ya sea porque no paga las multas o porque incurra en la ira de un acreedor del sector privado como un casero o un hospital..
Una vez se te considera delincuente, ya puedes ir dici茅ndole adi贸s a lo que te quede de recursos. No solo te enfrentar谩s al coste de los tribunales antes mencionado sino que te ser谩 dif铆cil volver a conseguir un empleo una vez tengas historial delictivo. Y luego, por supuesto, cuanto m谩s pobre te vuelves, m谩s probabilidades tienes de meterte otra vez en l铆os con la Ley, haciendo de esto menos un "ciclo" y m谩s un tobog谩n al infierno. Cuanto m谩s desciendes, m谩s r谩pido caes, hasta que acabas por 煤ltimo en las calles y te trincan por una falta como orinar en p煤blico o dormir en la acera.
Podr铆a proponer toda clase de medidas pol铆ticas para frenar la depredaci贸n de los pobres. Deber铆an restablecer los l铆mites a la usura. Habr铆a que tomarse en serio el robo tambi茅n cuando lo cometen patronos millonarios. No deber铆a meterse a nadie en la c谩rcel por deudas o sangrarle un dinero al que no tiene posibilidad de acceder. Esto no tiene mucha discusi贸n y deber铆a tener preferencia sobre cualquier cosa que se diga a largo plazo acerca de generar empleo o fortalecer las redes de seguridad.
Antes de que podamos "hacer algo" por los pobres, hay ciertas cosas que tenemos que dejar de hacerles.
*Barbara Ehrenreich es autora de varios libros, recientemente ha publicado Bright-Sided: How the Relentless Promotion of Positive Thinking Has Undermined America. Art铆culo prubliado en www.sinpermiso.info y rebelion.org