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Cuando s贸lo queda una salida

OPINI脫N de Julio Ortega   

Espa帽a, hueles a mansedumbre y miedo

Cuando la esperanza deja de habitar en el coraz贸n para deslizarse h煤meda y salada por las mejillas.

Cuando la rabia empuja al est贸mago con sus brazos 铆gneos hasta situarlo, mejor dicho, hasta atrancarlo en la garganta.

Cuando en la nuca se dibuja la huella de una bota.

Cuando la risa de los que tienen su pie metido en ella la percibimos con mayor intensidad que las protestas de aquellos que les sirven de alfombrilla y hasta de escupidera.

Cuando el verbo “perder” ya carece de cualquier complemento directo y los de “ganar” son justicia y dignidad.

Cuando el presente se asemeja m谩s al pasado lejano que al reciente.

Cuando pensar en el futuro se antoja in煤til y est煤pido porque el ahora nos est谩 matando.

Cuando en cada manifestaci贸n hay polic铆as infiltrados.

Cuando abrir la boca o levantar los pu帽os durante las mismas es raz贸n suficiente y legalmente justificada para que te hundan una porra en el vientre.

Cuando perder un ojo o la vida por un pelotazo de goma salido del arma reglamentaria de un miembro de las fuerzas de seguridad de Estado no es raz贸n para nada.

Cuando nos explican, sin el menor sonrojo, que Gandhi tambi茅n habr铆a sido esposado y detenido por permanecer pac铆ficamente sentado.

Cuando cada respiraci贸n nos anega los pulmones de amargura y la boca de bilis.

Cuando la tauromaquia viene a ocupar el espacio que fue robado a la educaci贸n o a la cultura y nos exigen que la defendamos orgullosos.

Cuando los principales medios de comunicaci贸n se convierten en gacetillas al servicio de La Corte

Cuando un Rey, como persona y como Instituci贸n, se transforma en el primer transgresor de aquellos principios inquebrantables que con su firma refrenda.

Cuando en un Pa铆s que se declara como democracia participativa la Monarqu铆a es una imposici贸n incuestionable.

Cuando en las calles la sombra de cada paseante, caminando ante los cierres bajados de peque帽os negocios y abiertos de bancos privados y bien inyectados de unas ayudas que eran para los m谩s desprotegidos, es una mancha oscura de tristeza, desesperanza y miedo.

Cuando buscar comida en un contenedor se ha convertido en un delito.

Cuando los verdaderos culpables del hambre est谩n m谩s empachados que nunca.

Cuando tantos esperamos a que alguien haga algo sin comprender que ese alguien tambi茅n somos nosotros.

Cuando nos toman por esclavos, por cobardes, por idiotas, y con el rostro aplastado contra el suelo bajo el peso de aquellas botas del principio nos damos cuenta que, efectivamente, somos serviles, mansos, pusil谩nimes e imb茅ciles, es porque sin duda es el momento de escoger la 煤nica, s铆, la 煤nica alternativa posible para no seguir sumando “cuandos”: la rebeld铆a, el “hasta aqu铆 hemos llegado”, el “no seguiremos siendo c贸mplices y v铆ctimas a la vez”, el “NO pasar谩n”.

¿Qu茅 esa decisi贸n implica sacrificio y hasta dolor? Es cierto, pero tambi茅n en verdad que ahora padecemos ambos y lo hacemos para que otros, nuestros verdugos, sean los exclusivos beneficiarios de nuestros quebrantos.

Espa帽a, ¡DESPIERTA!, hazlo so pena de que tus hijos tengan que buscarte en una cuneta como a sus bisabuelos. Pero con la diferencia de que al abrir sus fosas emane un olor a coraje y de las tuyas exhale un hedor a sumisi贸n.

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