OPINIÓN de Salvador Capote
Desde que, por los años 70, se extendió por toda la geografía de Estados Unidos la realización de elecciones primarias partidistas, surgió lo que llamaremos “péndulo republicano”, péndulo político que se mueve, a través de la campaña por la nominación, desde las posiciones conservadoras moderadas hacia las extremistas y, una vez terminado este proceso, en sentido contrario y de nuevo hacia las posiciones moderadas, durante el tiempo que resta hasta las elecciones generales.*
Este hecho se explica porque la mayor parte de los relativamente pocos que se sienten motivados a votar en las primarias son los militantes más combativos, los comprometidos con corrientes políticas ultraconservadoras como, actualmente, el “conservadurismo constitucional”, cuyos partidarios nutren las filas del movimiento “tea party”, mientras que en las elecciones generales tienen derecho a votar todos los electores y éstos cubren un amplio espectro ideológico.
La amplitud de la oscilación de este péndulo político depende de la presión que logren ejercer los grupos ideológicos del partido. El fenómeno se hizo más patente a partir de los años 80 con el ascenso de una derecha religiosa que logró gran influencia electoral e introdujo en las plataformas políticas de los partidos, pero principalmente en la del partido Republicano, temas sociales y morales que pertenecían antes a la esfera privada.
La urgencia por atraer en las primarias a las bases más conservadoras conduce a un desplazamiento hacia la derecha del programa y objetivos del Partido Republicano; el discurso político se vuelve demagógico, confrontacional e hipócrita.
Para ganar las primarias el aspirante tiene que demostrar que es el más conservador entre los conservadores y, si resulta electo, para triunfar en las elecciones generales deberá regresar a posiciones que satisfagan a las bases moderadas del partido y, sobre todo, a los independientes. Como es obvio, este regreso suele ser extremadamente difícil. George H. W. Bush no logró hacerlo en 1992 frente a Bill Clinton.
La ultraderecha norteamericana es, como la hidra mitológica, una serpiente de múltiples cabezas. Las dos que aparecen en primer plano en los últimos años reciben eufemísticamente los nombres de “conservadurismo compasivo” y “conservadurismo constitucional”.
El conservadurismo compasivo fue utilizado por George W. Bush para caracterizar su programa, aunque el creador del término fue el historiador y político Doug Wead en 1979. Para el “conservador compasivo” los problemas sociales de Estados Unidos, como el desempleo y los servicios de salud, deben resolverse mediante compañías privadas, instituciones de caridad y religiosas y no por el gobierno. El concepto busca justificación en la doctrina cristiana del pecado original: la naturaleza pecaminosa del hombre le conduce a la indolencia, por eso los pobres no deben culpar al sistema por su situación.
Vacío de contenido y de carácter excesivamente retrógrado, el conservadurismo compasivo ha ido cediendo el paso al conservadurismo constitucional. Forman parte de este último muchas de las principales figuras del Partido Republicano. Se nutre, ideológicamente, de lucubraciones eruditas de la Fundación “Heritage” y del Instituto “Cato”.
En febrero de 2011, ochenta organizaciones conservadoras firmaron un manifiesto: “La Declaración de Mount Vernon. Conservadurismo Constitucional: una Declaración para el siglo XXI.”** Numerosas personalidades republicanas firmaron el documento.
Los conservadores constitucionalistas defienden lo que ellos consideran el sentido prístino de la Constitución, versión creada por la clase dominante de lo que supuestamente fue la intención de los Padres Fundadores. Basándose en estas interpretaciones, afirman que Barack Obama está alterando el orden constitucional. En su intento de probarlo citan toda una serie de presuntas políticas anticonstitucionales que incluyen las leyes que reforman el sistema de salud y los paquetes financieros o “bailouts” concedidos a las corporaciones. Sus ideólogos ponen en duda hasta el lugar de nacimiento del presidente y, por tanto, su legitimidad en el cargo.
Lo curioso es que estos defensores de la Constitución pasaron por alto las flagrantes violaciones de ésta con las torturas (“enhanced interrogations”) aprobadas por George W. Bush, que violan la 5a. y la 8a. Enmiendas; las encarcelaciones por tiempo indefinido, que violan la 6a. y la 14a.; y leyes como la Ley Patriota que destruyen las libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses, protegidas por el “Bill of Rights”.
Tanto la derecha religiosa como los movimientos ultraconservadores, que no son independientes sino que se mezclan y solapan, han forzado al moderado ex-gobernador de Massachusetts a moverse a la derecha en el péndulo político de las primarias, demasiado a la derecha en mi opinión.
Los cambios de posición de Mitt Romney con respecto a la libertad para comprar y poseer armas de fuego es un buen ejemplo de cómo funciona el péndulo en las primarias republicanas.
Cuando aspiraba a senador en 1994 contra Ted Kennedy, Romney apoyó la prohibición federal de venta de fusiles de asalto y la Ley Brady que exigía el chequeo de los antecedentes del comprador antes de proceder a la venta de cualquier tipo de armas. Más tarde, como gobernador de Massachussetts, firmó una prohibición permanente de las ventas de fusiles de asalto.
Sin embargo, su antagonismo con la “National Rifle Association” (NRA) comenzó a cambiar radicalmente cuando consideró aspirar por primera vez a la presidencia en 2006 y, en su reciente discurso en la Convención de la NRA (viernes 13, 2012) en St. Louis, Romney se comprometió a proteger la Segunda Enmienda de la Constitución que, según alega la poderosísima organización conservadora, garantiza el derecho de los ciudadanos estadounidenses a la posesión de armas de fuego.
Al desplazarse a la derecha el péndulo de Romney, obligó a su vez a Newt Gingrich, otro de los aspirantes, que se dirigió posteriormente a la Convención, a moverse a posiciones aún más a la derecha que las que adopta normalmente, alcanzando límites irracionales y absurdos. Gingrich propuso que la Organización de Naciones Unidas adoptase un tratado para extender el derecho a usar armas de fuego a todos los habitantes del planeta. Este derecho –según Gingrich- reduciría las violaciones y los asesinatos de niños a nivel planetario. No es de extrañar que haya anunciado, poco después, seguramente por consejo de sus asistentes, su retiro de la campaña.
Todo parece indicar que Romney ha obtenido la nominación y, por tanto, que el movimiento del péndulo ha alcanzado su máxima amplitud hacia la derecha. De ahora en adelante su discurso guardará un difícil equilibrio que le permita captar a sectores moderados sin perder el apoyo de aquellos a quienes debe su nominación.
*Existe también un péndulo demócrata pero con características diferentes y no habrá primarias demócratas en esta ocasión.
**”The Mount Vernon Statement”. “Constitutional Conservatism: a Statement for the 21st Century”.
Desde que, por los años 70, se extendió por toda la geografía de Estados Unidos la realización de elecciones primarias partidistas, surgió lo que llamaremos “péndulo republicano”, péndulo político que se mueve, a través de la campaña por la nominación, desde las posiciones conservadoras moderadas hacia las extremistas y, una vez terminado este proceso, en sentido contrario y de nuevo hacia las posiciones moderadas, durante el tiempo que resta hasta las elecciones generales.*
Este hecho se explica porque la mayor parte de los relativamente pocos que se sienten motivados a votar en las primarias son los militantes más combativos, los comprometidos con corrientes políticas ultraconservadoras como, actualmente, el “conservadurismo constitucional”, cuyos partidarios nutren las filas del movimiento “tea party”, mientras que en las elecciones generales tienen derecho a votar todos los electores y éstos cubren un amplio espectro ideológico.
La amplitud de la oscilación de este péndulo político depende de la presión que logren ejercer los grupos ideológicos del partido. El fenómeno se hizo más patente a partir de los años 80 con el ascenso de una derecha religiosa que logró gran influencia electoral e introdujo en las plataformas políticas de los partidos, pero principalmente en la del partido Republicano, temas sociales y morales que pertenecían antes a la esfera privada.
La urgencia por atraer en las primarias a las bases más conservadoras conduce a un desplazamiento hacia la derecha del programa y objetivos del Partido Republicano; el discurso político se vuelve demagógico, confrontacional e hipócrita.
Para ganar las primarias el aspirante tiene que demostrar que es el más conservador entre los conservadores y, si resulta electo, para triunfar en las elecciones generales deberá regresar a posiciones que satisfagan a las bases moderadas del partido y, sobre todo, a los independientes. Como es obvio, este regreso suele ser extremadamente difícil. George H. W. Bush no logró hacerlo en 1992 frente a Bill Clinton.
La ultraderecha norteamericana es, como la hidra mitológica, una serpiente de múltiples cabezas. Las dos que aparecen en primer plano en los últimos años reciben eufemísticamente los nombres de “conservadurismo compasivo” y “conservadurismo constitucional”.
El conservadurismo compasivo fue utilizado por George W. Bush para caracterizar su programa, aunque el creador del término fue el historiador y político Doug Wead en 1979. Para el “conservador compasivo” los problemas sociales de Estados Unidos, como el desempleo y los servicios de salud, deben resolverse mediante compañías privadas, instituciones de caridad y religiosas y no por el gobierno. El concepto busca justificación en la doctrina cristiana del pecado original: la naturaleza pecaminosa del hombre le conduce a la indolencia, por eso los pobres no deben culpar al sistema por su situación.
Vacío de contenido y de carácter excesivamente retrógrado, el conservadurismo compasivo ha ido cediendo el paso al conservadurismo constitucional. Forman parte de este último muchas de las principales figuras del Partido Republicano. Se nutre, ideológicamente, de lucubraciones eruditas de la Fundación “Heritage” y del Instituto “Cato”.
En febrero de 2011, ochenta organizaciones conservadoras firmaron un manifiesto: “La Declaración de Mount Vernon. Conservadurismo Constitucional: una Declaración para el siglo XXI.”** Numerosas personalidades republicanas firmaron el documento.
Los conservadores constitucionalistas defienden lo que ellos consideran el sentido prístino de la Constitución, versión creada por la clase dominante de lo que supuestamente fue la intención de los Padres Fundadores. Basándose en estas interpretaciones, afirman que Barack Obama está alterando el orden constitucional. En su intento de probarlo citan toda una serie de presuntas políticas anticonstitucionales que incluyen las leyes que reforman el sistema de salud y los paquetes financieros o “bailouts” concedidos a las corporaciones. Sus ideólogos ponen en duda hasta el lugar de nacimiento del presidente y, por tanto, su legitimidad en el cargo.
Lo curioso es que estos defensores de la Constitución pasaron por alto las flagrantes violaciones de ésta con las torturas (“enhanced interrogations”) aprobadas por George W. Bush, que violan la 5a. y la 8a. Enmiendas; las encarcelaciones por tiempo indefinido, que violan la 6a. y la 14a.; y leyes como la Ley Patriota que destruyen las libertades civiles de los ciudadanos estadounidenses, protegidas por el “Bill of Rights”.
Tanto la derecha religiosa como los movimientos ultraconservadores, que no son independientes sino que se mezclan y solapan, han forzado al moderado ex-gobernador de Massachusetts a moverse a la derecha en el péndulo político de las primarias, demasiado a la derecha en mi opinión.
Los cambios de posición de Mitt Romney con respecto a la libertad para comprar y poseer armas de fuego es un buen ejemplo de cómo funciona el péndulo en las primarias republicanas.
Cuando aspiraba a senador en 1994 contra Ted Kennedy, Romney apoyó la prohibición federal de venta de fusiles de asalto y la Ley Brady que exigía el chequeo de los antecedentes del comprador antes de proceder a la venta de cualquier tipo de armas. Más tarde, como gobernador de Massachussetts, firmó una prohibición permanente de las ventas de fusiles de asalto.
Sin embargo, su antagonismo con la “National Rifle Association” (NRA) comenzó a cambiar radicalmente cuando consideró aspirar por primera vez a la presidencia en 2006 y, en su reciente discurso en la Convención de la NRA (viernes 13, 2012) en St. Louis, Romney se comprometió a proteger la Segunda Enmienda de la Constitución que, según alega la poderosísima organización conservadora, garantiza el derecho de los ciudadanos estadounidenses a la posesión de armas de fuego.
Al desplazarse a la derecha el péndulo de Romney, obligó a su vez a Newt Gingrich, otro de los aspirantes, que se dirigió posteriormente a la Convención, a moverse a posiciones aún más a la derecha que las que adopta normalmente, alcanzando límites irracionales y absurdos. Gingrich propuso que la Organización de Naciones Unidas adoptase un tratado para extender el derecho a usar armas de fuego a todos los habitantes del planeta. Este derecho –según Gingrich- reduciría las violaciones y los asesinatos de niños a nivel planetario. No es de extrañar que haya anunciado, poco después, seguramente por consejo de sus asistentes, su retiro de la campaña.
Todo parece indicar que Romney ha obtenido la nominación y, por tanto, que el movimiento del péndulo ha alcanzado su máxima amplitud hacia la derecha. De ahora en adelante su discurso guardará un difícil equilibrio que le permita captar a sectores moderados sin perder el apoyo de aquellos a quienes debe su nominación.
*Existe también un péndulo demócrata pero con características diferentes y no habrá primarias demócratas en esta ocasión.
**”The Mount Vernon Statement”. “Constitutional Conservatism: a Statement for the 21st Century”.