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Yo desperté, pero a él lo mataron

OPINIÓN de Julio Ortega   

La violencia no era un sueño y su agonía tampoco

Aquella noche de septiembre no era fría. Diría incluso que algo calurosa, aunque sin esa torridez estival que agosta hasta la mirada. Sin embargo yo estaba tiritando.

-Ya lo tengo aquí – pensé – ya he agarrado el puñetero catarro que me visita todos los años. Pero no me dolía la cabeza, ni la garganta o las articulaciones, no tosía ni moqueaba. Era como un escalofrío continuo, intenso y lo que me extrañaba, inquietante.

Tardé más de lo habitual en dormirme, y arrebujado bajo la manta vino a acompañar a mi temblor una sensación de tristeza indefinida y profunda, como esas ocasiones en las que sin saber muy bien el porqué, se forma bajo el diafragma un vacío tan difícil de describir como el colapso que a la vez asoma en el pecho. Y claro, los ojos, cuya capacidad de engaño es nula, empiezan a acusar su ignorancia ante la pesadumbre invisible e inidentificable con lamentos húmedos y salados. Así, entre alarmado, agitado y desconcertado, vi transcurrir no sé cuántas horas de tan turbadora madrugada.

Me desperté incorporándome de un golpe, como si alguien de pronto me hubiese clavado su bota en el vientre. Estaba sudando, me dolía el estómago, tenía nauseas y sentía una desagradable presión en mis sienes. Entonces empecé a recordar que la noche me había arrastrado como a un muñeco de trapo por universos sórdidos y lúgubres.

Yo trataba de recomponer mis sueños pero me resultaba imposible organizar tal anarquía con visos de demencia. Sí evocaba silencio, estrechez y oscuridad, después luz, más tarde ruidos, voces, empujones, espacio, formas que se movían como convulsas, muchas formas, cientos de formas a mi alrededor, carcajadas, gritos, ¿o eran alaridos?, polvo, destellos plateados y dolor, reflejos encarnados y dolor, miedo y dolor, dificultad para respirar y dolor, agotamiento y dolor, derrota y dolor. Dolor... y muerte.

Miré hacia el despertador y vi la hora que marcaba: 11:42 AM. -¿Qué día es hoy? - me pregunté, todavía confuso y la verdad es que un poco asustado. En ese instante sonó mi teléfono móvil y al responder, una voz conocida, algo entrecortada y yo diría que fatigada, como si desgarrada por las pesadillas tampoco hubiera dormido bien aquella noche, me dijo: "Julio, acaban de asesinar a Volante en Tordesillas. Han estado varios minutos escarbando con una navaja en su cuello para rematarlo".

En ese momento supe qué fecha era: martes 11 de septiembre. Segundo martes de septiembre.




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