Por Nazaret Castro
Micaela, durante la Guerra Civil.| Seix Barral
De izquierdas, fue siempre una revolucionaria sin partido
En la España de la Guerra Civil, si unos milicianos, por muy marxistas que fueran, decidían que su capitana tuviese nombre de mujer, es que decididamente tenía una personalidad arrasadora. Se llamaba Micaela Feldman, aunque ella prefería Mika Etchébère, su apellido de casada.
Fue la única argentina que peleó en la guerra fratricida que se libró en España entre 1936 y 1939, y su paso por la península dejó huella, aunque los libros de historia la borraran después, como a tantas otras mujeres.
La escritora Elsa Osorio se propuso recuperarla del olvido desde que, hace 15 años, supo de ella por primera vez. Estudió concienzudamente la biografía de Mika, “un personaje real que parece ficción”, en palabras de Osorio, y con ese material escribió la novela ‘La Capitana’, que la editorial Siruela publicó en España y que Seix Barral lanza ahora en la Argentina con el título de Mika.
Micaela nació en 1902 en una colonia de rusos judíos, en la provincia argentina de Santa Fe, y desde la adolescencia militó en la izquierda, con una orientación anarquista que tras la Revolución de Octubre de 1917 se aproximó al marxismo trotskista. Sin embargo, fue en todo momento una revolucionaria sin partido, que supo ver con lucidez el daño que la división entre facciones estaba haciendo a la izquierda. Osorio la describe como una mujer “plenamente libre que quería cambiar el mundo” y que no se plegaba ante las consignas de nadie. Tal vez eso explique que esos mismos que escribían las consignas dogmáticas decidieran relegarla al olvido.
Siendo muy joven conoció al también revolucionario Hipólito Etchébère, junto a quien decidiría viajar a Europa, allí donde el desarrollo del movimiento obrero parecía anticipar el éxito de la revolución: París, la convulsa Asturias de la revolución minera del 34, Berlín, Madrid.
Hipólito murió, alcanzado por una bala fascista, al poco de comenzar la Guerra Civil; Mika decidió seguir. Los milicianos del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista) la escogieron para liderarlos, y ella, sin preparación táctica ni estratégica, pero con la fuerza del que sabe tomar decisiones, batalló por la misma República que la tomó presa por sus afinidades trotskistas. Cuando la soltaron, no quiso abandonar el país, y sobre su experiencia en las trincheras escribiría más tarde ‘Mi guerra de España’.
El París del 68
La novela de Osorio acaba con la Guerra Civil, pero la vida de Micaela no abandonó la militancia hasta su muerte en París en 1992, a los 90 años. Después de la derrota republicana, tras ser detenida por el bando franquista, consiguió escapar a Francia, donde encontraría otra guerra: la de la ocupación nazi. En aquella época trabó amistad con personalidades como André Breton, Julio Cortázar o Silvina Ocampo.
Hay vidas que resumen un siglo y hay pocos siglos tan convulsos como el XX. “No hay acontecimiento político en el que no se involucre, que no provoque sus lúcidas reflexiones”, escribe Elsa Osorio.
Y su participación activa, también. Como cuando, en mayo de 1968, una veterana y elegante señora de 66 años les explicaba a los jóvenes parisinos que, para no ser descubiertos por la policía por sus marcas en las manos, debían usar guantes para recoger los adoquines que arrojaban a los guardias. Esos mismos adoquines bajo los que los rebeldes del 68 querían encontrar la playa.
Micaela, durante la Guerra Civil.| Seix Barral
De izquierdas, fue siempre una revolucionaria sin partido
En la España de la Guerra Civil, si unos milicianos, por muy marxistas que fueran, decidían que su capitana tuviese nombre de mujer, es que decididamente tenía una personalidad arrasadora. Se llamaba Micaela Feldman, aunque ella prefería Mika Etchébère, su apellido de casada.
Fue la única argentina que peleó en la guerra fratricida que se libró en España entre 1936 y 1939, y su paso por la península dejó huella, aunque los libros de historia la borraran después, como a tantas otras mujeres.
La escritora Elsa Osorio se propuso recuperarla del olvido desde que, hace 15 años, supo de ella por primera vez. Estudió concienzudamente la biografía de Mika, “un personaje real que parece ficción”, en palabras de Osorio, y con ese material escribió la novela ‘La Capitana’, que la editorial Siruela publicó en España y que Seix Barral lanza ahora en la Argentina con el título de Mika.
Micaela nació en 1902 en una colonia de rusos judíos, en la provincia argentina de Santa Fe, y desde la adolescencia militó en la izquierda, con una orientación anarquista que tras la Revolución de Octubre de 1917 se aproximó al marxismo trotskista. Sin embargo, fue en todo momento una revolucionaria sin partido, que supo ver con lucidez el daño que la división entre facciones estaba haciendo a la izquierda. Osorio la describe como una mujer “plenamente libre que quería cambiar el mundo” y que no se plegaba ante las consignas de nadie. Tal vez eso explique que esos mismos que escribían las consignas dogmáticas decidieran relegarla al olvido.
Siendo muy joven conoció al también revolucionario Hipólito Etchébère, junto a quien decidiría viajar a Europa, allí donde el desarrollo del movimiento obrero parecía anticipar el éxito de la revolución: París, la convulsa Asturias de la revolución minera del 34, Berlín, Madrid.
Hipólito murió, alcanzado por una bala fascista, al poco de comenzar la Guerra Civil; Mika decidió seguir. Los milicianos del POUM (Partido Obrero Unificado Marxista) la escogieron para liderarlos, y ella, sin preparación táctica ni estratégica, pero con la fuerza del que sabe tomar decisiones, batalló por la misma República que la tomó presa por sus afinidades trotskistas. Cuando la soltaron, no quiso abandonar el país, y sobre su experiencia en las trincheras escribiría más tarde ‘Mi guerra de España’.
El París del 68
La novela de Osorio acaba con la Guerra Civil, pero la vida de Micaela no abandonó la militancia hasta su muerte en París en 1992, a los 90 años. Después de la derrota republicana, tras ser detenida por el bando franquista, consiguió escapar a Francia, donde encontraría otra guerra: la de la ocupación nazi. En aquella época trabó amistad con personalidades como André Breton, Julio Cortázar o Silvina Ocampo.
Hay vidas que resumen un siglo y hay pocos siglos tan convulsos como el XX. “No hay acontecimiento político en el que no se involucre, que no provoque sus lúcidas reflexiones”, escribe Elsa Osorio.
Y su participación activa, también. Como cuando, en mayo de 1968, una veterana y elegante señora de 66 años les explicaba a los jóvenes parisinos que, para no ser descubiertos por la policía por sus marcas en las manos, debían usar guantes para recoger los adoquines que arrojaban a los guardias. Esos mismos adoquines bajo los que los rebeldes del 68 querían encontrar la playa.
*http://www.agendadereflexion.com.ar/