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Ha muerto un filósofo

OPINIÓN de Adela Cortina.-

Guillermo Hoyos Vásquez, el primer doctor en filosofía de Colombia, maestro de tantas generaciones de colombianos, referencia indiscutible en el mundo iberoamericano, con un especial reconocimiento en España. Había nacido en Medellín en 1935, formó parte de la Compañía de Jesús por un tiempo, viajó a Alemania en 1963, donde se doctoró, trabando conocimiento con la fenomenología de Husserl y con la teoría crítica de la Escuela de Fráncfort, sobre todo con Habermas. Dos posiciones filosóficas que marcarán su trabajo futuro.

De regreso a Colombia, su preocupación por los problemas sociales le lleva a incardinarse en las reivindicaciones populares en los cerros de Bogotá y a ejercer como profesor sucesivamente en la Universidad Javeriana de Bogotá, en la Universidad Nacional de Colombia y en el Instituto Pensar.

Su fe en la capacidad de la filosofía para orientar la vida diaria, su confianza en que la educación es el gran ariete que abre las puertas de un mejor futuro, la convicción de que es la sociedad civil la que debe transformar la vida de los países, a través de sus protagonistas, que son los ciudadanos, le llevaron a implicarse en la educación en todos los niveles posibles, haciendo fecundo lo que Kant, Habermas o Rawls llamaron el uso público de la razón. Su opción por la filosofía práctica se hizo incuestionable en campos como la bioética, la escuela, la guerra, la violencia, la propuesta de una democracia deliberativa, la empresa, la paz y el perdón. Y no solo en el aula, sino también participando en los diálogos de paz con la guerrilla desde 1984, con la convicción, hecha práctica, de que el diálogo es el camino para superar la violencia.

Cualquier persona que tropieza con algún colombiano ligado de algún modo al mundo académico, escucha la siguiente frase, pronunciada con orgullo y admiración: “Yo asistí a un curso del profesor Hoyos”. Saben que es un gran filósofo, pero además añaden que lo que oyeron en ese curso, en que se habló de filosofía fuerte, sin concesiones, les ha servido también para vivir.

Y no solo en la Universidad, sino también en el compromiso social desde la OEI, la Editorial Siglo del Hombre, la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía, El Club El Nogal, la Fundación ÉTNOR o la Cátedra UNESCO de la Universidad de Valencia.

La buena filosofía tiene un uso público, que urge reforzar, y un uso en cada una de las esferas sociales, que importa promover. Ese fue el gran empeño del maestro Guillermo Hoyos, que compartió su vida con esa extraordinaria mujer que es Patricia Santamaría. Un empeño a todas luces logrado, como reconoció el Ministerio de Educación colombiano al concederle el premio Vida y Obra en diciembre último.

Y lo que resulta más extraordinario: derrochó generosidad en tiempo y saber, e hizo de la amistad cordial un modo de vida. Por eso permanecerá en el recuerdo agradecido de cuantos gozamos de su sabiduría y de su humanidad.


*Catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia




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