Por Eduardo P茅rsico.-
…el tango en alta voz y teatralero
es una groser铆a de reci茅nvenido…
A veces apenas sugiriendo un silbido, el tango nos arrima voces que s贸lo uno escucha y a contraluz del propio pensamiento, nos conversa muy quedo, en medio tono, del cu谩nto pudimos ser y no llegamos.
Cuando el tango retoma rincones del fr铆o fabriquero o sonrisa de pibas muy lejanas, se asume con voz queda y afinando un rasguido de viola misteriosa, entra帽able y compadre. Y por ah铆 tambi茅n suele llevarnos al pared贸n de alg煤n fracaso que al fin, sin dram谩tico verso, apenas fuera un traspi茅 de adolescente que nos pesara como un cruel desaliento. Es que a veces el tango, muy taimado, no deja ni un resquicio sin nostalgia; se adue帽a de nosotros y nos enfrenta a ese reloj insaciable que sin retorno liquida explicaciones palabreras.
Nunca se grita el tango, y menos a煤n si lo convocan cigarrillos de ceniza meditada junto a un vaso de vino solitario, balbuceando alg煤n nombre. Y mucho menos todav铆a si ojos en el vac铆o, su chamuyo en medio tono visceral y propio, - solamente de a uno- nos habla sin testigos de cu谩nto ilusionamos tiempo lejos. Y sepamos por fin, tango a los gritos es h谩bito de comadre sensiblera resonando a organito repetido, otro enigma de nostalgia inconfesada…
Siempre en alta voz y teatralero el tango es una groser铆a de reci茅n venido, eso es sabido, pero una vez que atraviesa el laberinto del 铆ntimo deschave su medio tono y el ‘vos sab茅s como fueron esas cosas’, 茅l es parte indesechable del secreto nuestro. Y en esa sencillez y alg煤n sollozo que uno elige callarse, chamuyando al o铆do el tango siempre nos perdona. (feb.013).
*Eduardo P茅rsico naci贸 en Banfield y vive en Lan煤s, Buenos Aires, Argentina.
…el tango en alta voz y teatralero
es una groser铆a de reci茅nvenido…
A veces apenas sugiriendo un silbido, el tango nos arrima voces que s贸lo uno escucha y a contraluz del propio pensamiento, nos conversa muy quedo, en medio tono, del cu谩nto pudimos ser y no llegamos.
Cuando el tango retoma rincones del fr铆o fabriquero o sonrisa de pibas muy lejanas, se asume con voz queda y afinando un rasguido de viola misteriosa, entra帽able y compadre. Y por ah铆 tambi茅n suele llevarnos al pared贸n de alg煤n fracaso que al fin, sin dram谩tico verso, apenas fuera un traspi茅 de adolescente que nos pesara como un cruel desaliento. Es que a veces el tango, muy taimado, no deja ni un resquicio sin nostalgia; se adue帽a de nosotros y nos enfrenta a ese reloj insaciable que sin retorno liquida explicaciones palabreras.
Nunca se grita el tango, y menos a煤n si lo convocan cigarrillos de ceniza meditada junto a un vaso de vino solitario, balbuceando alg煤n nombre. Y mucho menos todav铆a si ojos en el vac铆o, su chamuyo en medio tono visceral y propio, - solamente de a uno- nos habla sin testigos de cu谩nto ilusionamos tiempo lejos. Y sepamos por fin, tango a los gritos es h谩bito de comadre sensiblera resonando a organito repetido, otro enigma de nostalgia inconfesada…
Siempre en alta voz y teatralero el tango es una groser铆a de reci茅n venido, eso es sabido, pero una vez que atraviesa el laberinto del 铆ntimo deschave su medio tono y el ‘vos sab茅s como fueron esas cosas’, 茅l es parte indesechable del secreto nuestro. Y en esa sencillez y alg煤n sollozo que uno elige callarse, chamuyando al o铆do el tango siempre nos perdona. (feb.013).
*Eduardo P茅rsico naci贸 en Banfield y vive en Lan煤s, Buenos Aires, Argentina.