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Diario de la infamia (27, 28 y 29 de marzo de 2003)

OPINI脫N de Gervasio S谩nchez.- 

Hace 10 a帽os empec茅 Diario de la Infamia coincidiendo con el inicio de la invasi贸n en Irak. Durante un mes escrib铆 cada d铆a un art铆culo criticando duramente aquella guerra contra un criminal y genocida llamdo Sadam Husein. A pesar de que mis art铆culos pudieron molestar a los due帽os del diario jam谩s recib铆 ninguna recomendaci贸n para que cambiara el tono de mis art铆culos. Durante estos diez a帽os he regresado muchas veces an Iraq y he visto como el pa铆s se iba desangrando.

Guardianes de la paz (27 de marzo de 2003)

Dicen en el Partido Popular que la decisi贸n de participar en la raqu铆tica coalici贸n que arremete contra Irak fue tomada en solitario por el presidente Jos茅 Mar铆a Aznar. Fue una apuesta personal, muy poco consultada con otros miembros del gobierno.

Cualquier persona puede tomar una decisi贸n particular. Puede elegir un trabajo en vez de otro o irse de vacaciones a As铆a en vez de Am茅rica. Los riesgos que asume apenas afectan a unas cuantas personas.

Pero cuando el presidente de un partido con miles de cargos electos decide apoyar una guerra ilegal contra el consentimiento del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y la inmensa mayor铆a de sus ciudadanos debe atenerse a las consecuencias. Y aunque sea imposible vender las bondades de su decisi贸n s铆 deber铆a mantener las puertas abiertas del di谩logo con su opini贸n p煤blica (como ha hecho Tony Blair). Y no encerrarse en la misma reflexi贸n que se hac铆a el Marques de Sade desde la c谩rcel: “Mi desgracia viene de la forma de pensar de los dem谩s”.

A todo el mundo, incluido al cargo p煤blico del PP, le importa que un B52 cargado con 30.000 kilos de bombas pase por encima de su pueblo. Nadie entiende ese inter茅s por criminalizar las protestas pac铆ficas. Decir que los ciudadanos est谩n manipulados es un ejercicio peligroso de demagogia. Son los mismos que luego acudir谩n a las urnas.

El gobierno est谩 m谩s solo que nunca. Los ministros, las autoridades auton贸micas y municipales son abucheadas all铆 donde van. Tienen que hacer de escudos, m谩s pol铆ticos que humanos, para defender la decisi贸n de su presidente. Me imagino que en la intimidad de sus hogares habr谩 m谩s debate. Y dudas sobre la decisi贸n tomada por su l铆der carism谩tico que est谩 costando un enfrentamiento abierto con la jerarqu铆a eclesi谩stica. Incluso habr谩 cr铆ticas contra su decisi贸n unilateral. O deber铆a haberlas.

Porque las dudas existen entre los votantes del Partido Popular. Por eso salen a la calle a manifestarse junto a millones de ciudadanos. Quieren ser guardianes de la paz y el militarismo les parece obsceno. No son compa帽eros de viaje de Sadam Husein. Tampoco son promotores de batallas callejeras ni de ataques a las sedes del partido al que votan. Como la inmensa mayor铆a de los manifestantes.

¿En cu谩ntas ciudades espa帽olas ha habido centenares de manifestaciones multitudinarias?

¿En cu谩ntas ha habido incidentes? ¿Cu谩ntas personas han participado en hechos desagradables y condenables? Se magnifican los incidentes y se minimizan los excesos policiales. Se han producido m谩s detenciones en San Francisco en un solo d铆a que en todas las manifestaciones que ha habido y que seguir谩n habiendo en Espa帽a en las pr贸ximas semanas.

Algunos utilizan un patriotismo de pandereta, muy irracional, cuando la paz deber铆a ser la 煤nica patria. Herman Goering, jerarca nazi, dijo durante su juicio en Nuremberg que “los ciudadanos siempre pueden ser llevados a obedecer las 贸rdenes de los l铆deres y para ello hay que denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por poner el pa铆s en peligro”.

En contraposici贸n, la escritora sudafricana Nadine Gordimer escribi贸: “El verdadero patriotismo no consiste en aplaudir siempre las decisiones de un gobierno sino en se帽alar y hablar abiertamente de las ocasiones en que se cometen errores”.

Detr谩s de la pancarta (1) (Publicado el 28 de marzo de 2003)

Hoy hay miles, decenas de miles, centenares de miles y hasta millones de personas detr谩s de la pancarta gritando contra la guerra. Si yo fuera un civil iraqu铆 cubierto por la lluvia de fuego me sentir铆a halagado y sabr铆a que no estoy solo. Admirar铆a esa capacidad de reacci贸n de los ciudadanos. Creer铆a en los seres humanos aunque tuviese las horas contadas.

Pero si retrocedo en el tiempo y me convierto en un bosnio, un rwand茅s, un somal铆, una congole帽o, un liberiano, un colombiano, un angole帽o, un sudan茅s, un sierraleon茅s, un afgano anterior a septiembre de 2001, un croata de 1991 tengo sensaciones m谩s amargas.

Cuando detr谩s de la pancarta no hab铆a nadie yo sufr铆a. Me disparaban cada d铆a bombas, me obligaban a vivir sin agua, luz y calefacci贸n no una semana o un mes sino a帽os. Violaban todos mis derechos a dos horas de avi贸n de Espa帽a. Y si era mujer a煤n me violaban m谩s. Me mataban lentamente a machetazos y pocos protestaban. Me mor铆a de hambre ( y me sigo muriendo cada d铆a y a veces me muero cuando no hay c谩maras ni testigos), me utilizaban como ni帽o soldado o esclava sexual, me robaban mis riquezas y dejaban un rastro interminable de sangre con mi familia, mis amigos, mi pueblo. Y detr谩s de la pancarta el vac铆o absoluto. S贸lo algunos ilusos que siguen creyendo en la condici贸n humana.

Han sido tiempos difusos, de gran angustia durante la 煤ltima d茅cada. Porque el silencio duele m谩s que la muerte. ¿Se acuerdan de Goma en el verano de 1994? Yo mor铆a y ustedes lo ve铆an en directo entre ba帽o y ba帽o en la playa m谩s cercana. ¿Se acuerdan de Sarajevo en verano de 1995? Mi cuerpo despedazado y ustedes comprando los libros del nuevo curso. ¿Se acuerdan de Kabul o Kosovo en los veranos de 1997 y 1998? Tienen excusa: ni siquiera ten铆amos espacio en la televisi贸n.

Consejos para el futuro. Yo seguir茅 muriendo en una guerra medi谩tica u olvidada. Como seguir谩n muriendo mis hijos y mis nietos. Muriendo por el simple hecho de haber nacido en un lugar bello pero equivocado ( no para los buitres que nos despluman). Muriendo por culpa de las riquezas de mi pa铆s. Muriendo porque el hombre es incapaz de vivir sin matar. Muriendo porque la legalidad internacional es pisoteada tan a menudo que deja de ser noticia.

Pero ustedes pueden imitar los tiempos dudosos o cambiar de actitud. Detr谩s de la pancarta siempre habr谩 sitio mientras me preparo para morir. Ser un moribundo perpetuo es horrible. Pero es m谩s pl谩cido si los ciudadanos me acompa帽an con sus protestas.

Empiecen siendo corteses. Utilicen la estrategia del ni帽o. Pregunten todo lo que no entienden. ¿D贸nde van nuestras armas? ¿Por qu茅 llora una gran parte de la humanidad? ¿Son legales los beneficios de nuestras multinacionales? ¿Son honestas las inversiones de nuestros grandes bancos? Exijan, aunque sean como simples consumidores, que les den respuestas contundentemente correctas. No dejen, como dec铆a Groucho Marx, que “alcancemos las m谩s altas cimas de la miseria a pesar de que hemos partido de la nada”.

No se arruguen por el cansancio o la duda. Estr茅chense detr谩s de la pancarta y sigan el consejo del gran escritor franc茅s Albert Camus: “Debemos comprender que no podemos escapar del dolor com煤n, y que nuestra justificaci贸n, si hay alguna, es hablar mientras podamos en nombre de los que no pueden”

Detr谩s de la pancarta (y 2) (Publicado el 29 de marzo de 2003)

Algunos hombres y mujeres que hoy encabezan la protesta y gritan contra la guerra detr谩s de la pancarta permit铆an hace a帽os que me hicieran la guerra a m铆, un ciudadano europeo, africano, americano o asi谩tico. Miraban a otro lado o articulaban excusas baratas para no oponerse a mi sufrimiento. Ejerc铆an entonces labores de gobierno, pero no me ten铆an en cuenta en sus preocupaciones diarias. S茅 que los pol铆ticos tambi茅n son seres humanos. Lo dijo una vez un alto cargo gubernamental. Pero tantas veces act煤an de forma inhumana que me hacer dudar.

Antes de escandalizarse p贸nganse en mi lugar. Soy un ni帽o que corretea por una calle de Sarajevo en noviembre de 1994. Estoy contento porque me han dado mis primeros l谩pices. Voy a ir al colegio despu茅s de dos a帽os y medio de vivir bajo un cerco infernal. Esperen unos segundos. Ahora soy un charco de sangre en el suelo. Un francotirador me ha destrozado la cabeza. Me llamo (me llamaba ) Nermin Divovic, tengo (ten铆a) siete a帽os y llevo (llevaba) 956 d铆as cautivo en una ciudad europea. Tambi茅n me llamo Nalena Skorupan aunque he muerto con dos meses o me llamo “Boy”, muerto con nueve d铆as en Sierra Leona. No tengo nombre porque mi madre muri贸 asesinada antes de que yo naciera.

¿Saben por qu茅 hemos muerto? Nos disparaban con las armas que los gobiernos encabezados por personas que hoy est谩n detr谩s de la pancarta hab铆an vendido en el corrompido mercado de la muerte. Cuando yo era iraqu铆 e iran铆, all谩 por 1987, nos llegaban armas espa帽olas. Sal铆an en barcos con hojas de ruta falsificadas y ya en alta mar cambiaban de rumbo. Y ustedes se excusaban con declaraciones c铆nicas: “Exportamos seis veces menos que Francia” (dec铆a el ministro socialista de entonces). Algunos de ustedes tambi茅n tienen las manos manchadas de sangre.

Hoy escriben art铆culos de opini贸n (que no leo por higiene mental) alzando la voz contra la guerra. Hay que ser valiente cuando se tiene poder real y no s贸lo cuando se est谩 detr谩s de la pancarta. Hay que ser honesto y no pensar s贸lo en sus carreras pol铆ticas. Como ese mediocre ministro que luego fue el hombre orquesta de Estados Unidos en la OTAN durante la guerra de Kosovo y que ahora est谩 desaparecido a pesar del importante cargo (se le conoce por sus siglas) que ocupa.

Tampoco recuerdo manifestaciones de izquierdistas cuando las bombas sacud铆an mi infancia en Bosnia. S铆, hubo pronunciamientos individuales, pero los diputados, los l铆deres pol铆ticos y sindicales vivieron de espalda al drama, incapaces de sacar el grano de la paja. Como el principal instigador del conflicto dec铆a que era comunista ustedes evitaban criticarlo. Hablaban de disgregaci贸n en Europa, de posturas antag贸nicas entre las potencias. El debate est谩 muy bien, pero les recuerdo que detr谩s de la pancarta no estaban sus siglas mientras yo mor铆a. Quiz谩 fuese, como dec铆a el escritor argentino Adolfo Bioy Casares, porque “los pol铆ticos tienen opciones sinceras que var铆an constantemente”.

Consejos pr谩cticos. Cuando acabe este conflicto no plieguen la pancarta. Cuando tengan dudas ideol贸gicas, p贸nganse al lado de las v铆ctimas, la 煤nica verdad de la guerra. Cuando sufran contradicciones ideol贸gicas ( puede que el r茅gimen que mata se parezca a su ideal pol铆tico) lean a Josefina Aldecoa en La fuerza del destino: “Por muy cegadora que sea la verdad, por arrasadora y terrible que sea hay que aceptarla y defenderla”. Se lo pide un ni帽o que ya muri贸.




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