Por Livia D铆az, Poza Rica.-
En un taxi, presenci茅 hoy la siguiente conversaci贸n entre un conductor y un usuario:
-Te pago dos (lugares) traigo esta bater铆a.
-¿Cu谩nto le cost贸?
-880.
– Te sali贸 cara, hermano, en autozone est谩n m谩s baratas.
–¿A cu谩nto? – la de este carro nos cost贸 630.
–Me cost贸 880.
–¿Ten铆a mucho tiempo de uso? A lo mejor, lo que estaba mal, es el alternador.
-Tiene uso. M谩s de dos a帽os. Dos a帽os y medio.
-Hubieras hecho efectiva la garant铆a. Es de tres a帽os. Te hacen el pago de la mitad del costo.
-Me cost贸 880.
-¿Con garant铆a?
-S铆.
- (El conductor mueve la cabeza por toda respuesta, como aprobaci贸n)
-Me bajo ah铆, en “la par铆s”.
-El veh铆culo se detienen la esquina de La Lupita. Baja el se帽or con su bater铆a. Me parece que le pesa menos que cuando se subi贸, con trabajos, al veh铆culo colectivo de Poza Rica. Se fue “pendejeado” por el taxista. Pronto se conocer谩 por todo el mundo el verbo mexicano “pendejear”. Completamente pendejeado, el usuario del taxi, conoci贸 que el taxista adem谩s de estar mejor informado y ser un sabiondo, obtuvo mejores precios y hasta le hace publicidad a sus proveedores.
“En M茅xico nos pendejeamos a diario”, pienso mientras escribo. Nos pendejeamos unos a otros y unas a otras. Es cultural. Ya es parte de nuestro vivir cotidiano, pendejeaos hasta a los futbolistas y a los presidentes. Parece ser nuestra misi贸n en la vida. Por momentos entre m谩s y mejor pendejeamos en casa o en la empresa en la que trabajamos, nos sentimos mejor. Neta. Es como liberarse de la carga, como le pas贸 al de la bater铆a.
Pero alg煤n d铆a el se帽or va a hacer el retruco y que se cuide el taxista. El usuario del servicio encontrar谩 con qu茅 pendejearlo y revir谩rsela.
Fr铆o en la zona norte
En un d铆a fr铆o de 8 de marzo en la zona norte de Veracruz, todo es felicitaciones a las mujeres, buenos deseos y ofertas para agasajar, apropiadamente a sus m谩s queridas representantes del sexo “d茅bil”.
Para ellas, otro d铆a de trabajo. Ya no existe ninguna que no deje el hogar, aunque sea para representar al marido. Las de la casa, aunque sean millonarias tienen muchos deberes, las m谩s pobres tambi茅n.
Desgraciadamente muchas ya no tienen tiempo para educar a sus hijos. Los adolescentes pagan con el abandono, los abonos de copel y otras tiendas.
Seguido se ve a las patrullas de la polic铆a trasladar muchachos que cometieron alg煤n acto vand谩lico o un peque帽o robo, del que nunca son procesados porque la gente solo quiere darles un susto, escarmiento, o volverlos ejemplo ante otros. Casi nunca llega a presentar cargos contra ning煤n adolescente, ya sea mujer u hombre, que cometi贸 alg煤n acto delictivo.
Son chicos y chicas a los que nadie les puso l铆mites, ni los gui贸 por el camino de una educaci贸n en la que formaran h谩bitos como saludar, darle el paso a las damas, dar las gracias, respetar a los adultos, siquiera.
Los vemos en las escuelas intentar encontrar su lugar en la escuela y encontrar su lugar en el mundo, en forma tan desesperada, que solo les queda reproducir lo que ven en la tele y en las taranovelas.
En un taxi, presenci茅 hoy la siguiente conversaci贸n entre un conductor y un usuario:
-Te pago dos (lugares) traigo esta bater铆a.
-¿Cu谩nto le cost贸?
-880.
– Te sali贸 cara, hermano, en autozone est谩n m谩s baratas.
–¿A cu谩nto? – la de este carro nos cost贸 630.
–Me cost贸 880.
–¿Ten铆a mucho tiempo de uso? A lo mejor, lo que estaba mal, es el alternador.
-Tiene uso. M谩s de dos a帽os. Dos a帽os y medio.
-Hubieras hecho efectiva la garant铆a. Es de tres a帽os. Te hacen el pago de la mitad del costo.
-Me cost贸 880.
-¿Con garant铆a?
-S铆.
- (El conductor mueve la cabeza por toda respuesta, como aprobaci贸n)
-Me bajo ah铆, en “la par铆s”.
-El veh铆culo se detienen la esquina de La Lupita. Baja el se帽or con su bater铆a. Me parece que le pesa menos que cuando se subi贸, con trabajos, al veh铆culo colectivo de Poza Rica. Se fue “pendejeado” por el taxista. Pronto se conocer谩 por todo el mundo el verbo mexicano “pendejear”. Completamente pendejeado, el usuario del taxi, conoci贸 que el taxista adem谩s de estar mejor informado y ser un sabiondo, obtuvo mejores precios y hasta le hace publicidad a sus proveedores.
“En M茅xico nos pendejeamos a diario”, pienso mientras escribo. Nos pendejeamos unos a otros y unas a otras. Es cultural. Ya es parte de nuestro vivir cotidiano, pendejeaos hasta a los futbolistas y a los presidentes. Parece ser nuestra misi贸n en la vida. Por momentos entre m谩s y mejor pendejeamos en casa o en la empresa en la que trabajamos, nos sentimos mejor. Neta. Es como liberarse de la carga, como le pas贸 al de la bater铆a.
Pero alg煤n d铆a el se帽or va a hacer el retruco y que se cuide el taxista. El usuario del servicio encontrar谩 con qu茅 pendejearlo y revir谩rsela.
Fr铆o en la zona norte
En un d铆a fr铆o de 8 de marzo en la zona norte de Veracruz, todo es felicitaciones a las mujeres, buenos deseos y ofertas para agasajar, apropiadamente a sus m谩s queridas representantes del sexo “d茅bil”.
Para ellas, otro d铆a de trabajo. Ya no existe ninguna que no deje el hogar, aunque sea para representar al marido. Las de la casa, aunque sean millonarias tienen muchos deberes, las m谩s pobres tambi茅n.
Desgraciadamente muchas ya no tienen tiempo para educar a sus hijos. Los adolescentes pagan con el abandono, los abonos de copel y otras tiendas.
Seguido se ve a las patrullas de la polic铆a trasladar muchachos que cometieron alg煤n acto vand谩lico o un peque帽o robo, del que nunca son procesados porque la gente solo quiere darles un susto, escarmiento, o volverlos ejemplo ante otros. Casi nunca llega a presentar cargos contra ning煤n adolescente, ya sea mujer u hombre, que cometi贸 alg煤n acto delictivo.
Son chicos y chicas a los que nadie les puso l铆mites, ni los gui贸 por el camino de una educaci贸n en la que formaran h谩bitos como saludar, darle el paso a las damas, dar las gracias, respetar a los adultos, siquiera.
Los vemos en las escuelas intentar encontrar su lugar en la escuela y encontrar su lugar en el mundo, en forma tan desesperada, que solo les queda reproducir lo que ven en la tele y en las taranovelas.