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Paredes de cristal y sufrimiento invisible

OPINIÓN de Julio Ortega.-  

Información que se ignora, ética que no padece

Del músico Paul McCartney es la cita: "Si los mataderos tuvieran las paredes de cristal todos seríamos vegetarianos". Bueno, puede que no todos, pero que bastantes más que ahora, seguro. Sin embargo no parece sensato suponer que vayan a sustituir o a construir los muros de los degolladeros con ese material y, a pesar de tal certeza, surge una pregunta: ¿de verdad es necesario?

La información es como los rayos X: una radiación cognitiva capaz de mudar en transparentes los tabiques de ladrillo y cemento y, por lo mismo, de atravesar un cuerpo opaco como la ignorancia para rasgar la tan sobada coartada del "¿quién iba a imaginar que algo así estaba ocurriendo?" En una sociedad prehistórica respecto a la nuestra en asuntos de comunicación como la del Tercer Reich, el hallazgo del diario del funcionario alemán Friedrich Kellner demostró que, a pesar de los posteriores gestos de sorpresa y horror, el ciudadano medio alemán sabía lo que ocurría intramuros de Auschwitz o de los cuarteles de la Gestapo.

No necesitamos sumergir nuestra mirada en las profundidades abisales para asimilar que una sola pila alcalina contamina 167.000 litros de agua. No es condición imprescindible asomarse a las ruinas de un barrio bombardeado para entender que entre los escombros hay gritos, sollozos, sangre y cuerpos desmembrados. Nos basta, ¿verdad?, con disponer de datos contrastados para, excepto en casos de locura o criminalidad (legal o ética), no arrojar pilas al mar o no desear la guerra porque todos conocemos sus consecuencias aún sin verlas.

El pensador Nietzsche, como McCartney y mediante una técnica de deconstrucción de morales aprendidas y de hábitos inculcados, de enfrentamiento con uno mismo y con otros muchos, fue capaz de arrancar de su bagaje emocional y conductual el desprecio a los derechos de los animales de otras especies y comprendió la suprema importancia del saber en ese proceso. De este filósofo alemán es la frase: "Mi noción del conocimiento es elevar toda profundidad hacia mi altura".

La profundidad de lo oscuro, de lo oculto, de lo silenciado, cobra forma y sonido a través de la información. A partir de ese momento, cuando llega a la altura de nuestros ojos, de nuestros oídos, cuando alcanza nuestro cerebro, ¿cuál es la disculpa para no ver, para no escuchar, para "ignorar" el sufrimiento y la muerte al otro lado de las paredes de los mataderos, de las granjas, de los laboratorios, de las trastiendas de circos y zoológicos que el conocimiento transformó en cristales, impenetrables únicamente para los Edipos que deciden arrancarse los ojos pero, en su caso y a diferencia del rey de Tebas, por no tener que admitir una verdad nítida e incontestable?

La respuesta está en la evidencia. Tu decisión habita en la sinapsis rota o íntegra entre tu verdad y La Verdad.




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