OPINI脫N de 脕lvaro Cuadra.-
M谩s all谩 de los rostros presidenciables en el Chile de hoy, m谩s all谩 de los dimes y diretes de las campa帽as en curso, se detecta un cierto “malestar ciudadano” tan difuso como diseminado. No se trata de un hurac谩n ni nada parecido, estamos m谩s bien ante una leve brisa que se manifiesta epis贸dicamente aqu铆 y all谩, pero que pareciera anunciar vientos de cambio en nuestro pa铆s en el mediano plazo.
La clase pol铆tica parece intuirlo, el clima social est谩 cambiando en el pa铆s despu茅s de cuatro d茅cadas en que todo parec铆a predecible. Los primeros s铆ntomas fueron protagonizados por los llamados “ping眉inos” y que han culminado en las manifestaciones estudiantiles de 2011 que con altos y bajos se prolongan hasta nuestros d铆as. Este diagn贸stico fue confirmado hace menos de un a帽o en los comicios municipales en que el abstencionismo signific贸 la mayor铆a absoluta de votantes. La mayor铆a de los chilenos anhela cambios profundos en nuestro “modo de vida”
Un principio de explicaci贸n a lo que est谩 sucediendo en la sociedad chilena se relaciona directamente con su condici贸n de “sociedad de consumidores” En efecto, esta matriz antropol贸gica y cultural pone en tensi贸n un clima cultural global (ethos) con el dise帽o pol铆tico institucional actual (polis). Pareciera que en Chile se verifica una asimetr铆a radical entre una cultura global y una institucionalidad anacr贸nica. No es posible persistir en un modelo institucional que consagra la desigualdad y la exclusi贸n, fundamentado en valores tan extempor谩neos como autoritarios.
Mientras la cultura global posee la impronta contracultural de los 煤ltimos decenios del siglo pasado, su iconoclastia y su populismo, el orden institucional chileno, heredado de la dictadura de Pinochet, acent煤a los rasgos olig谩rquicos y clasistas de la tradici贸n nacional que persisten cristalizados en una constituci贸n que, tras una mala cosm茅tica y pobres afeites, posee el rostro grotesco de una vieja meretriz. Todos lo saben, muchos lo callan, se impone un cambio de fondo lo antes posible.
Todas las candidaturas presidenciales se encuentran sumidas, les guste o no, en este campo de fuerzas de car谩cter bipolar, entre el malestar y el cambio. Nadie puede saber si la sutil brisa que atraviesa el pa铆s en estos d铆as es el pre谩mbulo de un ventarr贸n mucho m谩s fuerte, pero de lo que no cabe duda es que las cosas en la calle, en el coraz贸n de las nuevas generaciones de ciudadanos, est谩n cambiando con rapidez. Es el reloj de la historia que pareciera marcar el albor de un nuevo d铆a con nuevos protagonistas que comienzan a reclamar sus fueros.
M谩s all谩 de los rostros presidenciables en el Chile de hoy, m谩s all谩 de los dimes y diretes de las campa帽as en curso, se detecta un cierto “malestar ciudadano” tan difuso como diseminado. No se trata de un hurac谩n ni nada parecido, estamos m谩s bien ante una leve brisa que se manifiesta epis贸dicamente aqu铆 y all谩, pero que pareciera anunciar vientos de cambio en nuestro pa铆s en el mediano plazo.
La clase pol铆tica parece intuirlo, el clima social est谩 cambiando en el pa铆s despu茅s de cuatro d茅cadas en que todo parec铆a predecible. Los primeros s铆ntomas fueron protagonizados por los llamados “ping眉inos” y que han culminado en las manifestaciones estudiantiles de 2011 que con altos y bajos se prolongan hasta nuestros d铆as. Este diagn贸stico fue confirmado hace menos de un a帽o en los comicios municipales en que el abstencionismo signific贸 la mayor铆a absoluta de votantes. La mayor铆a de los chilenos anhela cambios profundos en nuestro “modo de vida”
Un principio de explicaci贸n a lo que est谩 sucediendo en la sociedad chilena se relaciona directamente con su condici贸n de “sociedad de consumidores” En efecto, esta matriz antropol贸gica y cultural pone en tensi贸n un clima cultural global (ethos) con el dise帽o pol铆tico institucional actual (polis). Pareciera que en Chile se verifica una asimetr铆a radical entre una cultura global y una institucionalidad anacr贸nica. No es posible persistir en un modelo institucional que consagra la desigualdad y la exclusi贸n, fundamentado en valores tan extempor谩neos como autoritarios.
Mientras la cultura global posee la impronta contracultural de los 煤ltimos decenios del siglo pasado, su iconoclastia y su populismo, el orden institucional chileno, heredado de la dictadura de Pinochet, acent煤a los rasgos olig谩rquicos y clasistas de la tradici贸n nacional que persisten cristalizados en una constituci贸n que, tras una mala cosm茅tica y pobres afeites, posee el rostro grotesco de una vieja meretriz. Todos lo saben, muchos lo callan, se impone un cambio de fondo lo antes posible.
Todas las candidaturas presidenciales se encuentran sumidas, les guste o no, en este campo de fuerzas de car谩cter bipolar, entre el malestar y el cambio. Nadie puede saber si la sutil brisa que atraviesa el pa铆s en estos d铆as es el pre谩mbulo de un ventarr贸n mucho m谩s fuerte, pero de lo que no cabe duda es que las cosas en la calle, en el coraz贸n de las nuevas generaciones de ciudadanos, est谩n cambiando con rapidez. Es el reloj de la historia que pareciera marcar el albor de un nuevo d铆a con nuevos protagonistas que comienzan a reclamar sus fueros.