Por Gervasio S谩nchez.-
Hace 10 a帽os empec茅 Diario de la Infamia coincidiendo con el inicio de la invasi贸n en Irak. Durante un mes escrib铆 cada d铆a un art铆culo criticando duramente aquella guerra contra un criminal y genocida llamdo Sadam Husein. A pesar de que mis art铆culos pudieron molestar a los due帽os del diario jam谩s recib铆 ninguna recomendaci贸n para que cambiara el tono de mis art铆culos. Durante estos diez a帽os he regresado muchas veces an Iraq y he visto como el pa铆s se iba desangrando.
Apocalypse Now ( Publicado el 2 de abril de 2003)
En los primeros compases de una guerra suele haber un ajuste casi perfecto entre el libreto y su interpretaci贸n. Los soldados son idealistas ansiosos de luchar contra sanguinarios tiranos que mantienen a sus pueblos oprimidos. Quieren imponer el bien en una geograf铆a del mal. A pesar de que como dec铆a Friedrich Nietzche “todo lo recto miente y toda verdad es retorcida”, los protagonistas est谩n seguros de servir a una causa suprema cuyo ideal es el destronamiento del terror. Pero pronto aparecen los argumentos en contra de este ideal y se penetra con facilidad en el coraz贸n de las tinieblas, esa dimensi贸n desconocida que tiene cualquier guerra.
Un grupo de soldados, j贸venes asustados, nerviosos y primarios, abren fuego y matan a mujeres y ni帽os en un control. Como pas贸 el lunes en Nayaf. Ahora vemos a los j贸venes aturdidos incapaces de sobreponerse a los dictados de su conciencia. Puede que hayan disparado como “煤ltimo recurso” contra el veh铆culo como afirman sus mandos. En d铆as pasados se han utilizado coches bombas contra sus retenes o instalaciones.
Razones que pueden funcionar en los cuarteles generales entre trajes inmaculados y estrellas brillantes. En cambio, en el desierto, los soldados responsables se han convertido en ni帽os asustados por el crimen cometido. El lavado de cerebro no suele funcionar cuando se apilan cad谩veres. “Hab铆amos venido a defenderlos y los hemos matado”. Preguntas sin respuestas, lloros, ansiedad, frustraci贸n. El horror en una carretera secundaria.
La guerra es m谩s sensorial que f铆sica. Se siente el peligro antes de verlo. Se imagina al enemigo oculto donde no est谩. Los civiles se convierten primero en sospechosos y despu茅s en enemigos. El idilio finaliza pronto. Son vistos como potenciales combatientes. Escondidos entre sus ropas puede haber un arma letal que se activa para hacer el mayor da帽o posible.
Los soldados no conocen las costumbres y adem谩s no hablan lenguas locales. Los civiles tienen dificultades para entender sus se帽ales. Cre铆an que su idioma universal se entend铆a en cualquier parte del mundo, incluso en la planicie desierta que comienzan a detestar.
Es dif铆cil borrar las im谩genes odiosas de la guerra, ese Apocalypse Now diario, ese ahora terrible que queda condensado en la memoria para siempre. El 煤ltimo parte de guerra pierde vigencia a las pocas horas. Pero cada soldado tiene que saldar su deuda en solitario. El psic贸logo puede ayudar y el sacerdote perdonar. Limpiar el da帽o (¿colateral) que provoca una acci贸n b茅lica es tan imposible como devolver a la vida a los muertos.
Los soldados participantes desear铆an rebobinar la pel铆cula que rueda en su cabeza y volver al punto de partida. La camioneta se acerca, se para al recibir el alto, los ni帽os miran fascinados ante el despliegue militar, las mujeres entonan una letan铆a ininteligible que recuerda las nanas de sus infancias. Ellos reparten provisiones, caramelos, ayuda humanitaria ( para eso dicen que han venido). Un “ happy end” como en sus pel铆culas favoritas.
Bloqueados, confusos, quieren huir del infierno, volver con sus madres, novias o esposas. Podemos leer a Joseph Conrad, autor de “El coraz贸n de las tinieblas”, uno de los libros imprescindibles de la historia, y saber que se siente en circunstancias parecidas: “ No pod铆amos comprender por qu茅 est谩bamos tan lejos y no pod铆amos recordar por qu茅 viaj谩bamos en la noche de los primeros tiempos, de esos tiempos que se han ido, dejando apenas una huella y ning煤n recuerdo”.
Hace 10 a帽os empec茅 Diario de la Infamia coincidiendo con el inicio de la invasi贸n en Irak. Durante un mes escrib铆 cada d铆a un art铆culo criticando duramente aquella guerra contra un criminal y genocida llamdo Sadam Husein. A pesar de que mis art铆culos pudieron molestar a los due帽os del diario jam谩s recib铆 ninguna recomendaci贸n para que cambiara el tono de mis art铆culos. Durante estos diez a帽os he regresado muchas veces an Iraq y he visto como el pa铆s se iba desangrando.
Apocalypse Now ( Publicado el 2 de abril de 2003)
En los primeros compases de una guerra suele haber un ajuste casi perfecto entre el libreto y su interpretaci贸n. Los soldados son idealistas ansiosos de luchar contra sanguinarios tiranos que mantienen a sus pueblos oprimidos. Quieren imponer el bien en una geograf铆a del mal. A pesar de que como dec铆a Friedrich Nietzche “todo lo recto miente y toda verdad es retorcida”, los protagonistas est谩n seguros de servir a una causa suprema cuyo ideal es el destronamiento del terror. Pero pronto aparecen los argumentos en contra de este ideal y se penetra con facilidad en el coraz贸n de las tinieblas, esa dimensi贸n desconocida que tiene cualquier guerra.
Un grupo de soldados, j贸venes asustados, nerviosos y primarios, abren fuego y matan a mujeres y ni帽os en un control. Como pas贸 el lunes en Nayaf. Ahora vemos a los j贸venes aturdidos incapaces de sobreponerse a los dictados de su conciencia. Puede que hayan disparado como “煤ltimo recurso” contra el veh铆culo como afirman sus mandos. En d铆as pasados se han utilizado coches bombas contra sus retenes o instalaciones.
Razones que pueden funcionar en los cuarteles generales entre trajes inmaculados y estrellas brillantes. En cambio, en el desierto, los soldados responsables se han convertido en ni帽os asustados por el crimen cometido. El lavado de cerebro no suele funcionar cuando se apilan cad谩veres. “Hab铆amos venido a defenderlos y los hemos matado”. Preguntas sin respuestas, lloros, ansiedad, frustraci贸n. El horror en una carretera secundaria.
La guerra es m谩s sensorial que f铆sica. Se siente el peligro antes de verlo. Se imagina al enemigo oculto donde no est谩. Los civiles se convierten primero en sospechosos y despu茅s en enemigos. El idilio finaliza pronto. Son vistos como potenciales combatientes. Escondidos entre sus ropas puede haber un arma letal que se activa para hacer el mayor da帽o posible.
Los soldados no conocen las costumbres y adem谩s no hablan lenguas locales. Los civiles tienen dificultades para entender sus se帽ales. Cre铆an que su idioma universal se entend铆a en cualquier parte del mundo, incluso en la planicie desierta que comienzan a detestar.
Es dif铆cil borrar las im谩genes odiosas de la guerra, ese Apocalypse Now diario, ese ahora terrible que queda condensado en la memoria para siempre. El 煤ltimo parte de guerra pierde vigencia a las pocas horas. Pero cada soldado tiene que saldar su deuda en solitario. El psic贸logo puede ayudar y el sacerdote perdonar. Limpiar el da帽o (¿colateral) que provoca una acci贸n b茅lica es tan imposible como devolver a la vida a los muertos.
Los soldados participantes desear铆an rebobinar la pel铆cula que rueda en su cabeza y volver al punto de partida. La camioneta se acerca, se para al recibir el alto, los ni帽os miran fascinados ante el despliegue militar, las mujeres entonan una letan铆a ininteligible que recuerda las nanas de sus infancias. Ellos reparten provisiones, caramelos, ayuda humanitaria ( para eso dicen que han venido). Un “ happy end” como en sus pel铆culas favoritas.
Bloqueados, confusos, quieren huir del infierno, volver con sus madres, novias o esposas. Podemos leer a Joseph Conrad, autor de “El coraz贸n de las tinieblas”, uno de los libros imprescindibles de la historia, y saber que se siente en circunstancias parecidas: “ No pod铆amos comprender por qu茅 est谩bamos tan lejos y no pod铆amos recordar por qu茅 viaj谩bamos en la noche de los primeros tiempos, de esos tiempos que se han ido, dejando apenas una huella y ning煤n recuerdo”.