Por Jesús Chucho García.-
Desde el vientre ardiente de las fiestas afrobrasileños que se realizan para regocijo de los orixas, de la macumba, el Candomblé, se fueron cruzando ritmos, tanto los estrictamente sagrados, como los de diversión: Batuques, jongos y maracatus.
Ritmos abrazados cálidamente de sensualidad. Ya lo dijo, hace unas cuantas décadas el recientemente fallecido sabio brasileño, Gilberto Freyre, “el mayor acervo de creencias y prácticas de la magia sexual que se desarrollaron en el Brasil fue coloreado por el intenso misticismo del negro.
Esa sensualidad se plasmó en un rosario de danzas dramáticas afrobrasileñas, que mantienen obstinadamente sus nombres de procedencia africana: Congadas, Mozambique, Quilombos, Cóco.
De todas las expresiones musicales y danzarias, la samba (de procedencia Bantu-Angola) es la que ha gozado de mayor difusión porque ha estado ligada a una fiesta (el carnaval), la cual es el resultado de la alegría y la esperanza de los afrobrasileños que habitan desde la abolición de la esclavitud, las miserables favelas de Río de Janeiro, Sao Paulo y otras ciudades de Brasil.
Dos puntos de interés
A criterios de Oneyda Alvarenga “La disposición de los danzantes se reduce a dos tipos fundamentales:
1) formación en rueda, con o sin solistas en el centro. Las que están en el segundo, son danzas o de origen Portugués o que, cuando menos, no revelan ningún elemento porque se pueda identificar cualquier aportación no europea; a estas las llamaré simplemente danzas de roda. Las del primer caso se mantienen más o menos el sello original africano. Se caracteriza generalmente por un detalle coreográfico: La “ombligada”, que puede ser real, estilizada, o sustituida por un elemento que tenga la misma función, esto es por la nueva intervención de un nuevo solista en la rueda. Todas ellas son danzas que pertenecen al tipo del Batuque o Samba. Comprenden, además, una subclasificación en danzas del tipo Lundú, y abarcan aquellas que sufrieron quizá de la coreografía española.
2) Formación en hileras opuestas. A este tipo pertenecen unas danzas que se consideran como origen amerindio, y varias que pueden suponerse de creación nacional. De estas cuatro divisiones, dos se componen, en último análisis, de danzas solistas: Las de tipo samba o batuque y las de tipo Lundú.
La “ombligada”
En cuanto a la etnogenésis de la Samba o el Batuque, la misma autora nos dice lo siguiente: “El Batuque parece ser, entre nuestras danzas, la que dispone de referencias más antiguas. En el Brasil y Portugal hay informaciones sobre él desde el siglo XVIII. El Batuque es considerado generalmente como venido de Angola o el Congo donde algunos viajeros portugueses lo encontraron con las mismas características que presenta entre otros… La danza consiste en movimientos violentos de las caderas, zapateados, palmadas, y castañear de dedos, y presenta como el elemento específico, la ombligada, que el danzante o danzantes dan a los componentes de la rueda que escogen para que lo sustituya”.
Esa característica danzaria de la samba, es decir la ombligada, se nos presenta en forma similar a lo que se llama “vacuna” o en el guaguanco cubano del cual ya habíamos comentado anteriormente.
A finales del siglo XIX, 23 de Septiembre de 1889 “nace Heitor Dos Prazeres, compositor de Sambas carnavalescas cariocas” (93), el cual va a jugar un papel importante para el desarrollo de la Samba en el contexto urbano, conjuntamente con Noel Rosa, quien “será extremadamente profundo, echando las bases –que serán retomadas por la Bossa Nova en los años sesenta- de la samba artística brasileña”. La samba comenzó a transitar por un proceso de enriquecimiento y posibilidades de crecimiento musical con tratamientos armónicos, técnicamente bien tratados, para que de ese proceso se busque un lenguaje musical universal. De esa búsqueda surge la Bossa Nova, a partir de la década de los años cincuenta, pero es en los años sesenta, que la Bossa Nova invade al resto de los países americanos y europeos.
Madre África
La presencia de África en Brasil, desde el punto de vista musical, también contagió a esa gran lumbrera musical, como lo fue Heitor Villalobos.
“Mucho ya se ha hablado de la presencia africana en la música brasileña, muchos más que de cualquier otra influencia africana en las expresiones de la sensibilidad y del arte brasileño… son las afinidades psicoculturales las que hacen que Brasil y África presentan semejanzas ha contribuido, a más de las experiencias históricas, una ecología que le es común: La Tropical.
Para complementar esta reflexión de Gilberto Freyre, nada mejor que hacerle con otro sabio y literato brasileño, Jorge Amado, quien sobre la presencia africana en Brasil nos dice:
“lo que debemos de proclamar en público y exhibir ante los ojos del mundo en la presencia de África en Brasil, su presencia en nuestras vidas, en nuestra cultura, en el rostro de nuestro pueblo, dándonos la medida exacta de su grandeza. Allí está el negro africano presente en todo cuanto hacemos de importancia. Allí está el África, con su sol y con su sombra, en los profetas, santos ángeles que el Aleijadhinho fue esculpiendo por los caminos del oro de Minas Gerais.
*Jesús “Chucho” García. La voz de afroamérica
Desde el vientre ardiente de las fiestas afrobrasileños que se realizan para regocijo de los orixas, de la macumba, el Candomblé, se fueron cruzando ritmos, tanto los estrictamente sagrados, como los de diversión: Batuques, jongos y maracatus.
Ritmos abrazados cálidamente de sensualidad. Ya lo dijo, hace unas cuantas décadas el recientemente fallecido sabio brasileño, Gilberto Freyre, “el mayor acervo de creencias y prácticas de la magia sexual que se desarrollaron en el Brasil fue coloreado por el intenso misticismo del negro.
Esa sensualidad se plasmó en un rosario de danzas dramáticas afrobrasileñas, que mantienen obstinadamente sus nombres de procedencia africana: Congadas, Mozambique, Quilombos, Cóco.
De todas las expresiones musicales y danzarias, la samba (de procedencia Bantu-Angola) es la que ha gozado de mayor difusión porque ha estado ligada a una fiesta (el carnaval), la cual es el resultado de la alegría y la esperanza de los afrobrasileños que habitan desde la abolición de la esclavitud, las miserables favelas de Río de Janeiro, Sao Paulo y otras ciudades de Brasil.
Dos puntos de interés
A criterios de Oneyda Alvarenga “La disposición de los danzantes se reduce a dos tipos fundamentales:
1) formación en rueda, con o sin solistas en el centro. Las que están en el segundo, son danzas o de origen Portugués o que, cuando menos, no revelan ningún elemento porque se pueda identificar cualquier aportación no europea; a estas las llamaré simplemente danzas de roda. Las del primer caso se mantienen más o menos el sello original africano. Se caracteriza generalmente por un detalle coreográfico: La “ombligada”, que puede ser real, estilizada, o sustituida por un elemento que tenga la misma función, esto es por la nueva intervención de un nuevo solista en la rueda. Todas ellas son danzas que pertenecen al tipo del Batuque o Samba. Comprenden, además, una subclasificación en danzas del tipo Lundú, y abarcan aquellas que sufrieron quizá de la coreografía española.
2) Formación en hileras opuestas. A este tipo pertenecen unas danzas que se consideran como origen amerindio, y varias que pueden suponerse de creación nacional. De estas cuatro divisiones, dos se componen, en último análisis, de danzas solistas: Las de tipo samba o batuque y las de tipo Lundú.
La “ombligada”
En cuanto a la etnogenésis de la Samba o el Batuque, la misma autora nos dice lo siguiente: “El Batuque parece ser, entre nuestras danzas, la que dispone de referencias más antiguas. En el Brasil y Portugal hay informaciones sobre él desde el siglo XVIII. El Batuque es considerado generalmente como venido de Angola o el Congo donde algunos viajeros portugueses lo encontraron con las mismas características que presenta entre otros… La danza consiste en movimientos violentos de las caderas, zapateados, palmadas, y castañear de dedos, y presenta como el elemento específico, la ombligada, que el danzante o danzantes dan a los componentes de la rueda que escogen para que lo sustituya”.
Esa característica danzaria de la samba, es decir la ombligada, se nos presenta en forma similar a lo que se llama “vacuna” o en el guaguanco cubano del cual ya habíamos comentado anteriormente.
A finales del siglo XIX, 23 de Septiembre de 1889 “nace Heitor Dos Prazeres, compositor de Sambas carnavalescas cariocas” (93), el cual va a jugar un papel importante para el desarrollo de la Samba en el contexto urbano, conjuntamente con Noel Rosa, quien “será extremadamente profundo, echando las bases –que serán retomadas por la Bossa Nova en los años sesenta- de la samba artística brasileña”. La samba comenzó a transitar por un proceso de enriquecimiento y posibilidades de crecimiento musical con tratamientos armónicos, técnicamente bien tratados, para que de ese proceso se busque un lenguaje musical universal. De esa búsqueda surge la Bossa Nova, a partir de la década de los años cincuenta, pero es en los años sesenta, que la Bossa Nova invade al resto de los países americanos y europeos.
Madre África
La presencia de África en Brasil, desde el punto de vista musical, también contagió a esa gran lumbrera musical, como lo fue Heitor Villalobos.
“Mucho ya se ha hablado de la presencia africana en la música brasileña, muchos más que de cualquier otra influencia africana en las expresiones de la sensibilidad y del arte brasileño… son las afinidades psicoculturales las que hacen que Brasil y África presentan semejanzas ha contribuido, a más de las experiencias históricas, una ecología que le es común: La Tropical.
Para complementar esta reflexión de Gilberto Freyre, nada mejor que hacerle con otro sabio y literato brasileño, Jorge Amado, quien sobre la presencia africana en Brasil nos dice:
“lo que debemos de proclamar en público y exhibir ante los ojos del mundo en la presencia de África en Brasil, su presencia en nuestras vidas, en nuestra cultura, en el rostro de nuestro pueblo, dándonos la medida exacta de su grandeza. Allí está el negro africano presente en todo cuanto hacemos de importancia. Allí está el África, con su sol y con su sombra, en los profetas, santos ángeles que el Aleijadhinho fue esculpiendo por los caminos del oro de Minas Gerais.
*Jesús “Chucho” García. La voz de afroamérica