OPINIÓN de Juan Carlos Monedero.-
(capítulo 9 del libro: Dormíamos y despertamos: el 15M y la
reinvención de la democracia, Madrid, Nueva Utopía, 2012)
¿Quién define a un movimiento que celebra su aniversario no cuando
corresponde sino cuando decide que le hace falta? ¿Quién se atreve a definir la
libertad? ¿Quién acierta a decir en qué lugar del río —en la fuente, en el mar,
en el cauce, en los afluentes—, está su esencia? ¿Quién pone nombres a lo
material sin querer quedarse con ello? ¿Quién encierra con palabras una manera
de hacer las cosas que nadie puede robar pero que cualquiera puede apropiarse
de ella? ¿Quién que no haya reído con el 15M puede explicarlo? ¿Quién al que el
15M haya hecho llorar puede desenredarlo?
El 15M es un hecho: gente que acampó en la ciudad, primero
en la Puerta del Sol, luego en todas las plazas de España, para mostrar su
descontento con los políticos, con su gestión de una economía impune servida
por matones financieros. Como hecho real novedoso, nacido de coordenadas
novedosas, es heterogéneo, plural, contradictorio, abierto. Como la vida cuando
no se la quiere leer ni con categorías de hormiga soldado ni desde el pétalo
flotante de una margarita de plástico.
— ¿Pero acaso es posible definir el 15M? Se sabe
que quien pregunta ya conoce la mitad de la respuesta…
El 15M es una pancarta ingenua y desconcertante en su
sencillez. Que decía, como lo dice un niño o un joven, que el rey estaba
desnudo, que los cortesanos trabajaban para potencias extranjeras y que al
dragón lo alimentaban los mismos que mandaban a héroes a matarlo. Una pancarta
que también, como en el barrio y menos ingenua, decía: “¿qué te crees, que soy
gilipollas?” o, llegado, el caso “que te he dicho que no me toques. Y a mi
amigo tampoco”. El 15M es una metáfora. La del desencanto ante el
incumplimiento de todas las promesas que construían la legitimidad de nuestra
sociedad. El 15M es la expresión
del fin de los consensos sociales de una Transición que hay que contar, de otra
manera, a los padres. Del consenso acerca de la propia Transición, leída ahora
como una transacción. Donde se presentó con colores pastel lo vulgar y se
ocultó, con premeditación, el verdadero ADN republicano de la democracia; fin
del consenso acerca del bipartidismo, juego entre dos grandes corporaciones
políticas más parecidas que diferentes; fin del consenso acerca de la
aceptación de las desigualdades sociales siempre que caigan migajas de la mesa
de los ricos; fin del consenso acerca de la bondad de las instituciones,
empezando por la monarquía católica, apostólica, romana y dolosa, siguiendo por
los Parlamentos, pasando por los partidos políticos y terminando con los
jueces. Fin del consenso que asumía que lo que decían los medios de
comunicación era verdad, incluido que no estábamos maduros para cambiar nuestra
Constitución o para cuestionar “a los expertos”. Fin del consenso subordinado
acerca de la sabiduría democrática de una Europa que entiende mejor que nosotros
lo que nos conviene. Fin del consenso franquista del “no metas en política”,
del consenso de la Transición del “quédate en el desencanto que mientras yo
gobierno”, del consenso de la democracia del “ya somos europeos así que las
cosas ni se cambian ni se mejoran”. En definitiva, el fin del consenso sobre la
pasividad que sembró el consenso.
El 15M es una pregunta. Con dos interlocutores. La
democracia representativa que no representa al demos que lleva en el nombre, y
la economía capitalista que hace de los seres humanos mercancías y material de
derribo o acopio de los grandes capitales. Una pregunta que dice: ¿por qué no
servís a quien debéis servir? Como pregunta, no se acaba hasta que sea
respondida. El 15M es un gran impacto que se opone a la doctrina del choque.
-Hmmm… demasiadas cosas….
El 15M es una corriente de información que genera la
politización de una sociedad que se creía satisfecha. Politizar es inyectar
conflicto. Una sociedad politizada es una sociedad que recupera la voluntad de
enfrentamiento. El 15M es una corriente de información que se convierte en la
palanca para identificar los conflictos de nuestra sociedad.
El 15M es barrer la historia a contrapelo para que salten
las briznas escondidas en la alfombra. El 15M es una bofetada indignada, llena
de razón, en la cara dura de las principales instituciones del país. Las que
habían dejado de ocuparse de los intereses colectivos y andaban enredadas en un
orden del día autorreferenciado. Las que justificaban su labor saturada de
viajes, dietas, ocio, comisiones absurdas, falsas preocupaciones y cosmética
mercadotécnica. A veces también en burdeles y en cacerías. Nunca en un andamio.
El 15M es un cruce de caminos entre los que querían pedir a los políticos que
estuvieran a la altura y los que sabían que no podían estar a la altura, entre
los que llevan lustros luchando por una sociedad más digna y los que con la
crisis empezaron a preguntarse por los descosidos de las sociedades
occidentales, entre los que sabían de los parches cosidos con la piel del Sur
de todo el planeta y los que empezaron a darse cuenta de que la piel de los
próximos cinturones iba a ser la suya. Y que estar en Europa ya no era un
salvoconducto.
El 15M es la declaración alegre de que el ratoncito Pérez no
existe, de que los reyes son los padres y de que los hijos van a tener difícil
repetir las mentiras de sus progenitores. Por eso, el 15M es la antesala de la
desobediencia, que vendrá cuando los cuentos, desenmascarados, dejen de hacer
gracia y no sirvan para conciliar el sueño.
El 15M es una amable película de zombies que saca afuera y
cuelga de los tendederos de las plazas las vísceras derramadas de muertos
vivientes que adelantan los brazos hacia las víctimas. Que saca a la luz todo
lo que debía estar escondido para que el asco no permitiera que el sistema se
desplomara. Una pantalla callejera donde se ven los intestinos colgando de esos
aterradores cadáveres insaciables que quieren terminar de devorarnos. Con un casting de probados
profesionales: políticos, banqueros, técnicos internacionales, académicos,
actores principales de una película de terror donde se camean a sí mismos
logrando un terror más real de lo pensable.
El 15M es un aprender de política sobre la marcha, que
experimenta sobre su propia inexperiencia los egos, las camarillas, la
manipulación, los picos de oro, los intereses de grupos consistentes, las
envidias, los celos, los diferentes tiempos libres de la gente, los humores
variables, el alcohol y los porros, a los anarquistas y su autoritarismo
horizontal, a los comunistas y su autoritarismo vertical, a los falangistas y
su autoritarismo autoritario, a los inmigrantes desesperanzados, a los sin
techo, a los borrachines sin fondo. Experimentar también la desesperación, el
hastío, los expertos que han leído todo, los ignorantes que no quieren leer,
los que se repiten, los que nunca hablan, los frikis, los partidos de fútbol
desertizadores, otra vez los frikis, y también y contra todo pronóstico, como
una vacuna imperecedera, la lucha compartida, la inteligencia colectiva, la
complementariedad, solidaridades y amistades que nunca nadie había pronosticado
y que tenían que ver con adaptarse al ritmo de los más rezagados.
-¿No será que no sabes de qué hablas?
El 15M es el optimismo de la ilusión compartida, que estalla
cuando se piensa que todo lo que nos hace mejores es posible porque decenas de
miles también están de acuerdo.
El 15M es una bebida energizante que da coraje para decirle
a los poderosos que nos hemos quedado con su cara sólo porque ellos se han quedado
con nuestra cartera. Y que la queremos de vuelta. Y que no les tenemos miedo.
El 15M es la resaca de toda una generación que empezó a despertarse de una
borrachera donde todo se podía comprar, donde el sur no era sino un lugar de
vacaciones, la universidad un salvoconducto para un salario alto, el ladrillo
una tarjeta bancaria de barro, el medio ambiente una mercancía, el futuro un
enorme y surtido supermercado, la política un voto cada cuatro años y los
políticos unos empleados a usar y despreciar a los que pagábamos y tolerábamos,
los hijos una proyección optimista de nosotros mismos, la televisión una excusa
para sentirnos mejores, Europa una oficina aburrida que brindaba seguridad,
África y las catástrofes una ocasión puntual para sentirnos solidarios con muy
poco y el dinero un pasaporte para la felicidad.
El 15M es una llamada a la puerta a las dos de la madrugada
y contar con que no sea el lechero porque no son horas. Es saber que es verdad
que es madrugada pero que no hay puerta porque estás durmiendo en una plaza en
una tienda de campaña. Y te ríes y vuelves a dormirte.
El 15M es la mano izquierda invisible que une la
espontaneidad de la multitud cuando en vez de guiarse por el egoísmo lo hace
por la generosidad y envuelve a la sociedad de virtudes públicas.
El 15M es un silencioso guardián del fuego de la indignación
que abre huecos en edificios imponentes ungidos por el tiempo, el dinero, las
leyes y el dios único y verdadero. Un hueco por donde se cuela el viento que
aviva las brasas y funde los cimientos. El 15M es un mural con un mensaje que
sólo se desvela cuando se terminan de colgar todas las reivindicaciones. El
cuaderno de quejas de los que aun no sabiendo lo que quieren saben
perfectamente lo que no quieren.
El 15M es resultado del reflejo de la lógica del mecanismo
de la multiplicidad de la conspiración de las expresiones de los conflictos de
las relaciones de la repetición de los intereses de la recurrencia de los
efectos de, y por fin ya voy entendiéndolo, la lucha de clases. La lucha de
clases. Esa que, como dijo una de las principales fortunas del mundo, van
ganando, con diferencia, ellos. Las principales fortunas del mundo.
El 15M es una red que se tensa, sin previsión posible, en
diferentes lugares, haciendo que los nudos se inclinen cada vez hacia un lugar.
Luego, cuando la tensión desaparece, recupera la horizontalidad y todos vuelven
a mirarse a los ojos. Tiene todas las ventajas de la red (flexibilidad,
compromiso, extensión), y también todos sus problemas. Los mismos nudos que
trenzan tantas responsabilidades son los que construyen los huecos por donde se
escapan pequeños tesoros importantes o se abren sin consistencia para dejar
paso a los hambrientos tiburones.
El 15M es una gran conversación, donde la gramática del
movimiento se escribe en cada diálogo. Una conversación donde hablan los
nativos de la generación perdida —con máster y sin noticia de la política—, con
los nativos de las mil revueltas perdidas; hablan los paisanos del perro y de
la flauta con los politizados del antiguo paraíso de la fábrica, el empleo fijo
y la pensión; hablan los que han vivido en sus hijos su mundo anhelado y los
vástagos a los que les han cambiado las preguntas cuando apenas estaban
empezando a pensar si no habría que cambiar las respuestas.
-¿Vas a seguir? Dale, dale…
El 15M es una caja de herramientas, donde hay un martillo
que rompe la pasividad de la democracia satisfecha, un destornillador que
afloja los andamios de la democracia de baja intensidad, una llave inglesa que,
como no podía ser de otra manera, dice #spanish
revolution. No menos es una jornada de puertas abiertas de la democracia
real, una vitrina donde lo invisible se hace visible, una sección de delicatessen de un supermercado social donde el
dolor particular de colectivos escondidos se ofrece para ser compartido porgourmets de la democracia.
El 15M es un blog con un marco pero sin un dueño, una
referencia abierta, en construcción, donde se intuye lo que cabe y lo que no
cabe, una escritura, línea a línea encaminada a un fin pero carente de un faro
inmóvil en la costa, una “selección de contenidos” que recupera la
desobediencia civil, esa que escribe con diferentes manos “no soy violento”,
esa que escribe con diferentes manos “no quiero volarlo todo”, que escribe “tan
solo, de momento, quiero recuperar lo bueno que tuvimos”, hasta que se vaya dando
cuenta de que no es posible y que tiene que atreverse a crecer. Un aire de
familia que escribe con diferentes manos “no voy a convertirme, pese a vuestras
provocaciones en uno de vosotros”. Pero que sabe, con Gandhi, que la violencia
más infame es la del que no hace nada para defender a un compañero.
El 15M es la invitación a entender que una buena parte de
los agravios están conectados. Es una “sintonía sobrevenida entre sujetos”, es
el salón de costura de los vínculos escondidos que sospechábamos. Es la
posibilidad de pensar que le puedes decir al Ministro: “está usted despedido”,
que le puedes decir a tu jefe: “si no viene a la huelga, no venga a trabajar el
viernes”; que le puedes decir al profesor: “no tiene ni idea de lo que está
contando”, que le puedes decir al policía “circule, que me estoy manifestando”.
El 15M es un coitus
interruptus que va de la
pasión del primer encuentro al miedo en la mañana de descubrir al otro, del
impulso inicial que llevó a arrancar la ropa del amado, a la prudencia de
preocuparse sobre las obligaciones que se asumirán después del sueño, del
deslumbramiento de la primera mirada al escrutinio de las verdaderas
intenciones, de un encuentro fortuito, sin compromisos, urgente y nocturno, a
las reticencias de una relación de más largo aliento, con más cargas, menos
frívola y más llena de proyecto a largo plazo. Es la alegría de quien,
impaciente, cree haber logrado huir y tiene espasmos de alegría y quien después
de haber sorteado las paredes de la celda se encuentra delante otro muro más
alto y sólido que el que ha dejado atrás.
El 15M es un desorden del orden, que ordena al tiempo que
desordena. Por eso mismo es un desorden amable con el orden y es un orden
amable con el desorden. Esto no es un juego de palabras hueco. Las instituciones
existentes hacen las paredes y luego llenan la sociedad de agujeros. Por ahí se
coló el 15M. Por el agujero del propio sistema. El 15M se sirve de todo aquello
del orden existente que le permite tomar impulso. Y desde el sistema hace
fuerza para dar el salto. Puede ser condescendiente con el diferente porque no
enmienda a nadie a la totalidad. Invita a peleas concretas. Desconecta lo que
impide nuevas conexiones. En vez de cavar trincheras hace pasos endebles con
maderas de los contenedores. Vive en los intersticios y le da pánico construir
demasiado pronto nuevos cimientos. Desespera a los que ven el conjunto, a los
que quieren instalar guillotinas en las plazas porque saben perfectamente
quiénes son los culpables, a los mellados y tuertos del ojo por ojo y diente
por diente. Tiene sus plazos y lo único que negocia es una metodología que
dice: “espera, vamos a hablarlo más despacio”.
El 15M es un espejismo que aísla del mundo estructuralmente
violento que habita fuera de su burbuja. Un espejismo que se puede tocar cada
vez que tocas a los demás que viven en el oasis. Una casa de los padres sin
horario ni reconvenciones. Una carpa de circo donde se representa la función
que cada cual imagina. Una escuela de arte popular donde puedes atreverte de nuevo
a coger los pinceles y los lápices de colores. Una reconstrucción de la
realidad donde lo feo queda fuera o le has puesto un cartel que dice “realidad
desagradable”. Una experiencia de la que se vuelve con una mirada de asco hacia
el desierto del mundo real.
-¿Y aún te parece que faltan cosas?
El 15M es partícula cuando los partidos se ven en la
obligación de hablar de él, cuandolos medios intentan definirlo, cuando los
científicos sociales le ponen sus electrodos para convertirlo en estadística y
regresiones; pero es onda cuando nadie lo mira, cuando,invisible para los que
sólo ven unidades, se desliza por una dimensión que aún no hemos explorado lo
suficiente. El 15M es la partícula que desafía a las partículas políticas de la
democracia representativa y es la onda, el flujo que atiende a lo común que
permite nuestra existencia, el aire, el lenguaje, el arte, las calles, el
alimento y el agua. Es valor de cambio para huir de la individualidad del
mercado liberal y valor de uso para reencontrar la comunidad que sabe que el
todo es más que la suma de las partes. Es una dinámica para contar un escenario
que se relataba desde una cámara fija.
El 15M es la continuidad recurrentemente dormida y
recurrentemente renacida del “No se puede servir a dos señores” de Jesucristo,
el “Pienso que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras
libertades que todos los ejércitos listos para el combate” de Jefferson, el
“¿Qué es robar un banco en comparación con fundarlo?” de Bertold Brecht, el
“debajo de los adoquines está la playa” del mayo del 68 y que llega a hoy para
decir con menos brillantez pero con más contundencia: “no es una crisis: es una
estafa”.
El 15M es una cosa en Madrid y otra en Valencia, una en
Getafe y otra en Marinaleda, una en Santiago y otra en Badajoz, una en Sevilla
y otra en Cádiz. No es igual en Bilbao que en Barcelona. En Sant Boix que en
Almansa. Es una en Burgos y otra en Guadalajara.
Una en Ciudad Rodrigo y otra en Santa Margalida. El 15M toma
sus contornos de lo que había antes del movimiento. Si hay mucha representación
crítica con el sistema (es el caso del país vasco), el 15M se diluye o se
concentra en las carencias de lo que existe (por ejemplo, insistiendo en la
necesidad de respuestas no violentas al sistema). Si hay poca, el 15M se
acrecienta, con las dificultades que significa cubrir tantos frentes (¡Cómo no
llenar el 15M de comisiones y subcomisiones cuando hay tantas vías de agua en
el barco!).
El 15M se articula también en virtud de las fuerzas de cada
ciudad y de cada pueblo, de los grupos que lo sostienen, de los que se quedan y
de los que se van. De la capacidad de los grupos existentes de hacerse con el
movimiento y de la capacidad de los grupos emergentes de mantener la
independencia. Si todavía en muchos lugares de España hay rescoldos asociativos
vinculados al paso por allí de un cura dinamizador, la existencia del 15M, en
cualquier caso, cubre ese espacio desaparecido.
El 15M es el espejo que no te permite hacer lo que
normalmente haces porque nadie te está viendo. Es el “mamá estoy en esta plaza
haciendo lo que me has enseñado”. Es tu conciencia dormida. Es la mentira que
dinamita la complacencia de creer que si a los cuarenta años ya no tienes
corazón es porque tienes cabeza. Es la pregunta repetida de “¿dónde está todo
aquello en lo que alguna vez creíste?
El 15M es un sentimiento a la búsqueda de una idea. O muchos
sentimientos a la búsqueda de muchas ideas. Pero el sentimiento, que es lo
difícil, ya está ahí. El sentimiento de gente que no sabía que era clase obrera
y se lo anunciaron de golpe, el de gente que lo sabía y se lo volvieron a
recordar, el de gente que trabaja precaria y necesitaba decir que ni su trabajo
ni su salario ni sus expectativas pueden compararse con las de sus mayores.
-¡Ve terminando por favor!
El 15M ha sido una ventana al escepticismo en el tiempo de
las verdades inconmovibles, hijas del cacareado “fin de la historia”; ha sido
una gramática parda que ha permitido darle la vuelta a las frases hechas del
supuesto “único mundo posible”; ha sido el deja
vú de los que habían sido
víctimas de la abolición de la memoria.
El 15M es la caracola que te da derecho a hablar en El señor de las moscas; es la
lanza de Don Quijotecontra
los molinos de viento y el bálsamo contra los dolores de cada fracaso; es el
mensaje de Craxio aEspartaco cuando
le dice al oído que una vez acabó con amos y soldados, fue libre y vivió en
comuna; es el detective loco del Misterio
de la cripta embrujada que no
para de hablar y hablar porque no quiere volver al manicomio; es el movimiento
perpetuo del conejo de Alicia y es quien le quita el hacha a la
reina de corazones para que deje de cortar cabezas; es el hambre de
autenticidad de Ulises que le invita a seguir su Odisearenunciando al olvido
feliz de la isla de Calypso; también el coraje y la astucia para derrotar al
gigante Polifemo y a los mediocres burócratas que gobiernan Itaca; es la
lámpara de Aladino que cuando se la acaricia sale un
genio; es una carta traducida del chino en Seda,
la carta que debiera escribir Madame Bovary en vez de quitarse la vida, las
miles de cartas pidiendo ayuda que leyó Bartleby
el escribiente y que nunca llegaron a sus
destinatarios; es el poema del Cartero
de Neruda que usa quien lo
necesita y es el violín rojo, el Winchester 73 o el viejo traje que ruedan y
ruedan quedándose un rato en cada necesidad; es el Sur rodeado de mares y un
tatuaje para no olvidar las promesas de amor que no terminan de ser
convincentes; es ropa tendida en los alambres que rodean los barracones de
Auschwitz y te obliga preguntarte Si esto es un hombre. Es el rumor que permite seguir con
vida en los campos de concentración de Vida
y destino y son Luces de bohemia, el vía crucis de Max Estrella, la
verdad deformada en callejones mentirosos y también la deformada verdad ante
las mentiras de la prensa canalla, la autenticidad de un anarquista al que le
aplican la ley de fugas y la de una prostituta adolescente que huele a nardos.
Es la ira ante los mercaderes
de Venecia y la posibilidad
de justicia colectiva en una Fuenteovejuna antineoliberal. Es cada una de las ciudades invisibles que narró Marco Polo a Gengis Kahn
y cada uno de los cuentos que inventó Sehrezade para salvar la vida. Y sólo por
eso, por que es cada una de las calles de cada una de las ciudades y cada una
de las historias de cada noche, ayuda a diferenciar lo que es infierno de lo
que no es infierno. Es, en definitiva, el nombre escondido de las Historiasde Terramar que da poder a quien lo conoce y
miedo a quien no se atreve a nombrarlo. Pero también, en su multiplicidad, es
un poema dadaísta que sólo entiende quien lo ha
hecho, es la mujer que se arroja con sus libros al fuego en Farenheit 451, es el agente Smiley que derrota a su archienemigo Karla
usando las mismas armas (y la misma indignidad que le justificaba como
diferente); es Wilson cayendo víctima del gran hermano
al que ha ayudado y de la neolengua que ha utilizado. Es Zapata, ya Presidente, preguntándole a un
campesino rebelde e irreverente por su nombre para ponerlo en una lista negra.
Es la pureza de Hamlet que le lleva a la locura o la
intransigencia de Bernarda
Alba que lleva al suicidio de
su hija. Es la Malinche traduciéndole al imperialista
Cortés para hacer comprensible su lenguaje y que termina traicionando a su
propio pueblo. Es el mal cura que reza un réquiem
por un campesino español al
que ha traicionado y es el capitán Achab que arrastra a toda su tripulación al
abismo porque quiere acabar con Moby
Dick, la ballena asesina. La lista la puede completar cada interrogado.
Porque la vida también se parece al arte. Y porque el 15M, que ya tiene los
actores, aún tiene pendiente su propio guión, sus directores, la estructura de
su novela y el plan de rodaje de suroadmovie. Mientras, a su alrededor, se cae
el mundo y la vieja Europa de las clases medias vuelve a los escenarios de los
años treinta que hicieron a Hemingway poner a tocar sin pausa las campanas y a
Thomas Mann subir a la montaña mágica. A no ser que el 15M, único héroe con
fuerza de esta triste historia, se arme del valor que aún anda esperándole y
convierta su pregunta en un proyecto de respuesta que empiece a andar cuando
los viejos actores apenas pueden sostener sus muletas.