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GUATEMALA. Alianzas perversas: Guerra Fría y racismo genocida

OPINIÓN de Andrea Tock.- 

Los ríos son corrientes de agua que fluyen con naturalidad y que aumentan su caudal en temporada de lluvias. En las últimas semanas se ha podido observar en los medios guatemaltecos algo muy parecido a esto, solo que en vez de ser ríos de agua han sido ríos de tinta los que han corrido sobre un tema en particular que ha aumentado su caudal exponencialmente: el juicio a Ríos Montt y Rodríguez Sánchez por genocidio.

Y es que ha sido esa palabra la que ha alterado la corriente de los ríos de tinta que al igual que los ríos que se observan en la naturaleza se separan y crean cursos propios. A simple vista puedo ver dos corrientes bastante claras: los que niegan el genocidio y los que lo reconocen.

Del lado de los negacionistas, uno de los argumentos más sonados es el que dice que lo que ocurrió en Guatemala no puede ser tipificado como genocidio ya que lo que ocurrió fue un conflicto interno en el marco de la Guerra Fría en donde el Estado combatía a la insurgencia comunista. Por el lado de quienes afirman que sí existió genocidio se argumenta que la causa del mismo fue el racismo estructural que ha configurado al Estado guatemalteco desde el principio y que los militares guatemaltecos terminaron por concretizar y llevar a su máxima expresión.

Concuerdo con los que dicen que la causa del genocidio fue la ideología racista guatemalteca y el solapamiento de la élite tradicional, pero también se debe reconocer que la concreción de tal genocidio solo pudo ser posible dentro del marco de la Guerra Fría. Aquí es donde veo la gran falacia del argumento negacionista antes mencionado: pensar que el contexto de la Guerra Fría y el genocidio son mutuamente excluyentes.

Quiero ampliarme en este punto, porque a mi parecer el argumento de “sí hubo genocidio” basado en el racismo estructural, a veces tiende a dejar de lado la participación estadounidense e israelí en el mismo, lo cual no es poca cosa.

Estados Unidos, con la Doctrina de Seguridad Nacional aplicado en diferentes países latinoamericanos, buscaba disminuir las fuerzas del “imperio del mal”, como una vez Reagan llamó a la Unión Soviética, con tal de mantener su poderío económico y político a escala global y para hacerlo no le importaban los daños colaterales que esto pudiera conllevar. De tal forma, el Estado racista que considera al indio como una raza inferior, que niega su humanidad y que no ve con malos ojos su eliminación, encontró en la Guerra Fría la excusa perfecta para eliminar a ese Otro “sucio”, “degenerado”, “racialmente inferior” y “salvaje”.

Reagan y su contraparte israelí probablemente jamás oyeron hablar de los ixiles y nunca tuvieron la intención de eliminarlos como tales, pero tampoco les importó que en su lucha contra el comunismo en su patio trasero, los militares guatemaltecos arrasaran con aldeas enteras, mataran niños y obligaran a miles de personas a desplazarse, siendo todos estos actos tipificados como genocidio.

El decir que las aldeas que fueron arrasadas estaban pobladas de guerrilleros subversivos, sirvió y sigue sirviendo como justificación perfecta para que la derecha reaccionaria no sólo niegue el genocidio, sino también defienda la actuación de las fuerzas castrenses en el área ixil.

Lo que ocurrió en Guatemala entre 1960 y 1996, pero especialmente durante los años 1982 y 1983 debe comprenderse tanto desde los procesos y fenómenos sociales internos propios del país, como desde los procesos geopolíticos que lo viabilizaron.

Es por esto que el argumento negacionista que apela al contexto de la Guerra Fría y la antagónica lucha entre capitalismo vs comunismo para desmentir el genocidio, no es más que una cortina de humo al más puro estilo ilusionista que sólo busca mantener escondidos los esqueletos en el clóset de aquellos que idearon y permitieron que el genocidio se llevara a cabo.

PD. Al terminar de escribir esta columna me entero que la Corte de Constitucionalidad ha revocado la sentencia contra Ríos Montt del 10 de mayo. Deseo que la impunidad no nos haga olvidar, que recordemos que los ixiles llevan en esta lucha treinta años y que su lucha debe darnos vitalidad a los que creemos en la justicia social.

Guatemala, 24 de mayo del 2013.

*Andrea Tock, Área de Estudios sobre Imaginarios Sociales, AVANCSO




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