OPINI脫N de Beatriz Gimeno.-
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador ha rechazado la solicitud de aborto de una joven que padece diversas enfermedades y la ha ordenado continuar con el embarazo de un feto sin cerebro, un embarazo que pone en riesgo su propia vida. En el colmo de la impudicia, el tribunal sostiene que “los derechos de la madre no pueden privilegiarse sobre los del nasciturus (el que ha de nacer) ni viceversa”. En realidad, los derechos de una persona s铆 pueden privilegiarse sobre los de un nasciturus, que no es persona, que no tiene la consideraci贸n de persona en la mayor铆a de los c贸digos civiles. Las personas lo son cuando nacen y antes de eso son fetos cuyas vidas merecen cierta protecci贸n, nunca una protecci贸n igual a la de las personas.
Pero, adem谩s, ocurre que en este sangrante caso el derecho del nasciturus (un nasciturus condenado a morir a las pocas horas de nacer) est谩 de hecho primando sobre el derecho a la vida de la mujer, puesto que se permite que este feto la ponga en grave riesgo; se condena a Beatriz a permitir que su embarazo ponga en peligro su vida. Nos encontramos as铆 con que las mujeres embarazadas sometidas al fanatismo religioso son los 煤nicos seres humanos sobre la tierra a los que se les exige que pongan su vida en peligro por salvar la de otros, en este caso, no nacidos. Aun suponiendo que mereciera exactamente la misma consideraci贸n moral o legal una persona que un feto no nacido, resulta que a ninguna persona se le exige (se le impone) ese sacrificio. Si vemos que alguien se ahoga y no movemos un dedo por ayudarle estaremos incurriendo en el delito de “denegaci贸n de auxilio” que ser谩 castigado dependiendo de las circunstancias, pero jam谩s en ning煤n c贸digo legal, ni en ninguna sociedad, se exige a una persona que ponga su vida en peligro por salvar la de otro. Puede que arriesgar la propia vida para salvar la de otro sea algo que merece mucha consideraci贸n, pero es una elecci贸n, jam谩s una exigencia.
Pero a las mujeres embarazadas el integrismo fan谩tico s铆 que les impone ese sacrificio. El caso de la joven salvadore帽a Beatriz hace que tengamos que recordar, tantas veces como sea necesario, que cuando luchamos por el derecho al aborto lo hacemos por ese derecho concreto s铆, porque no haya m谩s j贸venes en una situaci贸n como la de Beatriz, pero que luchamos tambi茅n por el estatus social de las mujeres, porque nuestras vidas sean tan valiosas como las de los hombres, porque se nos reconozca due帽as de nuestros cuerpos y aut贸nomas en las decisiones que nos conciernen. La lucha por el derecho al aborto es una lucha por los derechos humanos puesto que ser obligadas a arriesgar la vida por una idea (el machismo es una ideolog铆a, adem谩s de una pr谩ctica) es fascismo.
La propia Comisi贸n Nacional de Bio茅tica de El Salvador ha acusado al estado de imponer “las opiniones externadas por algunos grupos [que] buscan el cumplimiento de sus principios/motivos personales y no la conservaci贸n de la vida de B.C.”. Es decir, de imponer una idea sobre una vida. Poner en peligro la vida de una mujer por una idea que le es ajena a ella es fascismo puro porque convierte a esta mujer en un medio al servicio de una ideolog铆a en la cual los seres humanos mujeres no valen tanto como los seres humanos hombres, ocupan un lugar diferente y su estatus es menor. Es fascista porque no se les reconoce a estos seres humanos mujeres la plena capacidad para tomar decisiones que afectan de manera fundamental a sus vidas, a su salud, a su futuro, a su equilibrio psicol贸gico, a su bienestar. Porque se les pone al servicio de una determinada organizaci贸n social en la que se les obliga a llevar inscritos en sus cuerpos ese menor estatus, esa menor val铆a, esa menor capacidad de decisi贸n. Es fascismo someter a una persona, a una mujer, a una situaci贸n en la que se la obliga a arriesgar su vida contra su voluntad (supuestamente para salvar la de otro, aun cuando esta no sea la causa real).
La ideolog铆a patriarcal es naturalmente compleja pero en lo que se refiere al aborto lo que prescribe es que las mujeres son eso, un medio para garantizar la inscripci贸n de un menor estatus: cuerpos al servicio de, no seres humanos para s铆 mismas con capacidad de tomar sus propias decisiones en lo que hace a sus cuerpos, a sus embarazos y partos, a sus vidas. El sistema patriarcal ha otorgado a los hombres el control de los 煤teros de las mujeres como manera de asegurar el control de la reproducci贸n, es decir, que la descendencia era suya. Ese es el origen de ese control que hoy ha derivado en patolog铆a social, patolog铆a personal en muchos casos y en fascismo ideol贸gico en muchos otros, como esta sentencia del Tribunal Constitucional de El Salvador. Si Beatriz muere nadie ser谩 culpable ni nadie ir谩 a la c谩rcel o ser谩 juzgado. La vida de Beatriz, como de la cualquier mujer en El Salvador y en tantos lugares en los que el fanatismo cat贸lico todav铆a tiene poder, no vale casi nada. Este es el camino que aqu铆 pretende abrirse paso poco a poco.
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de El Salvador ha rechazado la solicitud de aborto de una joven que padece diversas enfermedades y la ha ordenado continuar con el embarazo de un feto sin cerebro, un embarazo que pone en riesgo su propia vida. En el colmo de la impudicia, el tribunal sostiene que “los derechos de la madre no pueden privilegiarse sobre los del nasciturus (el que ha de nacer) ni viceversa”. En realidad, los derechos de una persona s铆 pueden privilegiarse sobre los de un nasciturus, que no es persona, que no tiene la consideraci贸n de persona en la mayor铆a de los c贸digos civiles. Las personas lo son cuando nacen y antes de eso son fetos cuyas vidas merecen cierta protecci贸n, nunca una protecci贸n igual a la de las personas.
Pero, adem谩s, ocurre que en este sangrante caso el derecho del nasciturus (un nasciturus condenado a morir a las pocas horas de nacer) est谩 de hecho primando sobre el derecho a la vida de la mujer, puesto que se permite que este feto la ponga en grave riesgo; se condena a Beatriz a permitir que su embarazo ponga en peligro su vida. Nos encontramos as铆 con que las mujeres embarazadas sometidas al fanatismo religioso son los 煤nicos seres humanos sobre la tierra a los que se les exige que pongan su vida en peligro por salvar la de otros, en este caso, no nacidos. Aun suponiendo que mereciera exactamente la misma consideraci贸n moral o legal una persona que un feto no nacido, resulta que a ninguna persona se le exige (se le impone) ese sacrificio. Si vemos que alguien se ahoga y no movemos un dedo por ayudarle estaremos incurriendo en el delito de “denegaci贸n de auxilio” que ser谩 castigado dependiendo de las circunstancias, pero jam谩s en ning煤n c贸digo legal, ni en ninguna sociedad, se exige a una persona que ponga su vida en peligro por salvar la de otro. Puede que arriesgar la propia vida para salvar la de otro sea algo que merece mucha consideraci贸n, pero es una elecci贸n, jam谩s una exigencia.
Pero a las mujeres embarazadas el integrismo fan谩tico s铆 que les impone ese sacrificio. El caso de la joven salvadore帽a Beatriz hace que tengamos que recordar, tantas veces como sea necesario, que cuando luchamos por el derecho al aborto lo hacemos por ese derecho concreto s铆, porque no haya m谩s j贸venes en una situaci贸n como la de Beatriz, pero que luchamos tambi茅n por el estatus social de las mujeres, porque nuestras vidas sean tan valiosas como las de los hombres, porque se nos reconozca due帽as de nuestros cuerpos y aut贸nomas en las decisiones que nos conciernen. La lucha por el derecho al aborto es una lucha por los derechos humanos puesto que ser obligadas a arriesgar la vida por una idea (el machismo es una ideolog铆a, adem谩s de una pr谩ctica) es fascismo.
La propia Comisi贸n Nacional de Bio茅tica de El Salvador ha acusado al estado de imponer “las opiniones externadas por algunos grupos [que] buscan el cumplimiento de sus principios/motivos personales y no la conservaci贸n de la vida de B.C.”. Es decir, de imponer una idea sobre una vida. Poner en peligro la vida de una mujer por una idea que le es ajena a ella es fascismo puro porque convierte a esta mujer en un medio al servicio de una ideolog铆a en la cual los seres humanos mujeres no valen tanto como los seres humanos hombres, ocupan un lugar diferente y su estatus es menor. Es fascista porque no se les reconoce a estos seres humanos mujeres la plena capacidad para tomar decisiones que afectan de manera fundamental a sus vidas, a su salud, a su futuro, a su equilibrio psicol贸gico, a su bienestar. Porque se les pone al servicio de una determinada organizaci贸n social en la que se les obliga a llevar inscritos en sus cuerpos ese menor estatus, esa menor val铆a, esa menor capacidad de decisi贸n. Es fascismo someter a una persona, a una mujer, a una situaci贸n en la que se la obliga a arriesgar su vida contra su voluntad (supuestamente para salvar la de otro, aun cuando esta no sea la causa real).
La ideolog铆a patriarcal es naturalmente compleja pero en lo que se refiere al aborto lo que prescribe es que las mujeres son eso, un medio para garantizar la inscripci贸n de un menor estatus: cuerpos al servicio de, no seres humanos para s铆 mismas con capacidad de tomar sus propias decisiones en lo que hace a sus cuerpos, a sus embarazos y partos, a sus vidas. El sistema patriarcal ha otorgado a los hombres el control de los 煤teros de las mujeres como manera de asegurar el control de la reproducci贸n, es decir, que la descendencia era suya. Ese es el origen de ese control que hoy ha derivado en patolog铆a social, patolog铆a personal en muchos casos y en fascismo ideol贸gico en muchos otros, como esta sentencia del Tribunal Constitucional de El Salvador. Si Beatriz muere nadie ser谩 culpable ni nadie ir谩 a la c谩rcel o ser谩 juzgado. La vida de Beatriz, como de la cualquier mujer en El Salvador y en tantos lugares en los que el fanatismo cat贸lico todav铆a tiene poder, no vale casi nada. Este es el camino que aqu铆 pretende abrirse paso poco a poco.