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CHILE - Lecciones de una dictadura

OPINI脫N de 脕lvaro Cuadra.- 26.08.13. 

1.- Paradoja chilena

A fines de la d茅cada de los a帽os 80 del siglo XX, Chile y el mundo parecen inaugurar un nuevo tiempo hist贸rico. Por aquellos a帽os, cae el muro de Berl铆n, poniendo fin a la llamada Guerra Fr铆a. Un cambio macro pol铆tico destinado a abrir un nuevo curso a la historia de la humanidad. Al mismo tiempo, en Chile, un plebiscito sacaba al dictador Augusto Pinochet de la primera magistratura del pa铆s. Un cambio micro pol铆tico que signific贸 el inicio de un proceloso camino hacia la restauraci贸n democr谩tica, un camino que despu茅s de 40 a帽os todav铆a no termina.

Sin tener plena conciencia de ello, el nuevo escenario nacional, e internacional, nos ofrec铆a lo que podemos llamar “la paradoja chilena”. Si bien el dictador se retiraba de la Moneda, refugi谩ndose como comandante en jefe de su ej茅rcito, hab铆a dejado todo “atado, bien atado” para que la institucionalidad dictatorial siguiera presidiendo la pol铆tica nacional por d茅cadas. Con ello se garantizaba la impunidad de civiles y militares que hab铆an actuado como verdugos, Pinochet el primero. Asimismo, se mantuvo un orden econ贸mico tremendamente ventajoso para banqueros e inversionistas criollos y extranjeros. Por 煤ltimo, se estructur贸 una legislaci贸n que dio garant铆as a los sectores de derecha para preservar mayor铆as parlamentarias mediante el llamado sistema binominal.

En pocas palabras, mientras el planeta entero enfrentaba una apertura in茅dita en la historia, prepar谩ndose para ingresar en procesos de mundializaci贸n, la institucionalidad chilena oper贸 una clausura. Lejos de prepararse para cambios democr谩ticos en la sociedad chilena, las elites locales se aferraron a una constituci贸n heredada de la dictadura, acomod谩ndose a ella. En una sociedad que hasta el presente se estructura casi como un r茅gimen de castas, la constituci贸n de Pinochet cristaliz贸 una democracia olig谩rquica: clasista, excluyente y anti democr谩tica.

De este modo, la dictadura de Augusto Pinochet fue el instrumento de una clase social para realizar el “trabajo sucio”, descabezando un movimiento popular ascendente a sangre y fuego, sembrando el territorio nacional de cad谩veres. La barbarie en que se ha sumido la derecha chilena se prolonga hasta el presente bajo la forma de impunidad para los responsables –civiles y militares- de cr铆menes de lesa humanidad. Pero tambi茅n en impedir la expresi贸n democr谩tica de las mayor铆as ciudadanas y en la represi贸n de amplios sectores de chilenos que reclaman sus derechos, estudiantes, trabajadores.

En la hora presente y superada ya la falsa dicotom铆a que nos propon铆a como 煤nicos modelos posibles el “socialismo real” de cu帽o sovi茅tico o el “neoliberalismo” de estilo occidental; surge en Chile, como en otros pa铆ses de la regi贸n, la verdadera contradicci贸n hist贸rica y social que nos acompa帽a desde la independencia: Una democracia olig谩rquica que legitima la injusticia de los m谩s o una democracia participativa que restituya la soberan铆a de nuestros pueblos.

2.- Dolores y ense帽anzas

Las circunstancias hist贸ricas m谩s aberrantes y tr谩gicas han sido tambi茅n una ocasi贸n propicia para el aprendizaje y la reflexi贸n. El sufrimiento individual y colectivo pareciera ser un acicate que nos muestra el significado de ciertos acontecimientos, m谩s all谩 de lo intelectual, m谩s all谩 de la emoci贸n. Ni entender la racionalidad pol铆tica de una acci贸n militar ni la consternaci贸n ante la barbarie parecen suficientes ante tanto dolor y tanta muerte. Para entender cabalmente ciertos acontecimientos se requiere adem谩s “comprenderlos en su profundidad”. Esta comprensi贸n est谩 m谩s all谩 de los conceptos y las emociones e implica una aprehensi贸n que reclama un compromiso integral, pleno de intensidad y radicalidad, una genuina experiencia espiritual.

Desde una perspectiva tal, todo lo acontecido en Chile desde 1973 representa una degradaci贸n moral que solo puede avergonzar al g茅nero humano. El fat铆dico golpe de Estado protagonizado por Augusto Pinochet ha significado, ni m谩s ni menos, poner en entredicho la “dignidad humana”, violentando los cuerpos y la vida de hombres y mujeres, muchos de ellos, desaparecidos hasta hoy. Los actos inspirados en el fanatismo homicida, en la codicia y el ego铆smo solo multiplican el sufrimiento en v铆ctimas y victimarios. La barbarie pervive cuando sigue impune, pues solo la justicia humana puede redimir parcialmente la ignominia.

Ning煤n uniforme es suficiente para ocultar lo que somos. Abusar o asesinar a otro, sea en nombre de cualquier ideolog铆a o creencia, es abusar o asesinar a un semejante. Este“saber moral” es aceptado por laicos y creyentes y se inscribe por derecho propio entre los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida. Chile ha debido compartir su tragedia con muchos otros pueblos de la tierra, el momento amargo de su dolorosa degradaci贸n. Un dolor que se expresa en miles de torturados, asesinados, desparecidos y en el luto de sus familiares. Un dolor que tambi茅n se expresa en la verg眉enza que ensombrece nuestro pa铆s hasta nuestros d铆as, un dolor que se llama impunidad y se llama desigualdad e injusticia.

Las nuevas generaciones de chilenos deben aprender a vivir con las cicatrices de un pasado triste y vergonzante. Sin embargo, por lo mismo, se les impone el desaf铆o de restituir la“dignidad” a la vida en nuestra sociedad. La dimensi贸n profunda de nuestra historia, espiritual si se quiere, nos concierne a todos y ata帽e a nuestra estatura humana. No se trata de una cuesti贸n et茅rea, lejana y ajena, la “dignidad” se realiza en la vida concreta de los pueblos donde cada individuo encuentra un lugar para su realizaci贸n. En el presente, los chilenos estamos llamados a construir nuevos horizontes democr谩ticos, inclusivos, participativos, que conjuguen el crecimiento material con el desarrollo moral, dejando atr谩s la tristeza y el rencor del siglo precedente.

3.- Fuerzas Armadas: Tarea Pendiente

Democratizar un pa铆s consiste en lo fundamental en ajustar las instituciones al amplio tejido social de la naci贸n a la que sirve. En este sentido, se hace indispensable reconfigurar la institucionalidad chilena y eso pasa por una nueva constituci贸n para nuestra rep煤blica. Este nuevo dise帽o solo puede emanar de la voluntad soberana de un pueblo, cualquiera sea la forma en que 茅sta se exprese. Democratizar Chile es poner todas las instituciones de un estado responsable como garant铆a de una vida digna para hombres, mujeres y ni帽os nacidos en este pa铆s, sin importar su condici贸n social, su credo, ideolog铆a u origen 茅tnico. En un Chile democr谩tico todos deben encontrar su lugar, sin exclusiones.

En ese Chile democr谩tico corresponde abordar el complejo problema de nuestras fuerzas armadas. Hasta el presente, se trata de un t贸pico que nadie quiere abordar, es un tab煤 pol铆tico que los diversos partidos y figuras eluden, ignorando un aspecto fundamental para el presente y el futuro hist贸rico del pa铆s. Plantear el problema de una profunda democratizaci贸n de las fuerzas armadas es pol铆ticamente incorrecto, sin embargo, se trata de una cuesti贸n insoslayable en los a帽os venideros. Esto se explica, en parte, en el hecho evidente de que han sido las instituciones castrenses las que han protagonizado una dictadura atroz que nos averg眉enza hasta hoy.

El papel de las fuerzas armadas en un Chile democr谩tico no puede estar disociado del curso hist贸rico del pa铆s en su conjunto. La dictadura de Augusto Pinochet y su constituci贸n de facto politiz贸 en extremo a los institutos armados, llegando al grotesco de asegurar a los comandantes en jefe un sill贸n parlamentario, formando a generaciones de oficiales en doctrinas for谩neas y anti patri贸ticas de “seguridad nacional”, que conciben a los sectores sociales oprimidos como un “enemigo interno”. Esta profunda distorsi贸n de la herencia de nuestros h茅roes sigue pesando en los cuarteles, convirtiendo a las fuerzas armadas en verdaderos gendarmes de un Estado policial.

El Chile del ma帽ana requiere de unas fuerzas armadas democr谩ticas, garantizando el acceso a sus institutos de todos los j贸venes chilenos sin exclusiones clasistas como acontece en la actualidad. Las instituciones de la defensa nacional requieren recuperar un nuevo sentido de patriotismo, tan profundo como generoso. En tanto instituciones del Estado chileno, no es aceptable que sean convertidas en cotos cerrados donde reina el nepotismo, como una entidad par谩sita y ajena a los problemas del pa铆s. Una democracia robusta no puede desarrollarse mirando al mundo militar como una amenaza presente o futura. Construir una nueva relaci贸n con los uniformados en un pa铆s democr谩tico es uno de los grandes desaf铆os de Chile en el presente siglo, una nueva relaci贸n que deje atr谩s la triste historia que ya conocemos.

4.- Lecciones de una dictadura

Suele acontecer en la historia que tras muchas d茅cadas se vuelve en espiral al mismo punto de partida, pero en un nivel cualitativamente distinto. El caso del golpe de Estado en Chile, pareciera confirmar esta sentencia. Al observar las 煤ltimas d茅cadas se constata que las razones profundas que llevaron en su momento, a la elecci贸n de Salvador Allende y su singular “v铆a chilena al socialismo” nunca han desaparecido. El fundamento 煤ltimo de la llamada Unidad Popular fue la aspiraci贸n de una parte importante de la poblaci贸n de ver realizadas sus aspiraciones de justicia social frente a una democracia olig谩rquica por definici贸n desigual y excluyente.

Si bien el pasado, el presente y el futuro constituyen categor铆as temporales, lo cierto es que el imaginario hist贸rico y social se define m谩s bien como una “experiencia hist贸rica”, esto es, como un tiempo vivido. En este sentido, todo “ahora”, tal y como nos ense帽a Benjamin, actualiza su pasado hist贸rico como un “otrora” un presente diferido que adquiere una nueva significaci贸n en una circunstancia actual. Ese “otro ahora” no ha desaparecido de la subjetividad colectiva, est谩 all铆 cristalizado en recuerdos, testimonios, im谩genes, en fin, est谩 inscrito simb贸licamente como una posibilidad cierta. No se trata desde luego, de reeditar experiencias hist贸ricas sino de reconocer en ella su fundamento hist贸rico y moral.

Desde esta perspectiva, la superaci贸n de la Guerra Fr铆a y su falsa oposici贸n entre un socialismo de cu帽o sovi茅tico o un capitalismo al estilo occidental, torna m谩s n铆tido el car谩cter hist贸rico pol铆tico de la fisura latinoamericana. En efecto, en este “ahora” del siglo actual surge con mayor claridad el imperativo de dejar atr谩s las formas arcaicas de una democracia olig谩rquica sedimentada desde los albores de nuestra independencia y cuya expresi贸n m谩s reciente es la constituci贸n de facto impuesta por una dictadura militar.

La guerra de Augusto ha sido el intento m谩s acabado de refundar un pa铆s, afirmando, al mismo tiempo, su tradici贸n olig谩rquica. Esta empresa, empero, est谩 llegando a su fin. Como se帽al贸 el mismo Allende aquel hist贸rico 11 de septiembre de 1973: “Tienen la fuerza, podr谩n avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Tales palabras adquieren hoy su sentido m谩s pleno y profundo, pues las nuevas generaciones retoman los pasos de un proceso democr谩tico cuyo sentido es el mismo de hace cuarenta a帽os: el anhelo de una mayor justicia social para las mayor铆as.

Es cierto, otros son los protagonistas, otras las voces. Es cierto, muy diversas las circunstancias del mundo y de nuestro pa铆s. Otros los matices de la historia presente, mas los gritos y demandas en las calles nos traen los ecos de ese otrora que reclama su presente. Hay un sutil hilo de seda que atraviesa el tiempo aparente, dir铆ase un mismo esp铆ritu que anima dos 茅pocas separadas por tanto dolor, por tanto silencio. Es la marcha humana de muchedumbres en las calles, hombres, mujeres, ni帽os, construyendo su destino en el oc茅ano infinito de tiempo y de historia, su propia historia.


*脕lvaro Cuadra es investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. Universidad ARCIS, Chile.

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