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CHILE - Los árboles, el bosque y la maleza

OPINIÓN de Álvaro Cuadra.- 14.08.13. 

Lo que se entiende por “actividad política” entre nosotros, está viviendo un momento pre electoral en que prima más la figuración mediática que otra cosa. Todos parecieran más interesados en la declaración escandalosa, en la denuncia vociferante, en fin, en llamar la atención de eventuales electores que en ocuparse de los asuntos que le son propios. Después de todo, estamos próximos a una elección parlamentaria y presidencial. Diríase que en medio de tanto ruido, los árboles no nos dejan ver el bosque, acaso porque hay quienes no desean que lo veamos.

El paisaje político nacional muestra la emergencia de una oposición que busca constituirse en opción de cambio en un próximo gobierno, encabezado por Michelle Bachelet. Se trata de un conglomerado de colores abigarrados, no exento de contradicciones que cuenta, no obstante, con una figura gravitante de gran aceptación. Estamos ante una Nueva Mayoría que está proponiendo cambios de mediana intensidad para el país. Sus posibilidades de llevar adelante un programa tal dependen de la ecuación parlamentaria que sea capaz de generar, cuestión nada fácil.

El oficialismo, por su parte, se ha mostrado como una alianza inestable. El desfile de rostros presidenciables ha debilitado su propia propuesta continuista. La estrategia tejida en la derecha apunta más bien a mantener o conservar lo logrado, sabe que eso solo es posible si es capaz de lograr equilibrios parlamentarios. Para consolidar su estrategia cuenta con una legislación binominal que ampara sus pretensiones. Se trata de impedir o, al menos, morigerar, los cambios políticos y económicos que anuncian sus opositores de la mano de los movimientos sociales.

Más allá del ruido mediático cotidiano, salpicado de escándalos y acusaciones, lo cierto es que en el Chile de hoy, el bosque nos muestra dos claras tendencias que podríamos resumir como “continuidad” o “reforma”. Aclaremos, para evitar ilusiones desmedidas, la sociedad chilena se debate más bien en una “escala de grises” y no en un contraste entre blanco y negro. Hasta aquí resulta claro que el “continuismo” posee la debilidad de apostar a un modelo ya desgastado y desprestigiado que no satisface el creciente malestar ciudadano.

Todo presagia un segundo gobierno de Michelle Bachelet, probablemente en segunda vuelta electoral, pero, con un relativo equilibrio parlamentario asegurado por el binominalismo. Si a esto agregamos un clima económico y político mundial nada halagüeño, un ánimo ciudadano más proclive al desencanto que a otra cosa y una derecha que no termina de superar sus depresiones y nostalgias militares, el camino no se ve fácil. Diríase que es como entrar a un bosque brumoso, poblado de añosos árboles húmedos de troncos gruesos con senderos apenas distinguibles entre la maleza.






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