La inevitable caída de la ministra de Defensa, Pilar Mazzetti, no esconde su mediocridad patética para un cargo tan delicado. En cambio y con participación inocultable de los “hacedores” de opinión pública, sí se ha escondido o disimulado la otra gestión desastrosa y lamentable que protagoniza el ministro de Defensa Allan Wagner Tizón. No sólo su ilustre ignorancia de cualquier tema referido a Defensa sino que hay gruesos yerros entreguistas durante sus dos gestiones pasadas como canciller del Perú. La pregunta es entonces ¿formando o deformando la opinión pública?
Si hay algo que urtica al peruano en su psicología sempiterna, indescifrable por rasgos oprobiosos y serviles, es señalar con voz estruendosa sus taras. Una de ellas, la hipocresía obsequiosa de asentir aunque se crea todo lo contrario. Bastan algunos dólares para comprar conciencias, voluntades, primeras planas y páginas enteras de avisaje. La intrusión espía de potencias foráneas se llama, muchas veces, “inversión”. En efecto, podría serla, pero con direcciones antinacionales y socavadoras de cualquier desarrollo nativo. Si eso afecta al peruano común; el peruanoide o el peruano bamba, aquel sin raíces que reconocer más allá de un viaje aventurero que hizo que sus ancestros llegaran por estos pagos, ha creado una disciplina un escudo de control de daños para cohonestar sus trapacerías. Que no son pocas y se transmiten genéticamente, de padres a hijos y nietos.
Se ha dicho de manera pública y en blanco y negro, sobre hechos vergonzantes de traiciones a la patria y cesiones oficiosas y de nunca aclaradas actitudes con respecto al tema pendiente de la delimitación marítima con Chile. El país del sur juega su propio diseño como es obvio y –para ellos- legítimo. En cambio aquí hay la certeza que varios diplomáticos traicionaron al Perú, en buena cuenta ¡mordieron la mano que les daba de comer! La maltrataron y cercenaron con hambre canina. Sin embargo los “hacedores” de opinión se han entretenido empujando las rabias contra una ministra fusible, pararrayos de todas las iras, no siempre santas. ¿A qué se ha debido el tema? Nótese que la bronca es entre primos y parientes que reconocen troncos originarios muy similares, a saber: asociaciones, patotas u ONGs que disputan los dineros extranjeros para sus talleres, fórums, charlitas y folletitos de última, pero que sí sirven para atiborrar de “razones” los cartabones contables.
¿Será suficiente que los “hacedores” de opinión resbalen por los zahirientes caminos en que han desbarrancado sus malos humores? Parece que no. Hay mucho mar de fondo. Hay que proteger “honras” cómplices, tontos útiles y proditores de casta que tienen por cometido traicionar profesionalmente al Perú. Importante es recordar que debajo de cada piedra hay un analista, un politólogo, un estratega, un luchador de derechos humanos, en síntesis, un dechado de “virtuosos” que tiene tarifas muy bien establecidas y en exclusivos, como imperialistas, ¡dólares! Sin la moneda verde, la máquina ¡no funciona!
Entonces hay que concluir que lo que digan las vacas sagradas del pobrísimo periodismo nacional, encubridor, patotero, regalón con sus anunciantes y enemigo soterrado de los propios intereses peruanos porque se pone al lado de los invasores, es un tema de muy ríspida terapia. Hay que enseñar a la gente a descreer de una prensa mañosa que convierte en blanco lo que es negro; que pervierte el sentido de la suciedad para volverla juego citadino de “ética” cuando a todos nos parece que no es así. Pero de eso se trata. No basta con apostrofar a quienes ellos consideran portavoces de intereses reñidos con la democracia, también hay que mirar la viga en el ojo propio para no persistir en la peruana –e inextricable- costumbre de jugar al palo encebado y evitar que las verdades raigales y genuinas salgan a flote.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el talento salvará al Perú!