El actual gobierno llegó al poder con la perversa conciencia de que no cumpliría nada de lo que prometía. Nadie puede pensar en su desconocimiento de la realidad que les circundaba porque entonces no podrían ni oponerse a las directrices del anterior gobierno ni aspirar a ser elegidos por falta de elementos de futuro. Y se les llenó la boca con la creación de puestos de trabajo y el propósito de fomentar los servicios sociales cuya línea roja les resultaba impensable traspasar. Pero de sobra sabían que con dinero o sin él, su idea de sociedad era terriblemente opuesta a la construida desde la muerte del dictador. Tenían claro que venían con el propósito de ensanchar el muro de la vergüenza que separa la opulencia de la pobreza y dispondrían de los medios para conseguirlo. Montoro ya avisó entonces que dejaban caer a España porque ellos la arreglarían.
Muchos políticos se alimentan de frases. Huecas, sin contenido, irredentas. Gramaticalmente, frases. Vitalmente, falsedades como embarazos ectópicos. Pero se sueltan en el Parlamento, en conferencias de prensa, en apariciones en el extranjero. Y nadie se ruboriza al pronunciarlas, aunque quien las dice tenga conciencia clara de su falsedad, y ejerza voluntariamente la vacuidad como elemento de persuasión y si se puede hasta de convicción.
Montoro es un alto exponente de lo dicho. El ministro de Hacienda retuerce el lenguaje hasta hacerlo sangrar y destilar bilis suficiente para enervar al oyente. Y cuando se le enfrenta al espejo de una realidad flagrante se esconde tras la pésima interpretación del oyente o se recurre a que sus palabras fueron sacadas de contexto. No hablemos de salarios, de impuestos, de déficit previsto. Citemos sólo una previsión colgada en esa sonrisa macabra del ministro: “La recuperación está a la vuelta de la esquina”
Ana Mato. Papel encomendado: destrozar, arrasar la sanidad. Y ella, con su vocabulario trastabillado, imponiendo copagos, prohibiendo medicación contra enfermedades terminales por su precio elevado, excluyendo inmigrantes, dejando fuera de la gratuidad medicamentos básicos y que el contribuyente debe abonar, exigiendo dinero a los enfermos hospitalizados, refugiándose en la trasferencia de la sanidad a Comunidades Autónomas como en un chiquero de cobardes, habla en el Congreso de los diputados y dice textualmente: “Esta es la legislatura de los derechos sociales”
Cuando los millones de parados, cuando la búsqueda en contenedores de un pan duro, cuando los comedores sociales, cuando los niños desnutridos, cuando los abuelos alimentando al hijo, a la nuera, a los nietos, cuando millones de españoles han sido despeñados a la miseria, cuando se cortan las pensiones, cuando se admite la merma salarial por el miedo a perder el puesto de trabajo, que la ministra afirme que esta es la legislatura de los derechos sociales es caer en la prevaricación y ofender la inteligencia de los que sufren las consecuencia de una estafa organizada que pretende y consigue que los pobres sean más pobres para que los ricos sean más ricos.
Montoro y Mato son dos exponentes de un gobierno empeñado en la destrucción controlada de un país que iba consiguiendo una cierta comodidad vital desde la llegada de la democracia y cuyos derechos están fundamentados en la sangre que costó conseguirlos. Un gobierno que prefiere Eurovegas a investigación, universidad, sanidad, pensiones, trabajo, etc. es un gobierno salvaje, antropófago, que devora a sus propios hijos como los antiguos (y no tan antiguos) dioses.
El país es una inmensa sala de despiece. Corre la sangre, se separa la carne destinada a consumo de bocas selectas y se arrojan a la basura los restos inservibles. Y todo ello con el país en carne viva. Pura crueldad.