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Los prescindibles: la muerte en Lampedusa


07.10.13. OPINI脫N de Pura Mar铆a Garc铆a.-   Hace m谩s de cuatro a帽os, el ejecutivo de un probado mafioso, Berlusconi, impulsaba la entrada en vigor de una legislaci贸n que catalogaba un extra帽amente implacable cat谩logo de multas y de v铆as para atender la casu铆stica de los inmigrantes e indocumentados (literal), eufemismo que esconde un 煤nico mecanismo para expulsar, con la rapidez de la que adolecen la soluci贸n de otros problemas, a los indocumentados. Una vez m谩s el mundo al rev茅s: el pol铆tico corrupto poseyendo el b谩culo que le otorga el absoluto poder sobre los indefensos. Esa misma ley, el fiel de la balanza que se supone garante de derechos y obligaciones de los ciudadanos, invita, con multas y sanciones, a los funcionarios p煤blicos a denunciar a los ilegales, se帽alarlos con el dedo y evitar as铆 se declarados culpables, por la ley Bossi-Fini, de complicidad con la inmigraci贸n ilegal, delito en el que se incurre autom谩ticamente cuando alguien asiste a las v铆ctimas inmigrantes del naufragio de una embarcaci贸n.

La ley, especialmente con los indefensos (¿o deber铆a decir “煤nicamente” con ellos?), teje mara帽as crueles de las que no es f谩cil salir una vez quedamos atrapados en sus articulados incomprensibles y sus ep铆grafes amenazantes. La ley Citada, Bossini-Fini, llamada as铆 en “honor” a los ministros que la idearon, se muestra hip贸critamente generosa con los inmigrantes, como hace con ellos usualmente, y enuncia su voluntad de integraci贸n, no excluyente, a la vez que, en otro articulado y casualmente, aumenta el n煤mero de a帽os que un inmigrante ha de permanecer en Italia residiendo para obtener la so帽ada residencia definitiva. Dibujar legalmente un horizonte tras el que se adivina el para铆so, articularlo, legislarlo y, en paralelo, sembrar de obst谩culos el viaje hacia 茅l para que los prescindibles, los que no cuentan, los que aportan problemas, no lo alcancen jam谩s.

Y mientras el estado, lav谩ndose las manos, mir谩ndose orgulloso e hip贸crita al espejo a la vez que pronuncia su autoafirmaci贸n enga帽osa: soy un estado justo.

El pa铆s regido por un mafioso corrupto, miembro de una vieja meretriz, Europa, que consiente consciente la prostituci贸n pol铆tica y los favores que encumbran a los que tienen en su mano nuestra supervivencia al d铆a a d铆a, habla de leyes, de justicia, de apelar a la uni贸n de Europa y otras mentiras en estos d铆as de muerte.

Antes de hoy, ese estado, que no es peor, por muy abominable que nos parezca, que el que nos oprime desde su mayor铆a absoluta, se molest贸 en dictar leyes que aceleran, sospechosamente, la expulsi贸n de los irregulares, aquellos no tienen permiso de residencia o los visados en regla, mediante un procedimiento que el estado denomina, iron铆a de las iron铆as, acompa帽amiento a la frontera, otro negocio para los corruptos, incluido el estado espa帽ol, que compran a empresas amigas, o fletan con ellas, los aviones en los que se acompa帽a con ternura social a los irregulares para expulsarlos de la limpia realidad en la que, supuestamente, vivimos los otros, los regulares. .

Son los prescindibles que Saramago nombr贸 y abraz贸, como v铆ctimas de una sociedad enferma de ceguera. 5.192 cad谩veres que se amontonan, con los que no alcanzaron la costa de Lampedusa, sobre la consciencia de Italia desde 2006. M谩s de 5000 prescindibles, muertos con nombre y apellidos, que no sabr谩n jam谩s, al igual que nosotros, d贸nde han ido a parar los 232 millones de euros oficialmente asignados por el fondo europeo para lo que los pol铆ticos llamangestionar el fen贸meno de la arribada de inmigrantes en el 2010-2012, sumados a los 137 millones otorgados en 2013.

Prescindibles que en Italia, el pa铆s al que quer铆an llegar, son los 煤nicos a los que se les toma las huellas dactilares para incluirlos en el escaparate donde los buenos muestran a los malos, a los conflictivos, a los maleantes.

Todos somos, para el poder, prescindibles a los que se puede vencer porque estamos, si callamos, definitivamente ciegos.

“Cuando, al principio, los ciegos de aqu铆 se contaban a煤n con los dedos, cuando bastaba cambiar dos o tres palabras para que los desconocidos se convirtieran en compa帽eros de infortunio, y con tres o cuatro m谩s se perdonaban mutuamente todas las faltas, algunas de ellas graves, y si el perd贸n no pod铆a ser completo, era cuesti贸n de paciencia, de esperar unos d铆as, bien se vio cu谩ntas rid铆culas pesadumbres tuvieron que sufrir los infelices cada vez que el cuerpo les exigi贸 cualquiera de aquellos alivios urgentes que solemos llamar satisfacci贸n de necesidades”. Ensayo sobre la ceguera, Saramago


*lamoscaroja.wordpress.com

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