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Una sociedad civil en ebullici贸n


17.10.13. OPINI脫N de Adela Cortina.-  Hace a帽os quien deseaba mejorar la sociedad deb铆a ingresar en un partido pol铆tico. Segu铆a pesando aquella idea hegeliana de que el mundo pol铆tico se preocupa por los intereses universales y brega desde la solidaridad, mientras que la sociedad civil es el reino de los intereses particulares, el 谩mbito del ego铆smo. Esta divisi贸n del trabajo carece de sentido, porque gran parte de la sociedad civil asume un esperanzador protagonismo en la construcci贸n del bien com煤n, que es urgente potenciar.

Quiz谩 porque la pol铆tica se limita a buscar votos y conseguir ventajas no le queda fuste para lanzar propuestas atractivas; o porque la financiarizaci贸n de la econom铆a ha creado un mundo estable; porque el despilfarro, la mala gesti贸n, la corrupci贸n y la falta de unidad han socavado la credibilidad de lo pol铆tico, lo cierto es que la sociedad civil viene moviliz谩ndose desde en los medios de comunicaci贸n, en intervenciones p煤blicas, en las redes, en las calles, aportando cr铆ticas y propuestas realizables.

No faltan l铆deres, ni los intelectuales han desaparecido de la esfera p煤blica. Lo que ocurre, como dec铆a Jos茅 Luis Aranguren, es que se han democratizado, crean foros y c铆rculos de opini贸n, elaboran informes sobre problemas candentes y los transmiten a la esfera p煤blica a trav茅s de todos los medios a su alcance. Una tarea ingente para analizar lo que nos pasa, detectar los puntos m谩s d茅biles y lanzar propuestas constructivas. Una sociedad civil en ebullici贸n, capaz de superar la idea de que el poder pol铆tico se ocupa de los intereses universales, mientras que la sociedad civil se refugia en sus ego铆smos particulares.

Dos ejemplos de asociaciones que conozco: el C铆rculo C铆vico de Opini贸n elabora fundados informes sobre temas candentes y transmite sus resultados a la opini贸n p煤blica, y el Foro + Democracia aporta una propuesta de reforma de la Ley de Partidos Pol铆ticos. Por fortuna hay una ingente cantidad de grupos que hace o铆r su voz en la esfera p煤blica, aportando sugerencias viables y argumentos.

Es lo propio de sociedades con cierta andadura democr谩tica: que no haya unos pocos l铆deres, unos pocos intelectuales sobresalientes, sino el trabajo conjunto de personas y grupos plurales, generando una inteligencia colectiva, capaz de descubrir mundos ignotos. Si es verdad, como dicen los defensores de la mente extendida, que nuestra mente no se encierra en los l铆mites del cuerpo, sino que la componen tambi茅n datos y personas del entorno; si es verdad que la sinergia de inteligencias personales arroja propuestas m谩s l煤cidas, entonces hay que abandonar el f谩cil lamento de que faltan l铆deres e intelectuales y escuchar a quienes ya est谩n hablando. El uso p煤blico de la raz贸n es el s铆ntoma esperanzador de una sociedad en v铆as de ilustraci贸n.

Pero para que exista una conversaci贸n es preciso que alguien descuelgue el tel茅fono al otro lado, y los pol铆ticos parecen demasiado preocupados arreglando sus asuntos particulares como para ponerse al aparato. Parece que las tornas hayan cambiado desde hace algunas d茅cadas, y que son ellos los que se ocupan de sus intereses personales y dejan a los ciudadanos lanzar discursos sobre los asuntos comunes. Mala cosa los mon贸logos, sean crispados o propositivos.

Son los di谩logos los que permiten ir incorporando en las instituciones las propuestas m谩s l煤cidas y fundamentadas, las que pueden ayudarnos a salir del marasmo, y crear una sociedad justa. La forma pol铆tica de esa sociedad ser铆a la de una democracia en la que los representantes responden de sus acciones, de sus programas, y tambi茅n tienen l铆nea directa con los interlocutores m谩s preocupados por el inter茅s com煤n que por los intereses partidarios. La reforma de los partidos pol铆ticos es imprescindible en su democracia interna, la transparencia de su financiaci贸n o la necesidad de debilitar el poder de los aparatos.

La convicci贸n de que otro mundo es no s贸lo posible, sino tambi茅n necesario, porque el que tenemos no est谩 a la altura de los seres humanos; la certeza, cada vez m谩s asumida, de que lo que es necesario es posible y tiene que hacerse real, y el sentimiento de que para lograrlo es indispensable que la sociedad civil ejerza la responsabilidad que le corresponde. La buena noticia es que la est谩 asumiendo y lo har谩 cada vez m谩s.



*Adela Cortina es Catedr谩tica de 脡tica y Filosof铆a Pol铆tica de la Universidad de Valencia

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